El cierre definitivo del complejo minero de Peñarroya tuvo lugar el 31 de diciembre de 2012 pero para entonces 835 hectáreas ya habían sido recuperadas. Desde sus inicios en 1961 la explotación había estado al cargo de ENCASUR (Empresa Nacional Carbonífera del Sur S.A.) y cuando en 1983 ENDESA entró en su accionariado se comprobó que, ante la ausencia de legislación restauradora, hasta ese momento no se había realizado ningún trabajo de restitución, por lo que aplicó en Peñarroya su propuesta para los espacios mineros.
La huella de la minería en el paisaje era notable por lo que ENDESA estableció que en la planificación y desarrollo de sus proyectos mineros fuera prioritaria la rehabilitación del terreno afectado. Siempre, según su plan, para conseguir un resultado final que mejorara las condiciones iniciales que allí se daban antes de la minería.
Conseguir un equilibrio entre el aprovechamiento del carbón y la recuperación de los terrenos afectados pasó a ser básico, así se podría llevar a cabo un desarrollo sostenible y la minimización de las afecciones medioambientales.
Obteniendo superficies de terreno estables e integradas en el paisaje en un futuro se podría conseguir un uso productivo de ellas, restableciendo así la función del ecosistema preexistente. Para conseguir las condiciones idóneas del terreno ante su rehabilitación se llevaron a cabo labores de conformación y descompactación para permitir así la filtración del agua y la penetración de las raíces, vertiendo nuevas tierras vegetales en la superficie.
Una vez acondicionado el terreno se pudo revegetar durante dos campañas agrícolas para proporcionar al suelo una cubierta herbácea que lo protegiera de la erosión. La plantación de arbustos y árboles autóctonos fue el último paso para conseguir un ecosistema similar al que en su origen había antes de la actividad minera.