Cuando uno piensa en la caza de elefantes se puede imaginar a antiguos colonos en busca de trofeos con los que adornar sus paredes, como si el problema formara parte de un pasado ya lejano. Pero nada más lejos de la realidad.

Hoy la fiebre del marfil causa la muerte de unos 55 elefantes al día, lo que supone que unos 20.000 elefantes al año son asesinados para obtener sus colmillos y saciar la sed de marfil de los mercados -en especial el asiático- que aún lo ven como símbolo de lujo, poder y distinción.

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Guardas que se juegan la vida, cazadores furtivos movidos por poderosas redes criminales que contribuyen a financiar guerrillas paramilitares y grupos terroristas… Cuando la codicia humana se convierte en una amenaza la situación es compleja. En Tanzania, por ejemplo, el gobierno, junto a la ONG de conservación de la naturaleza WWF, ha puesto en marcha el mayor esfuerzo en la historia del país para colocar collares GPS a su cada vez más reducida población de elefantes y así protegerlos de la caza ilegal.

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Allí, en la reserva de vida salvaje de Selous (Tanzania), las cifras son alarmantes: en los últimos 40 años el número de elefantes ha disminuido en un 90%, por lo que un plan activo para proteger los ejemplares de este enclave Patrimonio Mundial es fundamental para recuperar su población.

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A lo largo de 12 meses este proyecto de protección espera colocar collares GPS en 60 elefantes de la reserva de Selous y sus alrededores, de manera que la administración y los guardaparques del gobierno puedan rastrear los desplazamientos de los paquidermos e identificar y actuar contra amenazas en tiempo real.

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El collar GPS que salva vida a los elefantes
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Conocer los movimientos de los elefantes gracias al envío de datos vía satélite de los collares ayuda a anticipar los peligros a los que se puedan enfrentar, especialmente el acecho de los cazadores furtivos, pero también ante la posibilidad de dirigirse hacia asentamientos humanos donde surge el conflicto entre elefantes y personas, como por ejemplo en tierras de cultivo.

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415.000 elefantes, y bajando

A pesar de que el comercio internacional de marfil fue prohibido en 1989 por CITES, el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, la demanda, principalmente de Asia, sigue ocasionando la muerte de medio centenar de elefantes cada día. Y no solo se trafica con sus colmillos, sino que también se comercia de manera clandestina con su carne y su piel, tanto para consumo como para la elaboración de productos supuestamente curativos.

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El paquidermo, ese portentoso animal que es capaz de demostrar sensibilidad y una intensa vida emocional hacia miembros de su clan, tiene además una gestación lenta, de 22 meses, y a día de hoy se matan más ejemplares de los que nacen.

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Hace solo 40 años las selvas y sabanas africanas eran el hogar de entre tres y cinco millones de elefantes. Hoy quedan unos 415.000.

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Y si antiguamente su presencia se encontraba en todo el continente ahora viven en pequeñas áreas muy fragmentadas de 37 países de África, siendo Botswana, Angola, Malawi, Mozambique, Sudáfrica, Zambia y Zimbabue los que tienen poblaciones más estables y Camerún, República Centroafricana, Chad, República Democrática del Congo (RDC) y Guinea Ecuatorial los que albergan las poblaciones más amenazadas.

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De todos ellos la RDC destaca como uno de los mayores suministradores del marfil que se exporta a otros países cercanos como Uganda, Kenia y Tanzania, mientras que Nigeria, con una pequeña población de elefantes, recibe grandes cantidades de marfil para hacer de almacén y puerto de salida hacia países asiáticos, el principal mercado receptor de marfil, donde China, Tailandia y Hong Kong destacan como los mayores importadores en este negocio ilegal que mueve cifras millonarias.

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Menos demanda. Menos caza. Más elefantes

Si no se pone freno a la caza furtiva el elefante africano está condenado a desaparecer de muchos países del continente. Ya sea por sus colmillos en bruto o manufacturados, los elefantes pasan a convertirse en collares, brazaletes, figuritas, anillos y un sinfín de productos que siguen alimentando la codicia del ser humano.

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WWF actúa contra el tráfico de especies

El apoyo y concienciación internacional es indispensable para acabar con la caza furtiva y desde WWF se lucha sin descanso contra el tráfico de especies, colaborando con los gobiernos para endurecer la persecución y apoyando el peligroso trabajo de los guardas. Fruto del esfuerzo y la lucha contra este tráfico ilegal, en 2016 se consiguió un gran avance: China, uno de los mercados con mayor demanda de marfil del mundo, se comprometió a prohibir el comercio interno de productos procedentes de este material.

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Para aumentar la protección de especies amenazadas y frenar el tráfico ilegal de animales en 2014, la organización medioambiental WWF puso en marcha la Wildlife Crime Initiative (Iniciativa Internacional del crimen contra la vida salvaje), que está basada en frenar el furtivismo, el trabajo junto a los gobiernos afectados, la reducción de la demanda y la movilización económica internacional lucha contra la lacra de la caza ilegal.

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Tanto trabajando con las comunidades locales, como desarrollando proyectos de conservación sobre el terreno, así como equipando a los guardaparques con tecnología para hacer frente a los furtivos y mediante proyectos de monitorización de animales como en el caso de los collares GPS, los esfuerzos de WWF dan un rayo de esperanza para salvar a los elefantes africanos de la extinción.

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