La falta de recursos y la escasez de personal han estado en el centro del debate en España desde el inicio de la crisis sanitaria. Pero cuando se trata de un fenómeno global, es necesario mirar fuera para ver cómo está siendo la respuesta de otros países a la pandemia. Sobre todo, allí donde el impacto de la COVID-19 es más difícil de analizar y donde los sistemas sanitarios son más débiles. Según la Organización Mundial de la Salud, entre 29 y 44 millones de personas podrían contagiarse en África en este primer año. Basta con observar los datos de la OMS que muestran la fragilidad de los sistemas sanitarios en el continente africano: 1 cama cada 1.000 habitantes en Togo, 0,9 en Ghana y 0,5 en Benín.
“Nos protegemos como podemos, teniendo en cuenta que nuestros recursos son muy limitados y que estamos centrados en otras enfermedades e infecciones”, afirma Elizabeth Quarshie, trabajadora del centro de salud Anum Apapam de Mamprobi, en Ghana. En Lomé, capital de Togo, solo hay un hospital de referencia para atender a todos los pacientes infectados. Gloria Agblenyo es matrona en la clínica de la Asociación por el Bienestar Familiar y asegura que “el impacto de la pandemia es enorme, la población tiene miedo. Nos hacen falta más centros de referencia y personal para atender a los pacientes”.
Un informe reciente de la agencia Reuters, publicado a principios del mes de mayo, cifra en 200 los respiradores con los que cuenta Ghana, mientras que Togo solo cuenta con 15. Benín anunció en marzo la compra de 200 ventiladores mecánicos. Wilhelmina Tiwah ejerce tareas de prevención en el distrito de Mpohor, en Ghana, y reclama “más habitaciones, salas de aislamiento y unidades de cuidados intensivos para los enfermos más críticos”. Tiwah pone en relieve “la necesidad de educar a las comunidades para que cumplan y entiendan todas las directrices. Es aquí donde la labor del sistema público de salud está siendo realmente muy importante”.
Elizabeth Quarshie, trabajadora del centro de salud Anum Apapam de Mamprobi, en Ghana
Wilhelmina Tiwah ejerce tareas de prevención en el distrito de Mpohor, en Ghana
Wilhelmina Tiwah en su trabajo sobre terreno en Ghana
El testimonio de las personas que trabajan sobre el terreno en proyectos de ayuda internacional es especialmente revelador. Anesvad lleva 50 años comprometida con el Derecho Humano a la Salud y centra su trabajo en el África Subsahariana, donde se concentra el 90% de la carga mundial de las Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) que afectan anualmente a más de 1.000 millones de personas. Hermione Amoukpo, colaboradora de Anesvad en Benín cuenta que “las actividades relacionadas con los proyectos cofinanciados por la Fundación han tenido que ser suspendidas”. En Benín, gracias a un proyecto promovido y financiado por Anesvad, el gobierno del país ha reforzado su capacidad de combatir las ETD a través del Programa Nacional de Lucha contra la lepra y la úlcera de Buruli. Para hacer frente a las consecuencias de la COVID-19, Amoupko aboga por que “las poblaciones más vulnerables reciban ayudas para salir adelante. También debemos concienciar sobre la aplicación de gestos barrera y el distanciamiento social”.
Sin embargo, Koffi Fombo, que monitoriza programas de Anesvad en Togo, advierte que “el precio de mascarillas, geles hidroalcohólicos y artículos de higiene ha aumentado, y en algunos casos se han agotado las existencias”. Anesvad lleva trabajando en Togo desde 2010 con un plan enfocado a la detección de las ETD mediante el apoyo al personal sanitario y la organización de talleres de capacitación. Fombo lamenta que “ha habido dificultades para recibir informaciones fiables sobre los casos de COVID-19. El gobierno hace públicas las cifras, pero algunos ciudadanos lanzan en las redes sociales muchos mensajes que afirman que las cifras reales son mayores que las oficiales”.
Hermione Amoukpo, colaboradora de Anesvad en Benín
Este mensaje cobra aún mayor relevancia en los lugares más olvidados del planeta, donde no está garantizada una cobertura universal para afrontar el virus. Desde Anesvad se está prestando apoyo en los planes de contención contra la COVID-19 a través de repartos masivos de equipos de protección individual, garantizando una higiene básica contra el contagio y realizando labores de sensibilización para dar a conocer la enfermedad y sus síntomas, todo ello sin olvidar los programas de refuerzo alimentario para combatir la malnutrición. Se trata de atender necesidades urgentes, pero con una visión a largo plazo.
Justo lo que defiende Gabriel Díez, responsable de Cooperación Internacional e Incidencia Política de la Fundación Anesvad en su tesis titulada ‘La importancia del fortalecimiento de los sistemas públicos de salud para hacer frente a las emergencias sanitarias’: “Para que los efectos perduren, hay que tener en cuenta las potencialidades reales de los países para desarrollar proyectos y poder asegurar su continuidad una vez que la ayuda internacional finalice”. Se trata de potenciar el mensaje ‘Menos virus. Más sanidad’, porque solo con la SanidadPorBandera.org, es posible fortalecer los sistemas sanitarios, sobre todo los más débiles.
Laurence Kevo en el laboratorio del Centro de Salud de Lalo en Benín
Gabriel Díez, responsable de Cooperación Internacional e Incidencia Política de la Fundación Anesvad