El renacer de Andorra: de la extracción de lignito a hogar de frutales y viñedos

Un proceso complejo y de alta responsabilidad

La recuperación de los terrenos es un proceso complejo y de alta responsabilidad, especialmente cuando las condiciones climáticas son adversas. Ese es el caso de Andorra, en Teruel, donde la aridez del entorno convirtió las labores de restauración en un reto aún mayor. A pesar de ello se consiguió devolver la agricultura allí donde durante décadas se habían llevado a cabo trabajos de minería, en primer lugar mediante el cultivo de cereales y posteriormente con plantaciones de frutales, olivos y viñedos, permitiendo así el aprovechamiento natural de sus tierras.

El antes y el después de Andorra

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41 años de actividad minera

En 1972 ENDESA adquirió los activos mineros de la cuenca andorrana en los municipios de Alloza, Gargallo y Estercuel y los trabajos de explotación de carbón perduraron hasta 2012. En un principio se basó en minería subterránea pero fue a partir de 1981, con la apertura de la Corta Alloza, cuando se comenzó la paulatina sustitución de las explotaciones de interior por las de cielo abierto, lo que permitió aumentar la productividad a la vez que se disminuyeron los costes.

Las explotaciones en superficie tienen un impacto visual importante por lo que desde un primer momento se optó por llevar a cabo un proceso de minería de transferencia, un método que compagina la explotación y la restauración desde los inicios de los trabajos rellenando los huecos con el material estéril resultante de la extracción para, de este modo, reducir al máximo el tiempo de recuperación de la zona afectada.

En 1990 llegó un periodo de reestructuraciones en la minería, una etapa de racionalización, modernización y reorganización del sector del carbón impulsada por la Unión Europea, lo que dio paso a una progresiva reducción de la actividad.

Tras 41 años de trabajos y un total de 41,6 millones de toneladas de lignito extraído el cierre de la Corta de gargallo Oeste (Estercuel) en 2012 puso fin a las actividades mineras en Andorra, dando vía libre a un proceso de recuperación medioambiental que supuso todo un reto para la empresa dadas las condiciones climáticas del terreno.

Carbón

Un proceso de restauración comprometido

En un primer momento la falta de experiencia previa en tareas de restauración y la ausencia de metodologías externas aplicables hizo que desde sus inicios las tareas se realizaran de manera autónoma siguiendo un planteamiento de “aprender construyendo”. En las plataformas era relativamente sencillo recuperar el uso agrícola del terreno pero en las escombreras de materiales estériles las pendientes eran muy pronunciadas y poco naturales.

A partir de 1986 se modificaron los criterios y se procedió a reducir las pendientes y a moldear un paisaje más armonioso y naturalizado, de manera que se consiguiera una integración paisajística con el entorno circundante.

Para llevar a cabo una regeneración vegetal estable lo primero era mover y preparar las tierras, conseguir una superficie lo más regular posible, para seguidamente proceder a la revegetación y recuperación de plataformas y taludes. El objetivo de este proceso es conseguir que los terrenos modificados y alterados por las labores de minería gocen de una nueva vida, mediante el uso agrícola de las plataformas obtenidas y la implantación de masas forestales en los taludes de escombrera se garantizó una buena integración paisajística, y además, como elemento diferenciador de un proceso de restauración estándar, se dedicaron algunas superficies a la creación de humedales, donde la flora autóctona y el asentamiento de aves migratorias acuáticas fuera posible.

Para que esto fuera posible primero fue necesario dar forma a los vasos receptores, para después impermeabilizar las superficies y crear las infraestructuras necesarias para el aporte del agua. Con todo listo sólo quedaba implantar la vegetación autóctona y controlar la calidad del agua embalsada.

ENDESA, como responsable tanto de la explotación como de la rehabilitación del terreno, llevó a cabo todo el proceso con la firme intención de que el nuevo espacio creado pudiera convivir en armonía con el marco natural, difuminando así la huella de la minería extractiva gracias a la acción minera restauradora. En 2016, tras un laborioso proceso de restauración medioambiental sostenible, se llevó a cabo el cierre del centro minero de Andorra.

865

Hectáreas restauradas

796.000

Nuevos árboles plantados

Frutales, olivos y viñedos

El aprovechamiento de lo que un día fue el centro minero de Andorra llegó gracias a la agricultura. Primero, y como forma de estabilización de los terrenos, mediante el cultivo de cereales, y después, en una segunda fase, gracias a plantaciones de árboles frutales, olivos y extensiones de viñedos. Uvas, por cierto, de las que se ha podido elaborar un vino propio bajo la etiqueta “Viña Alloza”.

En definitiva fueron un total de 865 hectáreas restauradas, terrenos recuperados en los que se plantaron 796.000 árboles y en los que se ha logrado un desarrollo sostenible gracias a la política de responsabilidad social corporativa de la empresa.