“LA SITUACIÓN ACTUAL NOS HACE ESTAR MUY VISIBLES PORQUE LAS ENFERMERAS ESTAMOS EN PRIMERA LÍNEA”

Desde Costa de Marfil, Benín, Togo, Madrid a Euskadi; las enfermeras siguen siendo piedra angular de la salud

Fabiola Barranco | 07·04·2021

“Puestas las dos primeras vacunas de mayores entre 97 y 100 años. Orgullosa de la Sanidad Pública”. Escribía Carmen Rodríguez en un mensaje de Whastapp, el pasado 25 de febrero. Aquel día comenzaba en España la campaña de vacunación contra la COVID, para mayores que vivieran fuera de residencias de ancianos. Y esta enfermera de un centro de atención primaria del madrileño barrio de Puente de Vallecas, lo celebraba así. Y no es para menos. Desde entonces, Rodríguez inocula cada día dosis contra el virus, pero también dosis de esperanza para un personal sanitario que lleva más de un año soportando una presión sin precedentes y que sigue sorteando repuntes.

“De repente pasamos de tener 200 camas UCI a tener 270. El material que había no llegaba. Hacíamos lo que buenamente podíamos con lo que había”, recuerda la enfermera Leire Ponte, que vivió los momentos más duros de la pandemia desde el Hospital de Cruces de Bilbao. Una situación límite que sacudió nuestras vidas como un terremoto a gran escala, pero, en este caso con réplicas en todos los lugares del mundo y que ha hecho tambalear los cimientos de los sistemas sanitarios.

Pauline Murielle Demisere es madre de tres hijos y enfermera en la unidad de reanimación del Hospital Maternoinfantil de Costa de Marfil. Reconoce estar siempre alerta ante los daños que la COVID-19 pueda ocasionar sobre la ya debilitada atención primaria. “Al comienzo de la pandemia vivimos momentos de enorme estrés, no solo por la información que recibíamos y por la aplicación estricta de las medidas preventivas, sino porque estábamos expuestas al riesgo de contagio” asegura.

Pauline Murielle Demisere, enfermera en la unidad de reanimación del Hospital Maternoinfantil de Costa de Marfil

Pauline Murielle Demisere, enfermera en la unidad de reanimación del Hospital Maternoinfantil de Costa de Marfil | © Anesvad

Rosalie Sessi, enfermera en la Polichinelle Wossinu y Gbogbo de Lomé, la capital de Togo

Rosalie Sessi, enfermera en la Polichinelle Wossinu y Gbogbo de Lomé, la capital de Togo | © Anesvad

Algo que también comparte Rosalie Sessi, que trabaja en la Polichinelle Wossinu y Gbogbo de Lomé, la capital de Togo. “Somos nosotras las que corremos mayores riesgos de contagio, pues tratamos a estos pacientes con cercanía hasta que abandonan el centro”.

Un temor nada descabellado. Al menos 17.000 profesionales de la salud han fallecido por COVID-19 en el último año, como recoge un nuevo estudio a nivel global, de Amnistía Internacional, Internacional de Servicios Públicos (ISP) y UNI Global Union.

Cifras que revelan una triste realidad que afecta especialmente al personal de enfermería, si se tiene en cuenta que se trata del grupo ocupacional más numeroso del sector de la salud, ya que representa aproximadamente el 59% de las profesiones sanitarias. Otro dato significativo es que sigue siendo una profesión feminizada: aproximadamente el 90% del personal de enfermería son mujeres. Aunque, por otro lado, la brecha de género y la barrera para acceder a puestos directivos sigue siendo latente y amplia.

El año de las enfermeras, el año que garantizaron la salud global

El papel tan relevante que desempeñan estos y estas profesionales en la sociedad, llevó a la Organización Mundial de la Salud a declarar 2020 como el Año Mundial del Personal de Enfermería y Partería. Un reconocimiento anunciado desde 2019 y que se prolongará hasta 2021, por ser el eje vertebrador de los sistemas sanitarios en cualquier lugar y que la pandemia ha sacado a relucir.

“La situación actual nos hace estar muy visibles porque las enfermeras estamos en primera línea”, reclama Pilar Lekuona, presidenta del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa (COEGI). Lekuona habla con conocimiento de causa cuando señala a los y las trabajadoras de enfermería como pieza indispensable para aplacar la pandemia. Ella lo sabe bien. Es enfermera con más de 30 años de experiencia atendiendo especialmente a la población más envejecida, un colectivo que el nuevo coronavirus ha puesto en la diana.

Una amenaza que también se está dejando ver en contextos más empobrecidos, donde el personal de enfermería atiende a personas en situación de vulnerabilidad afectadas por otras enfermedades olvidadas, donde Anesvad empeña sus esfuerzos en reforzar el trabajo de las enfermeras a través de la capacitación y formación. Porque, como resume Claude Azalaou, enfermero titulado y técnico superior en dermato-leprología en el Programa Nacional de Lucha contra la Lepra y la Úlcera de Buruli en Benín: “la enfermera es quien trata a los pacientes. Es un eslabón muy importante del sistema sanitario”.

Claude Azalaou, enfermero titulado y técnico superior en dermato-leprología en el Programa Nacional de Lucha contra la Lepra y la Úlcera de Buruli en Benín

Claude Azalaou, enfermero titulado y técnico superior en dermato-leprología en el Programa Nacional de Lucha contra la Lepra y la Úlcera de Buruli en Benín | © Yanick Folly

La enfermería sigue enfrentándose a la escasez de personal y material

Durante los meses más duros del confinamiento en España, cada día a las ocho de la tarde, los aplausos al personal sanitario salían de las ventanas y balcones, rompiendo así con el silencio de las calles vacías. La revista TIMES incluyó a las enfermeras Amy O’Sullivan y Bunny Castillo, en su célebre listado de las 100 personas más influyentes del pasado año. Bansky sorprendió al mundo con una obra en la que aparecía un niño jugando con enfermera como icono de todo el personal sanitario y cuya multimillonaria recaudación fue donada a reforzar el sistema de salud público británico. La enfermera Ana Ruiz, que atendió a pacientes en el hospital de campaña de IFEMA, en Madrid, fue la encargada de entregar el Goya a Mejor Película en la última gala del cine español. Estos son solo algunos ejemplos de una larga lista de homenajes y reconocimientos que se han extendido hacia estos profesionales.

Sin embargo, siguen enfrentándose a la escasez de personal y material que, en muchos casos les impide trabajar con garantías laborales y, en definitiva, debilitan los servicios y sistemas sanitarios públicos.

De estos efectos advierte la enfermera Pauline Murielle, que asegura que el sistema de salud marfileño es incapaz de retener y afianzar a su personal sanitario. “El mejor personal de la sanidad pública trabaja también en la sanidad privada, muchas veces por la mala calidad del equipamiento técnico. Parte de quienes trabajan en la sanidad pública abandonan su puesto en favor de la sanidad privada, que les ofrece un salario mejor”, advierte.

La enfermera Alice Kpotanme trabaja en el centro de salud de Atchonsa

La enfermera Alice Kpotanme trabaja en el centro de salud de Atchonsa | © Anesvad

Imanol Ferreira, enfermero en urgencias del hospital de Txagorritxu

Imanol Ferreira, enfermero en urgencias del hospital de Txagorritxu | © Alex Iturralde

En Benín, Alice Kpotanme trabaja en el centro de salud de Atchonsa, donde no hay un médico propio y son ellas las que se hacen cargo de los pacientes. Este centro carece de infraestructuras básicas de agua y saneamiento, algo que dificulta sobremanera la labor de Alice. “Carecemos de un punto de suministro de agua, lo que nos obliga a ir a comprar agua a un particular propietario de un pozo”. Además, se queja de que “el centro de salud de Atchonsa está rodeado de hierba y no está cercado en su totalidad, lo que no resulta seguro en absoluto debido al tránsito de reptiles por las instalaciones”, algo que interfiere con la correcta gestión y seguridad de los pacientes.

Aunque los sistemas sanitarios de Costa de Marfil, Benín y España son diferentes, Imanol Ferreira, es capaz de extraer un punto en común. “Esto de la pandemia nos ha servido para que todos veamos la importancia de la sanidad pública”, invita a reflexionar este enfermero que trabaja en urgencias del hospital de Txagorritxu y que pone en menester, “saber gestionar, cuidar y valorar” la sanidad pública.

En contextos en los que esta no existe o es muy débil, son los ingresos económicos los que condicionan a los pacientes el acceso, o no, de un tratamiento u otro. “Si los tienes puedes optar a un ingreso donde te administren oxígeno, te vigilen y te hagan controles; en cambio si no tienes dinero no puedes optar a eso. Yo me pongo en su lugar y me parece terrible. Además, habrá muchos más casos y la gente optará por su propia supervivencia. Son condiciones mucho más difíciles que las nuestras, que ya de por sí lo son”, señala Ferreira.

Esto demuestra que la COVID nos ha puesto a todos en la misma tesitura y solo se podrá frenar esta crisis, y otras futuras, dotando a sistemas sanitarios de personal formado y material suficiente. Sin las enfermeras, la sanidad se para. Y si la sanidad se para, se para todo.

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