JAVIER SETIÉN VIOTA es un joven vasco de 28 años que ya cumple nueve meses en Filipinas descubriendo cómo funciona la acción humanitaria como participante del programa de voluntariado europeo con Acción contra el Hambre. Todavía le quedan unos meses para cumplir el año del voluntariado, sin embargo, no esconde su deseo de continuar dedicándose al mundo humanitario una vez que finalice su etapa como voluntario.
El pasado mes de enero, en Filipinas, el volcán Taal comenzó a escupir lava forzando la evacuación de 190.000 personas (según la Organización Internacional para las Migraciones).
Una vez más, la sociedad filipina, se vio obligada a reforzar su capacidad para reponerse y levantarse una y otra vez. Y es que, el país asiático se ha convertido en uno de los puntos del planeta donde los desastres naturales golpean con más fuerza y frecuencia. Al drama que dejan los terremotos o tifones, se suman otros desastres de huella humana. Por ejemplo, en Filipinas hacen frente, entre otras, a la crisis de Marawi, que ha obligado a más de 100.000 personas a abandonar sus hogares en esta ciudad que llegó a estar controlada por un grupo terrorista afín al Estado Islámico.
Este contexto fue el que se encontró Javier Setién Viota a su llegada a Filipinas, donde continúa descubriendo cómo funciona la acción humanitaria como participante del programa de voluntariado europeo con Acción contra el Hambre. “Cuando se produjo la erupción del volcán respondimos desde Manila, entregando kits de higiene y otros artículos básicos para los desplazados”, explica el joven. Desde entonces no ha parado de aprender y adquirir conocimientos dentro del sector.
Pero las circunstancias se agravaron con la llegada de la COVID-19. Según los registros oficiales, Filipinas ha sido afectada en menor medida que España en lo que es el número de casos confirmados y fallecidos. La cuarentena en Filipinas en general y en Manila en particular ha sido, y sigue siendo, una de las más restrictivas del mundo. La mayor parte de los negocios e instituciones cerraron las puertas al principio de la cuarentena, y a día de hoy hay muchos que todavía no han abierto. El transporte público está siendo muy limitado por no decir inexistente, lo que no permite a mucha gente acudir a sus puestos de trabajo. "La pandemia ha afectado de manera bastante grave a los medios de vida de gran parte de la población, y aún se desconocen los efectos a largo que plazo. De todas formas, esperemos que los recurrentes desastres naturales de Filipinas den cierta tregua este año", comenta preocupado Javier.
El confinamiento no se ha vivido igual en todo el país y, dependiendo de la ciudad, el tipo de cuarentena ha variado. Por ejemplo, explica Javier, "de las grandes ciudades del país, en el caso de Cebú, salió de la cuarentena antes, pero se ha vuelto a instaurar debido a un aumento de casos. En Manila se van levantando poco a poco las restricciones, pero nadie sabe si se volverán a implantar de un día para otro si se da la situación de un aumento de casos".
Este nuevo contratiempo no ha supuesto un revés para Javier, que ha seguido trabajando, pese al confinamiento. "Personalmente, he vivido la situación de manera un tanto tranquila, he continuado trabajando desde el primer día, y esto ayuda a que los días, las semanas, y los meses pasen más rápido. A pesar de todo, estos tres últimos meses se han hecho eternos, ya que no se podía salir de casa sin justificación. Dicho esto, no son más que inconvenientes irrelevantes cuando la salud pública es lo que está en jaque".
Aún le quedan unos meses para cumplir el año de estadía en terreno, sin embargo, no esconde su deseo de continuar dedicándose al mundo humanitario una vez que finalice su etapa como voluntario. “La verdad es que yo encontré esta vía a la cooperación y acción humanitaria casi de casualidad, pero ahora que lo conozco, gracias a mi experiencia en el programa de voluntariado europeo, ya estoy atrapado. Sé que me quiero dedicar a esto”, reconoce con entusiasmo Javier.
Además, en ese sentido es consciente de que los conocimientos y experiencia que está ganando serán sus mejores aliados para el día de mañana. Por ejemplo, está familiarizándose con las estrategias de trabajo de reducción de riesgos de desastres, una de las piezas fundamentales del puzle de la acción humanitaria. “Esto se aplica en contextos en los que se dan fenómenos climatológicos o eventos adversos de origen humano, para que podamos estar preparados y tener mecanismos y acciones que permitan responder a estas eventualidades. Por ejemplo, en lugares donde puede haber sismos, miraremos qué tipos de construcciones promovemos o también nos organizamos con comunidades y pueblos para que tengan claras las vías y zonas de evacuación en caso de que ocurra alguna catástrofe. Es decir, la gestión de riesgos está para actuar antes y después de la emergencia”, explica Didier Vergés, responsable de gestión de desastres de Acción contra el Hambre.
Este profesional también destaca que muchos voluntarios y voluntarias del programa europeo desarrollan estas labores de preparación como puede ser elaborar planes de contingencia o dar apoyo a los sistemas de vigilancia en terreno, etc.
Sin duda, una oportunidad cargada de profesionalidad que, como cuenta Didier, "es posible gracias a la apuesta del voluntariado europeo de integrar entre sus objetivos el fomento de la reducción de riesgos de desastres".