La crisis eléctrica provoca que la población dependa del combustible para encender su cocina, su lavadora o la luz del cuarto de baño. La electricidad no es estable y la falta de gasolina puede hacer que los generadores fallen en cualquier momento. En los hogares, muchos niños y niñas estudian con las velas encendidas, a pesar del peligro que ello supone.
La falta de energía en Gaza socava unas condiciones ya de por sí muy frágiles entre los refugiados y refugiadas de Palestina. Esta situación se ha ido deteriorando en el contexto de ofensivas militares, afectando gravemente la disponibilidad de servicios esenciales, como la salud, el agua o el saneamiento. También a la economía, en particular al sector agrícola y al manufacturero.
"Todo se detiene", dice Daulat. No solo se refiere al frigorífico, la lavadora y otros dispositivos. Esta madre refugiada de Palestina hace referencia a la vida diaria en su vecindario de Shajaiya cuando no tienen energía. "Los cortes de electricidad paralizan toda nuestra vida", explica. Desde que la central eléctrica de Gaza dejó de funcionar tuvo que cambiar toda su rutina: "Duermo cuando no hay electricidad y me despierto cuando vuelve la luz".
Los cortes de energía son algo con lo que Gaza ha lidiado durante años. Las restricciones de Israel sobre la cantidad de combustible que puede entrar en Gaza, junto con el suministro de Egipto que no siempre es fiable, significaron recortes regulares para hogares y negocios, hospitales, escuelas e incluso infraestructuras básicas.
La Franja de Gaza recibe el suministro eléctrico de tres fuentes principales: una planta local muy dañada durante la agresión israelí del verano del 2014, líneas de trasmisión desde territorio israelí, y otras similares provenientes de Egipto.
Durante 2017, la única central de energía en Gaza dejó de funcionar, lo que agravó la crisis energética que vivía la Franja, ya de por sí muy débil desde la última ofensiva de 2014. Esto afectó directamente a las rutinas de los gazatíes, que dependen de la energía que les puedan proporcionar desde el exterior.
Después de varios años de cortes intermitentes, la escasez finalmente se ha vuelto tan severa que la planta ya no puede funcionar. Los apagones ahora duran un promedio de 16 horas al día. Con lo esencial de la vida cotidiana comprimido en solo unas pocas horas, no es de extrañar que Gaza y sus residentes, jóvenes y viejos, mujeres, hombres y niños y niñas, sufran tensión y ansiedad.
Para madres como Daulat, la falta de acceso a la energía ha cambiado toda su rutina. Su hija, Khitam, de 17 años, lo asume como una amenaza para su porvenir. Ella está en su último año de secundaria y estudiar es fundamental para tener un futuro digno. "Esto es crucial para mi futuro", dice Khitam. "Tengo miedo de cómo estos cortes afectarán mis estudios y a mis logros".
La familia de Daulat no puede permitirse un generador o una luz de emergencia. Khitam no tiene más opción que estudiar a la luz de velas o con la linterna de teléfonos móviles apuntando hacia sus apuntes. Sin embargo, las velas tienen sus propios riesgos, agrega Khitam. "Una vez, mi madre se despertó porque olía a humo: la vela se había caído sobre el colchón".
Pudieron extinguir el fuego rápidamente, pero ahora Daulat se queda despierta hasta que todos se hayan ido a la cama, para asegurarse de que se apaga la vela. Hasta la mañana no pueden volver a ver la luz, solo hay oscuridad. Khitam explica que levantarse por la noche significa tropezar con los muebles o chocar contra las paredes. Su hermano tiene miedo a ir al baño por la noche y tropezar con algo. Ha empezado a mojar la cama.
La madre de Khitam solo pide que los maestros de su hija consideren las condiciones bajo las cuales los niños y niñas de Gaza deben estudiar, aprender y luchar por un futuro. Pero Khitam no puede parar de preguntarse: "¿Cuánto tiempo durará esto?"