Elena Horrillo · 2·julio·2025
A simple vista, Oscar Marín y Eduard Batlle solo tienen en común una cosa: ambos son biólogos. El primero, especializado en neurociencia, lleva años explorando las causas biológicas de las enfermedades mentales. El segundo, en cambio, centra su investigación en el cáncer, esencialmente el de colon, el tercer tipo más común en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, les une algo más: el Premio Fundación Banco Sabadell a la Investigación Biomédica; Marín lo recibió en 2008 y Batlle dos años más tarde. En la actualidad, ambos son parte activa del jurado (Marín como presidente). Hecho que pone en valor el enorme impacto social de sus respectivas investigaciones.
“Creo que, a medida que vas avanzando en tu carrera, esta pulsión interna por convertirte en un científico, por descubrir cosas nuevas, se va transformando en algo más concreto. Te das cuenta de que puedes tener un impacto en la sociedad”, resume Batlle en una nueva edición de Conversaciones con Ciencia. “Nosotros hemos tenido la suerte de ver cómo algunas de nuestras investigaciones llegaban directamente a los pacientes. Ahora, viéndolo con un poco de perspectiva, me doy cuenta de que esto es algo bestial, es una cosa muy importante”, continúa Batlle.
Para este investigador, “investigar el cáncer significa querer curarlo”. Durante mucho tiempo, explica Batlle, la ciencia se ha enfocado en entender la aparición del cáncer: de dónde surge el tumor primario, qué células y qué genes son importantes o cómo se comportan. Sin embargo, para la fase inicial de la enfermedad, la cirugía es una fórmula muy efectiva. Además, todavía se sabe poco de la metástasis, factor que aumenta la mortalidad del cáncer. “Ahora estamos muy convencidos de que podemos curarla o evitarla. Es algo que pensábamos que iba a ser muy difícil, pero ahora creemos que estamos cerca de conseguirlo”, vaticina el director del Programa de Ciencia del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB).
Marín, por su parte, asume que “entendemos muy poco todavía de cómo se desarrolla el cerebro y cómo funciona”. No hay que olvidar, señala el científico, que este órgano interactúa con muchos otros y posee una importante plasticidad, es decir, tiene la capacidad de reorganizarse y adaptarse. “Tenemos un órgano que funciona a base de interconexiones, muy complejas y hace que sea muy difícil de replicar en el laboratorio. Todavía seguimos intentando desarrollar modelos que vayan más allá de los cultivos celulares, que nos permitan reproducir de alguna manera esa complejidad de conexiones en el laboratorio”, explica Marín.
Es biólogo y catedrático de neurociencia. Realizó su formación posdoctoral en el Instituto Cajal y en la Universidad de California. Al regresar a España, se incorporó al Instituto de Neurociencias y dirigió el Laboratorio de Migración y Especificación Neuronal. En 2014, se trasladó a Londres como profesor y director del Centro de Neurobiología del Desarrollo del King’s College London. Obtuvo el Premio Fundación Banco Sabadell a la Investigación Biomédica en 2008 por su investigación sobre las causas biológicas de las enfermedades mentales, a partir del conocimiento del desarrollo de la corteza cerebral.
Tanto Batlle como Marín explican en este vídeo que sus inicios no estuvieron del todo relacionados con las cuestiones que investigan ahora. Marín primero quería ser zoólogo y, más tarde, se interesó por la inmunología. Batlle empezó en un departamento de genética, investigando la regeneración en planarias, un gusano plano con una gran capacidad regenerativa. “La ilusión por comprender cosas nuevas es lo más importante, más allá de cuál es el tema de trabajo”, reflexiona Marín, a lo que Batlle apunta: “cuando empiezas, tienes pasión por la investigación. Es el gran desafío, más allá de la pregunta o el tema”.
Esto, conservar la amplitud de miras y no restringir lo que les interesa es también algo que tienen en común los dos investigadores. “Una gran parte del éxito de los científicos está en la flexibilidad, en la capacidad de no encasillarse, de abrir otras áreas”, resume Batlle. Y aunque, reflexionan, en la ciencia parece importar y premiarse mucho la especialización, es importante no perder de vista lo que está sucediendo fuera. “Tener la capacidad de salir de tu área de confort te permite explorar áreas de conocimiento que no todo el mundo está pensando. Cuando te mueves en esa frontera, ahí es donde ocurren cosas interesantes”, apunta Marín.
Eduard Batlle es biólogo y director del Programa de Ciencia del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB), además de investigador de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA). Hizo su posdoctorado en el Hans Clevers Lab y lleva dos décadas investigando en dos áreas: la relación entre el cáncer de colon y las células madre intestinales y el desarrollo de la metástasis. En 2010, fue galardonado con el remio Fundación Banco SabadellP a la Investigación Biomédica precisamente por su trabajo sobre el papel de las células madre intestinales en el cáncer de colon, ya que la identificación y el estudio de estas células contribuía, de forma decisiva, al desarrollo de nuevos y más eficaces tratamientos para este tipo de cáncer.
Como director del Centro de Neurobiología del Desarrollo del King's College London, Marín lleva muchos años viviendo en Londres y describe lo apabullante que es la enorme densidad de ciencia que se produce en el triángulo formado por Londres, Cambridge y Oxford. Por eso pregunta a Batlle cómo ha cambiado la ciencia en España en los últimos años. “En algunos lugares han emergido institutos de investigación y modelos científicos que son absolutamente competitivos con cualquier otro en el mundo, quizás no en cantidad, pero sí en calidad”, señala Batlle. “Ha habido un cambio también de percepción social. Me parece que la ciencia ahora está mucho más presente en la sociedad. Se percibe como una actividad positiva”, sentencia.
Aunque la materia pendiente sigue siendo la retención del talento. “Todos los sistemas de ciencia avanzados se caracterizan por ser capaces de atraer talento de cualquier sitio del mundo. Quizás eso es lo que nos falta todavía en España. Ofrecer condiciones que atraigan ese talento es algo muy importante”, remarca Marín. Ambos investigadores han llevado a cabo parte de su formación en el extranjero y saben que se trata de una experiencia muy positiva, pero después es difícil que esas personas vuelvan. “Formamos a mucha gente que se marcha y no recuperamos suficiente talento”, sentencia Batlle.