El corazón también guarda preguntas:
una conversación entre ciencia y pensamiento crítico

El corazón también guarda preguntas:
una conversación entre ciencia y pensamiento crítico

Dos investigadores reflexionan sobre las enfermedades cardiovasculares, la obesidad y por qué se necesita más vocación científica femenina.

Elena Horrillo · 9·julio·2025

El corazón es el músculo que más trabaja del cuerpo humano, nunca descansa, aunque su ritmo puede variar. Se estima que late alrededor de unas 100.000 veces cada día y bombea aproximadamente 5 litros de sangre por minuto. Se encuentra en la parte central del tórax, entre los pulmones, y es capaz de latir por sí solo fuera del cuerpo, ya que genera sus propios impulsos eléctricos. El particular sonido de ese latido es el ruido que hacen las válvulas al cerrarse, primero la mitral y la tricúspide, y después, la pulmonar y la aórtica. Y, aunque se ha convertido en el símbolo internacional del amor, un corazón —roto o no— no puede sentir dolor, ya que carece de los receptores necesarios para ello.

Sobre el motor del cuerpo humano se sientan a hablar, en una nueva edición de Conversaciones con Ciencia, Borja Ibáñez, Premio Fundación Banco Sabadell a la Investigación Biomédica en 2017 por sus aportaciones a la lucha contra las enfermedades cardiovasculares, y Guadalupe Sabio, que recibió el mismo premio en 2021 por sus aportaciones para entender por qué la obesidad causa enfermedades cardiometabólicas. Sabio explica que comenzó estudiando el metabolismo del hígado, pero pronto sustituyó ese órgano por el corazón, uno de los más importantes, porque no puede pararse. “Empezamos a estudiar cómo la alteración del metabolismo del corazón podía ser clave para ver su funcionalidad y nos dimos cuenta de que no solo es un órgano metabólico en sí, sino que, además, como necesita tanta energía, es capaz de controlar el metabolismo de otros tejidos. Eso podría estar relacionado con los cambios metabólicos que se producen, por ejemplo, con la insuficiencia cardíaca”.

“Los tratamientos del cáncer pueden ser muy eficaces, pero pueden dejar secuelas cardiovasculares permanentes”, explica mientras señala la alta tasa de complicaciones cardiovasculares en supervivientes de esta enfermedad. “Todavía necesitamos entender si el cáncer compite con el corazón; la célula tumoral necesita muchísima glucosa y energía, igual que el corazón, órgano clave que precisa ATP continuamente” apunta Sabio.

Investigación

Borja Ibáñez

Borja Ibáñez es cardiólogo en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid (Madrid) y director científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC). Ya durante su formación se inició en la investigación clínica y, tras finalizar esta, hizo un periodo de formación en investigación básica en el Mount Sinai Medical Center de Nueva York. Sus investigaciones se centran en el estudio del infarto agudo de miocardio, especialmente en la búsqueda de terapias que puedan reducir la gravedad y las secuelas producidas. Ibáñez ha desarrollado nuevos algoritmos de imagen para mejorar la utilización de tecnología no invasiva, fundamentalmente la resonancia magnética, a nivel de investigación y clínico. Obtuvo el Premio Fundación Banco Sabadell a la Investigación Biomédica en 2017 por sus aportaciones a la lucha contra las enfermedades cardiovasculares.

Mirando más allá

A pesar de las connotaciones negativas, la grasa tiene una función

Ambos científicos mencionan el proyecto PESA, que evalúa, desde 2010, la salud cardiovascular de más de 4.000 personas de entre 40 y 54 años. A partir de este estudio, Ibáñez explica uno de sus hallazgos más recientes: “Gracias al TAC de tórax, hemos podido medir la grasa que tienen alrededor del corazón varios sujetos aparentemente sanos. Hemos visto cuál era la asociación entre la grasa y la enfermedad cardiovascular en las arterias. Curiosamente, el volumen de la grasa es relevante, pero no tanto como su composición”. Para el director científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), la grasa suele conllevar una asociación negativa y, en muchas ocasiones, se obvia que también tiene algunas funciones positivas.

“Pensamos siempre que la grasa es un tejido de desecho, pero realmente es un órgano más, que tiene unas funciones clave en nuestro organismo; controla el hambre y controla cómo el hígado utiliza la glucosa”, afirma Sabio. Y es que es importante resaltar, como afirma la investigadora, que existe grasa buena y grasa menos buena. “La grasa buena, que se conoce como grasa parda, nos ayuda a tener más temperatura corporal, quemando la propia grasa. Independientemente del peso que tengamos, la activación de la grasa parda se asocia a una mejor salud cardiovascular”, aclara Sabio.

Investigación

Guadalupe Sabio

Guadalupe Sabio es directora del grupo de Interacciones Metabólicas del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Licenciada en Veterinaria, completó su formación en la Universidad de Dundee (Escocia) y realizó su postdoctorado en el Instituto Médico Howard Hughes de la Universidad de Massachusetts (Estados Unidos). Regresó a España para dirigir un grupo de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC). Su línea de investigación es sobre el papel de las quinasas activadas por el estrés en el desarrollo de enfermedades asociadas a la obesidad, como pueden ser enfermedades cardiovasculares, diabetes o incluso cáncer hepático. Este estudio le valió el Premio Fundación Banco Sabadell a la Investigación Biomédica en 2021. Desde principios de 2024 encabeza en el CNIO un grupo dedicado a comprender por qué la obesidad aumenta el riesgo de cáncer.

La conexión entre la clínica y la investigación

La importancia de la investigación para curar enfermedades

Ambos científicos resaltan la importancia de que la comunicación entre la investigación clínica y la investigación básica sea muy fluida, pues lo que hoy son tratamientos clínicos eficaces, hace no mucho eran investigaciones básicas. “La ciencia tiene que acostumbrarse a integrar y a colaborar. La investigación básica debe tener el objetivo de mejorar algo en la sociedad. Por eso es imprescindible esa colaboración, para intentar que lo que descubrimos se pueda aplicar, y, a la vez, que las preguntas que aparecen en la clínica puedan ser respondidas desde un aspecto más básico”, apunta Sabio.

A esto se añade también un tema que aparece recurrentemente en estas Conversaciones con Ciencia: la fuga de talentos. “La fuga de talentos no es mala, lo que es malo es no recuperarlos después”, señala Ibáñez. Sabio se muestra de acuerdo y, además, señala la importancia de trabajar para favorecer que haya más vocación científica, especialmente entre las niñas. “Para mí es muy importante intentar que las vocaciones lleguen desde el principio. Hay que educarlos para que elijan libremente qué quieren ser, independiente de si son chicos o chicas. Necesitamos el 100% del tejido investigador que podamos lograr y no podemos perder el 50%”, resalta.

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