Unos lo llaman improvisación, otros prefieren hablar de capacidad de adaptación. La realidad demuestra que, ante una situación excepcional y desconocida a nivel global, la única respuesta eficaz ha estado en la fuerza de los sistemas de salud. En España, y en aquellos países donde una sanidad pública y universal ha conseguido plantarle cara al virus.
“Esta crisis va a suponer un antes y un después en lo social, en lo económico, pero también en lo sanitario. Hay que dejar de ver a los sistemas de sanidad públicos solamente como un gasto y verlos como una inversión”. Quien habla conoce bien la experiencia a la que se han enfrentado las instituciones ante esta pandemia sin precedentes. Pepe Quintas, subdirector de Aseguramiento y Contratación Sanitaria del Gobierno Vasco, reconoce que “ha habido que cambiar, casi sobre la marcha, muchas estrategias y planes de actuación, fundamentalmente por el desconocimiento científico que se ha tenido, y todavía se tiene, de la COVID-19”.
En el momento más crítico de la epidemia, el crecimiento de personas infectadas que necesitaban camas de hospitalización y de UCI fue exponencial, lo que supuso “una reorganización funcional y estructural de los centros del Servicio Vasco de Salud como nunca antes se había visto y en tiempo récord”. Quintas, médico de profesión y dedicado a la gestión y administración sanitarias desde hace 33 años, no duda en valorar la actitud y la profesionalidad de los trabajadores del sistema sanitario y social. “Se les ha llamado héroes pero, paradójicamente y en el mismo grado, también han sido víctimas”. Según datos del Ministerio de Sanidad, a mediados del mes de mayo la cifra de positivos en este colectivo superaba los 50.000 afectados.
Pepe Quintas, subdirector de Aseguramiento y Contratación Sanitaria del Gobierno Vasco
Sanitarios del Hospital 12 de Octubre demuestran su apoyo a la sanidad pública | © Daniel González/GTRES
Pero mientras en España se aplana la curva de contagios y el debate se centra en cómo afrontar la desescalada, el coronavirus castiga con dureza a los países más pobres del mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advierte que África podría convertirse en el próximo epicentro de la pandemia y la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (UNECA) estima que podrían alcanzarse los 123 millones de casos este año y 300.000 personas podrían morir por esta enfermedad, aunque es imposible saber el número real de infectados por las dificultades para realizar test masivos.
En Ghana, Priscilla Fosuhemaa, enfermera de la Policlínica de Mamprobi cuenta que “del mismo modo que esta pandemia aterroriza a la gente, nosotros también estamos asustados. El COVID-19 ha supuesto un cambio drástico de nuestro sistema sanitario, con medidas extras de precaución, aunque no tenemos suficientes EPI y nos las apañamos con lo que tenemos”.
"En Lalo, Benin, hay un médico por 130.000 habitantes", explica Miren Hualde, Responsable de Comunicación de Anesvad, y eso hace que en muchas ocasiones las personas se desplacen durante horas y recorran kilómetros con condiciones de penuria que no pueden quedar sin atención. El esfuerzo y dedicación de los profesionales de la salud no conoce fronteras. “Cuando entramos en contacto con un supuesto caso de contagio y tenemos que ir a casa para hacer una cuarentena autoimpuesta, resulta descorazonador que se te niegue hacer aquello que amas”, asegura Fosuhemaa. "Allí, saben cuándo empiezan pero nunca cuándo acaban, aunque están muy satisfechos de contribuir a mejorar la salud de las poblaciones más vulnerables y para las que son su único recurso”, asegura Hualde.
Priscilla Fosuhemaa, enfermera de la Policlínica de Mamprobi
Yves Barogui, médico en Benín
Al esfuerzo de los sanitarios se suma la solidaridad demostrada por asociaciones y ciudadanos anónimos dispuestos a ayudar. “La respuesta ha sido espectacular”, señala Pepe Quintas que destaca sobre todo “el ofrecimiento de colaboración de profesionales sanitarios jubilados o el voluntariado individual para ofrecer apoyo a personas mayores o con discapacidad que viven solas o con escaso soporte familiar. También se han recibido multitud de donaciones altruistas de fundaciones, empresas, clubes deportivos y ONG”. Una de ellas es Anesvad, que firmó un doble acuerdo con el Servicio Vasco de Salud y el Ministerio de Sanidad para la compra de más de 55 respiradores y material sanitario para aliviar a los hospitales más saturados.
Tras 50 años de experiencia trabajando para promover y proteger el Derecho a la Salud, sobre todo de las personas más olvidadas y vulnerables, Anesvad da un paso al frente más allá de la colaboración con las administraciones públicas. Para cohesionar a la sociedad en torno a una bandera blanca y un único lema: ‘Menos virus. Más sanidad’. Porque lo único que de verdad importa es poder estar sanos, el movimiento SanidadPorBandera.org nace para dejar a un lado nuestras diferencias y concienciarnos de la importancia de contar con una sanidad fuerte, pública y universal, y más en los sistemas sanitarios más debilitados. Porque si la sanidad se para, se para todo.