Desde hace unos años, se ha popularizado el ‘movimiento slow’, una filosofía que huye de las prisas y reivindica la lentitud a la hora de conocer un destino.
Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), que pertenece a Naciones Unidas, el turismo sostenible se definiría como “el turismo que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas”.
Sus principios fundamentales pasan por que “los recursos naturales y culturales se conserven para su uso continuado en el futuro, al tiempo que reportan beneficios, el desarrollo turístico se planifica y gestiona de forma que no cause serios problemas ambientales o socioculturales, la calidad ambiental se mantiene y mejora, se procura mantener un elevado nivel de satisfacción de los visitantes y el destino retiene su prestigio y potencial comercial y los beneficios del turismo se reparten ampliamente entre toda la sociedad”.
Complementariamente, dentro del ‘movimiento Slow’, que consiste genéricamente en tomarse la vida con más calma, encontramos el ‘turismo slow’, equiparado por el Centro Español de Nuevas Profesiones (CENP) con el turismo consciente, que aboga por profundizar en las realidades y la cultura de las comunidades locales, por probar productos autóctonos y vivir experiencias con los oriundos, por cuidar la energía y los recursos naturales y por disfrutar con respeto de su naturaleza.
Según la tesis de Jennifer Adalís Mancini para la Universidad de Palermo, publicada en Turydes Revista Turismo y Desarrollo bajo el título Turismo Slow, una nueva tendencia turística, “esta propuesta turística tiene muy en cuenta el cuidado del medio ambiente, optando por medios de transportes no contaminantes, el consumo de la energía indispensable y por no tirar residuos en lugares que no sean un recipiente destinado a desechos orgánicos o reciclables”. Así pues, si abogamos en nuestros viajes por el ‘turismo slow’, estaremos apoyando un turismo sostenible… y viceversa.
¿Cómo puede ser sostenible un destino?
Las bases las deja muy claras la Carta Mundial de Turismo Sostenible, que hace varios llamamientos a la acción para alinearse con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de la Naciones Unidas:
- Los gobiernos y organizaciones internacionales deberían integrar la sostenibilidad en las políticas, estrategias, operaciones y planes de turismo nacionales, regionales e internacionales, cumpliendo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Entre otros muchos deberes, tendrían que asegurarse de que todas las partes interesadas, especialmente las comunidades locales, los pueblos indígenas, las mujeres y los grupos desfavorecidos, puedan influir en la manera en que se desarrolla y gestiona el turismo.
- Los destinos, por su parte, han de empoderar a las comunidades locales y los pueblos indígenas, maximizar los beneficios económicos del turismo para la comunidad de acogida, preservar los valores del destino, promover estrategias bajas en carbono para el desarrollo de la infraestructura turística asociada, asegurarse de preservar el conocimiento de los mayores relacionado con las tradiciones y el patrimonio cultural y natural...
- La industria del turismo debe, por su lado, fomentar el uso respetuoso del patrimonio natural y cultural, transmitir los valores del destino y su identidad a través de la experiencia turística; apoyar el bienestar económico, social y cultural de las comunidades locales, reducir la generación de residuos; mejorar la calidad del agua reduciendo el consumo, evitando la contaminación, eliminando los vertidos y minimizando la producción de materiales y sustancias químicas peligrosas; implementar tecnologías y procesos eco-eficientes en todas las áreas de la industria turística, promover la máxima implantación de energías renovables, informar a los consumidores sobre sus opciones para viajar de forma responsable…
- Los consumidores tampoco nos libramos, y, para formentar este tipo de turismo, deberíamos utilizar productos y servicios locales que generen empleo y beneficios a la comunidad; evaluar las huellas medioambientales y socioculturales y las implicaciones económicas que tienen nuestras decisiones y escoger los productos y servicios más sostenibles frente a las otras opciones menos sostenibles. Por ejemplo, podemos buscar la certificación BIOSPHERE© que otorga el Instituto de Turismo Responsable (ITR), organismo apoyado por la UNESCO y por la Fundación de la Naciones Unidas como promotor de los principios de la Carta Mundial de Turismo Sostenible.
Se ha de empoderar a las comunidades locales y los pueblos indígenas, maximizar los beneficios económicos del turismo para la comunidad de acogida y preservar los valores del destino
Beneficios para los viajeros ‘slow’ y/o sostenibles
Como turistas responsables, podemos deleitarnos de todas las manifestaciones culturales, folclóricas, culinarias, etc. que la comunidad tenga a bien compartir con nosotros, a sabiendas de que no les tomamos como parte de un parque temático, sino que deseamos conocerles de verdad con respeto y generosidad, no solo para colgar nuestras fotos en Instagram y poner una marca en el mapa para fardar de que hemos estado allí. Jennifer Adalís Mancini enumera varios beneficios en su tesis para este tipo de viajeros conscientes:
- Gozaremos de una experiencia más placentera y significativa de cada detalle y cada segundo, desconectando del frenesí y la rutina.
- El objetivo del viaje no es solo visitar un lugar, sino descubrirlo, conocerlo en profundidad, complacerse e integrarse en él para enriquecerse con nuevos conocimientos y formas de pensar.
- Los viajeros ‘slow’ son defensores de la bicicleta, el bote y la caminata porque, además de ser actividades amigables con la naturaleza, en otras palabras, "son saludables".
- Podremos establecer un vínculo con los productores locales, hacer visitas a sus huertas, bodegas o fábricas, y hasta alojarnos con ellos.
- Al ser más respetuosos, seremos mejor aceptados y tendremos más posibilidades de que la comunidad nos abra sus puertas durante nuestra estancia.
- Las actividades ‘slow’ dan como resultado un beneficio total para el medio ambiente y para todos, por ejemplo, si colaboramos en la reducción del tránsito, disminuimos la contaminación auditiva y la polución, es decir, más pureza, paz y bienestar.
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