Como perdimos a nuestros padres,
ahora estoy haciendo el papel de una
madre y ellas son como mis hijas
RABIAA
La pequeña Umme Salma, de ocho años, camina con un fardo con ropa sobre su cabeza. Agarra su mano Rabiaa Khatum, de 18 años, y junto a ellas, en brazos de un trabajador de ACNUR, se encuentra Noor Kalima, una niña de apenas cuatro años. Acaban de cruzar juntas la frontera entre Myanmar y Bangladesh. Las dos pequeñas son hermanas y Rabiaa es su tía, aunque desde que comenzó su huida su papel es más bien el de una madre.
Las tres han perdido a sus padres, asesinados el pasado verano durante la persecución a la que fueron sometidos los rohingya en el norte de Myanmar. En la huida se encontraron y Rabiaa se hizo cargo de sus pequeñas sobrinas. Tras 25 días caminando, lograron alcanzar la frontera.
"Como todos perdimos a nuestros padres, ahora estoy haciendo el papel de una madre y ellas son como mis hijas", declara Rabiaa sobre las dos niñas. "Cuidaré de ellas el resto de mi vida, incluso si eso supone que no me case. Las quiero ver bien educadas", explica.
Como perdimos a nuestros padres, ahora estoy haciendo el papel de una madre y ellas son como mis hijas
RABIAA
La pequeña Umme Salma, de ocho años, camina con un fardo con ropa sobre su cabeza. Agarra su mano Rabiaa Khatum, de 18 años, y junto a ellas, en brazos de un trabajador de ACNUR, se encuentra Noor Kalima, una niña de apenas cuatro años. Acaban de cruzar juntas la frontera entre Myanmar y Bangladesh. Las dos pequeñas son hermanas y Rabiaa es su tía, aunque desde que comenzó su huida su papel es más bien el de una madre.
Las tres han perdido a sus padres, asesinados el pasado verano durante la persecución a la que fueron sometidos los rohingya en el norte de Myanmar. En la huida se encontraron y Rabiaa se hizo cargo de sus pequeñas sobrinas. Tras 25 días caminando, lograron alcanzar la frontera.
"Como todos perdimos a nuestros padres, ahora estoy haciendo el papel de una madre y ellas son como mis hijas", declara Rabiaa sobre las dos niñas. "Cuidaré de ellas el resto de mi vida, incluso si eso supone que no me case. Las quiero ver bien educadas", explica.
MYANMAR
MYANMAR
La de Rabiaa y sus sobrinas es una realidad tristemente habitual entre los refugiados rohingya. Esta minoría étnica, establecida en el norte de Myanmar, ha sido históricamente discriminada. El pasado mes de agosto, la violencia contra ellos se intensificó, lo que provocó un éxodo masivo de cientos de miles de personas de sus hogares. Casi todos se pusieron en camino hacia el vecino Bangladesh, a donde han llegado desde entonces 693.000 personas.
El 54% son niños, que en muchos casos se han visto separados de sus familias y han tenido que alcanzar la f rontera sin estar acompañados por ningún adulto. Más de 36.000 niños rohingya se han quedado solos durante la huída y, a consecuencia de la muerte de sus padres, 5.677 se han convertido en padres de familia de la noche a la mañana, como Rabiaa.
Algunos de los menores que han llegado a Bangladesh apenas superan la semana de edad. Los brutales abusos acometidos contra los rohingya han forzado a miles de familias a huir con lo puesto y, en muchos casos, teniendo a bebés recién nacidos a su cargo.
25 DÍAS CAMINADO SIN MÁS PERTENENCIA QUE LA ROPA
RABIAA
El viaje de Rabiaa comenzó cuando hombres armados atacaron su pueblo, Buthidaung y asesinaron a sus padres junto a muchos otros rohingya. Ella logró huir, pero, mientras trataba de evitar los disparos, perdió el contacto con sus cuatro hermanos. De camino a la f rontera, hacia donde escapaban miles de personas, Rabiaa encontró a sus dos sobrinas, desamparadas y asustadas junto a la carretera. Antes de cruzar hacia Bangladesh, las tres estuvieron escondidas durante un mes en un pueblo cerca de la frontera.
"Fue un viaje muy duro", recuerda ahora Rabiaa, desde el campo de refugiados de Kutupalong. Fueron 25 días caminando por un territorio escarpado y sin más equipaje que la poca ropa que cargaban al salir de su pueblo. "Mis sobrinas lloraban todo el tiempo, echaban de menos a sus padres y a sus hermanos pequeños", declara Rabiaa.
Finalmente, las tres llegaron a un centro de tránsito gestionado por ACNUR, el primer punto de llegada para los refugiados provenientes de Bangladesh. Allí les dieron por fin comida caliente, agua y ropa limpia. Una semana después, les trasladaron al campo de Kutupalong, en Cox's Bazar donde viven junto a un antiguo vecino de Myanmar.
25 DÍAS CAMINADO SIN MÁS PERTENENCIA QUE LA ROPA
RABIAA
El viaje de Rabiaa comenzó cuando hombres armados atacaron su pueblo, Buthidaung y asesinaron a sus padres junto a muchos otros rohingya. Ella logró huir, pero, mientras trataba de evitar los disparos, perdió el contacto con sus cuatro hermanos. De camino a la f rontera, hacia donde escapaban miles de personas, Rabiaa encontró a sus dos sobrinas, desamparadas y asustadas junto a la carretera. Antes de cruzar hacia Bangladesh, las tres estuvieron escondidas durante un mes en un pueblo cerca de la frontera.
"Fue un viaje muy duro", recuerda ahora Rabiaa, desde el campo de refugiados de Kutupalong. Fueron 25 días caminando por un territorio escarpado y sin más equipaje que la poca ropa que cargaban al salir de su pueblo. "Mis sobrinas lloraban todo el tiempo, echaban de menos a sus padres y a sus hermanos pequeños", declara Rabiaa.
Finalmente, las tres llegaron a un centro de tránsito gestionado por ACNUR, el primer punto de llegada para los refugiados provenientes de Bangladesh. Allí les dieron por fin comida caliente, agua y ropa limpia. Una semana después, les trasladaron al campo de Kutupalong, en Cox's Bazar donde viven junto a un antiguo vecino de Myanmar.
LA LLEGADA DEL MONZÓN
LOS PELIGROS DEL MONZÓN
Tras sobrevivir a matanzas masivas, violaciones e incendios provocados, los refugiados rohingya que aguardan en los campos de Bangladesh se enfrentan ahora a la llegada de la temporada de ciclones. No en vano, las lluvias torrenciales que azotarán la zona en unas semanas provocarán desplazamientos de tierra, inundaciones y la pérdida masiva de infraestructuras. "No es si esto va a suceder, sino cuándo. Los suelos son una combinación de capas de arcilla, limo y arena, y esos suelos se moverán. Habrá deslizamientos de tierra, e inundaciones repentinas", asegura John Wain, trabajador de ACNUR especializado en refugios de emergencia y destinado en Cox's Bazar.
LA LLEGADA DEL MONZÓN
LOS PELIGROS DEL MONZÓN
Tras sobrevivir a matanzas masivas, violaciones e incendios provocados, los refugiados rohingya que aguardan en los campos de Bangladesh se enfrentan ahora a la llegada de la temporada de ciclones. No en vano, las lluvias torrenciales que azotarán la zona en unas semanas provocarán desplazamientos de tierra, inundaciones y la pérdida masiva de infraestructuras. "No es si esto va a suceder, sino cuándo. Los suelos son una combinación de capas de arcilla, limo y arena, y esos suelos se moverán. Habrá deslizamientos de tierra, e inundaciones repentinas", asegura John Wain, trabajador de ACNUR especializado en refugios de emergencia y destinado en Cox's Bazar.
Si estamos aquí durante el monzón,
seguramente nos ahogaremos
LA LLEGADA DEL MONZÓN
Miles de familias encaran una situación dramática, como la formada por Mohammed y sus tres hijos. Ninguno de ellos sabe nadar y temen perder la vida cuando se desborde el arroyo que cerca su refugio. “Si estamos aquí durante el monzón, seguramente nos ahogaremos", lamenta.
Para evitar una catástrofe, ACNUR está proporcionando postes de bambú y lonas para impermeabilizar los refugios. También está facilitando el traslado a terrenos más altos de cientos de familias. De momento, ya ha reubicado a casi 400, aunque se necesitan más fondos para ayudar a otras muchas, como la de Mohammed, antes de que comiencen las lluvias.
Si estamos aquí durante el monzón,
seguramente nos ahogaremos
LA LLEGADA DEL MONZÓN
Miles de familias encaran una situación dramática, como la formada por Mohammed y sus tres hijos. Ninguno de ellos sabe nadar y temen perder la vida cuando se desborde el arroyo que cerca su refugio. “Si estamos aquí durante el monzón, seguramente nos ahogaremos", lamenta.
Para evitar una catástrofe, ACNUR está proporcionando postes de bambú y lonas para impermeabilizar los refugios. También está facilitando el traslado a terrenos más altos de cientos de familias. De momento, ya ha reubicado a casi 400, aunque se necesitan más fondos para ayudar a otras muchas, como la de Mohammed, antes de que comiencen las lluvias.