Mientras se apaga el eco de los aplausos y la sociedad intenta adaptarse a la nueva normalidad, es tiempo de reflexionar sobre la experiencia vivida y observar el impacto y las consecuencias sociales y económicas del coronavirus en nuestro entorno. ¿Y ahora qué? Para la artista María Ibarretxe, “este momento tiene dos polaridades, por una parte, la del dolor de la gente que ha sufrido la enfermedad más toda la dureza del trabajo ejemplar de los sanitarios. En la otra cara estaría el silencio, la introspección y la revisión del mundo en el que vivimos”. En el mismo sentido se expresan Jaime Rodríguez y Carlos del Moral, propietarios del Bar Modesto y de Casa Flora, en Bilbao: “Nos toca vivir una situación totalmente nueva, que ha sacudido con violencia nuestras realidades poniéndolo todo patas arriba. Ha cambiado por completo nuestra escala de valores y la incertidumbre que tenemos es devastadora”.
Las artes escénicas, la hostelería, y también el pequeño comercio intentan sobreponerse a las pérdidas económicas por el cierre de sus actividades. Cristina Cendoya es dueña de la tienda de ropa Serie B y cuenta que en el mes de marzo “la pérdida de facturación en la tienda física respecto al año anterior fue de un 75%, mientras que la venta durante el mes de abril fue nula”. Ana Marcos, peluquera y con local propio desde hace más 20 años, no oculta su preocupación al ver cómo su negocio “se ha quedado en una situación de falta de liquidez, con ingresos cero e importantes desembolsos para atender a los pagos de nóminas y los seguros en la mitad de marzo”.
La artista María Ibarretxe
Cristina Cendoya, dueña de la tienda de ropa Serie B tomando medidas de protección en su tienda
Una terraza en Palma de Mallorca el primer día tras entrar en Fase 1 | © GJL/GTRES
Jaime Rodríguez y Carlos del Moral, propietarios del Bar Modesto y de Casa Flora, en Bilbao
Incertidumbre, desconfianza e impotencia. Sensaciones que se repiten en muchos lugares de África, donde las consecuencias económicas de la pandemia se traducen en la parálisis de muchos sectores productivos, además de la disminución de las importaciones y la escasez y aumento de los precios. Inès Adjoula tiene una tienda de alimentación en Abomey-Calavi, Benín, y explica que “desde el cierre de las fronteras, todo quedó bloqueado. Al principio tenía bastantes productos en stock de los pedidos que había realizado en mercados extranjeros en enero y febrero, pero ahora algunos productos se han agotado”.
Ahoefa Amewadan lo tiene aún más complicado con su comercio de telas, bolsos y zapatos en el barrio de Djidolé en Lomé, Togo. “La prioridad son los productos de consumo y no el sector de la ropa o los accesorios. Seguimos pagando nuestros impuestos y salimos del paso como podemos”. En Kaneshie-Accra, Ghana, la tienda de telas de Daniel Kwame Gyasi “no se podía abrir con el confinamiento y todo el mundo estaba más preocupado por comprar comida y materiales de seguridad. Nos ha supuesto un duro golpe. Los intereses de los préstamos en Ghana son muy altos y no podemos pedir un crédito”.
Ahoefa Amewadan, dueña de un comercio de telas, bolsos y zapatos en el barrio de Djidolé en Lomé, Togo
Daniel Kwame Gyasi, dueño de una tienda de telas en Kaneshie-Accra, Ghana
Aunque diferentes gobiernos africanos han anunciado planes de choque y ayudas para la subsistencia de las personas que han perdido el empleo, la mitad de la población sobrevive de la economía informal. Es el caso de Lydia Lamptey, que hace apenas un año abrió un negocio de comida preparada en Mataheko-Accra, Ghana. “Desde que llegó el coronavirus, no vendo mucho y varias veces he tenido que tirar comida. La gente tiene miedo y todos van con mucho cuidado”. Desde Benín, la colaboradora de Anesvad Hermione Amoupko cree que la reconstrucción debe empezar “por ayudar en especial a las pequeñas y medianas empresas a restablecer sus actividades, mediante subvenciones y préstamos con tasas de interés reducido”.
Es la misma petición de ayuda que hacen los pequeños empresarios desde España. “Una vez más lo vamos a tener crudísimo. No hemos sido beneficiarios de ningún plan de ayuda gubernamental y recuperar la salud del negocio va a tardar años. Los menos fuertes debemos apoyarnos entre todos”, afirman los hosteleros Jaime y Carlos. María Ibarretxe recuerda que “el sector artístico está paralizado. Si ya de por sí la incertidumbre es una constante en nuestra profesión, ahora este abismo es aún mayor. Los protocolos de seguridad son decisivos a la hora de poder retomar o no nuestra actividad y nos obligan a estar en una cuerda floja e imaginar el peor de los escenarios”.
Pese a las enormes dificultades de todos estos testimonios, Cristina Cendoya prefiere lanzar un mensaje de optimismo, el mismo que transmite el lema ‘Menos virus. Más sanidad’: “Pese a que el panorama es desolador, vemos luz al final del túnel. Estamos viviendo un repunte de concienciación de la compra en comercio local y un cambio de prioridades muy importante que juega a nuestro favor. Un nuevo consumidor responsable que comprará menos y mejor y que buscará productos más duraderos, valiosos y responsables”. Dudas y temores frente a cohesión, valores y sentido de comunidad. Con la SanidadPorBandera.org, la importancia de poder estar sanos implica también mirar al futuro con esperanza.
Lydia Lamptey tiene un negocio de comida preparada en Mataheko-Accra, Ghana
Una floristería en Madrid durante la fase 0,5 del estado de alarma decretado durante la crisis del Covid-19 | © Daniel González/GTRES