Mogotes, guajiros y aroma a tradición:
un viaje al corazón de Viñales

Pablo González Pablo González | 29·mayo·2025
Esta joya natural del occidente del país combina paisajes espectaculares, tradición tabaquera y cultura campesina en uno de los valles más sorprendentes del Caribe.

Las carreteras hacia este municipio trazan curvas suaves y van dejando atrás cientos de palmas reales. Al final del trayecto, el paisaje cambia de golpe: el valle de Viñales se abre como un secreto bien guardado, con sus mogotes, esas montañas que parecen redondeadas a mano con la palma haciendo círculos sobre la bancada de la cocina, surgiendo de pronto una alfombra verde y espesa. Es parte de la Cuba más rural y auténtica, que se deja ver todavía sin filtros ni grandes transformaciones.

Este municipio de Pinar del Río es una combinación de naturaleza, historia, vida campesina y tabaco. Una de las primeras paradas imprescindibles por aquí es el mirador de Los Jazmines, una primera vista perfecta del valle, casi cinematográfica: un hotel pintoresco, con fachada de color rosa suave, asoma desde su piscina y sus balcones a una increíble postal panorámica con alguna casa de guano, conocida así por el material con el que se hace el techo, y mogotes desperdigados sin orden, como colocados por alguien que espolvorea bolas de nieve.

Parque de la Fraternidad

Valle de Viñales | © Pablo González

Estos son los verdaderos guardianes de Viñales, los mogotes. Son montañas de piedra caliza que aparecen como balas de cañón cubiertas casi por completo de verde. Su origen se remonta a millones de años atrás, cuando los sedimentos marinos se fueron transformando hasta dejar a la vista estas moles redondeadas, que alcanzan hasta 300 metros de altura. Además de su papel en el paisaje, los mogotes cuentan con cuevas y con una biodiversidad única. Algo que llama la atención puesto que la cantidad de vegetación emergiendo de lo que, a simple vista, parece solo roca y nada más, no es muy habitual.

“Lo más bonito de Viñales para mí es esto”, cuenta Lázaro a pies de una de estas grandes formaciones. Es un joven cubano y trabaja en la brigada de mantenimiento del Mural de la Prehistoria, una obra de más de 600 metros de largo pintada, directamente sobre un mogote en 1961, por un grupo de 18 artistas dirigidos por Leovigildo González. Representa la evolución de la vida hasta los humanos. Allí, Lázaro y su compañero se encargan de quitar las matas que van apareciendo sobre la obra y de volver a colocar la pintura que se va perdiendo con el paso del tiempo. Lo hacen colgados, como escaladores.

Parque de la Fraternidad

Lázaro, de la brigada de mantenimiento del Mural de la Prehistoria | © Pablo González

“Para mí lo más bonito de Viñales es la Cueva del Indio”, desgrana el joven de su lista de preferidos. Esta cueva se encuentra no muy lejos de allí y es otra de las paradas obligatorias. Se trata de una cavidad de varios cientos de metros de longitud y que hoy se puede recorrer a pie y en lancha por su río subterráneo; la primera parte andando y después, para finalizar el trayecto, trazando una vuelta en una pequeña embarcación.

“Las estalactitas se reflejan en el agua mientras que el guía, con un puntero láser, te invita a coincidir con su criterio en cuanto a las formas que esconde el rincón: “Esta es un cocodrilo, esta otra son La Pinta, La Niña y La Santa María”. Al final del recorrido, la salida de la cueva regala una bocanada de luz y el exterior vuelve a mostrar esa vegetación de la zona, que sorprende de nuevo, esta vez por el contraste con el silencio húmedo del interior.

El eterno protagonista de Viñales es el tabaco. Y no uno cualquiera: muchos expertos dicen que aquí está el mejor tabaco del mundo. En las llanuras del valle, el cultivo se sigue haciendo a la manera tradicional. Allí trabaja Ariel, guajiro y jefe de una plantación de seis hectáreas, la mitad destinada al tabaco y la otra mitad a comida, con alimentos como yuca o malanga.

Una plantación de tabaco | © Pablo González

En octubre empiezan con los semilleros, a la orilla del río. Se prepara la tierra, se riegan las semillas y se cubren con hojas de palma real. Luego, se le echa agua a diario, y a los ocho días se quitan las hojas de encima. A los 45 días, las plantas habrán alcanzado veinte centímetros. Después, se trasplantan, y se quedan tres meses en la plantación hasta alcanzar el metro y medio de altura. Otros tres meses después, se cortan las hojas y se llevan al secadero. Allí se quedarán otro mes y medio hasta estar listas para utilizarse.

“Cuando el tabaco está listo, se le vende al gobierno el 90% de la cosecha”, explica el campesino. El 10% restante es para ellos, para emplearlo en la elaboración de puros o hacer con él lo que consideren.

Ariel, guajiro y jefe de una plantación, encendiéndose un puro | © Pablo González

La fermentación de su producción es natural. El guajiro hace grupos de cincuenta hojas de tabaco y las reúne en recipientes. Allí mezcla agua, miel, café, ron, guarapo, limón y canela. “Es como un cóctel”, dice Ariel. En ese recipiente se quedarán durante tres meses, sin sol, ni luz ni aire. El proceso es complejo, pero es que estamos hablando del mejor tabaco del mundo.

Los secaderos ofrecen una estampa peculiar. Son una especie de graneros de madera donde el tabaco cuelga como paso previo al oro que supone un habano. Ariel enrolla allí uno de los puros, hoja sobre hoja, con una técnica precisa, bajo el asombro de quienes no conocen ese mundo y las preguntas de quienes distinguen tipos de puros y de tanto en tanto esconden sobre el índice un Cohíba, un Montecristo, un Partagás o cualquier otra marca, y saben argumentar por qué la han elegido.

Más allá de las plantaciones, el centro de Viñales se organiza en torno al Parque Martí, con la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y la antigua Casa de la Cultura, edificio de la época colonial. En las calles de alrededor de esta plaza hay restaurantes y cafeterías. También casas convertidas en alojamientos, una forma muy habitual de visitar este lugar por un precio asequible. De esta manera, el visitante se lleva una experiencia más real y con un contacto directo con una familia cubana. Y le echan, casi seguro, una mano con todo: excursiones, horarios y consejos. Bien es sabido cómo es la gente de la mayor de las Antillas. #Atreveteavivirlo con Viajes Guamá, los mayores especialistas de Cuba para agencias de viajes.

Un campesino de Viñales | © Pablo González

Para Lázaro, el joven que trabaja en el Mirador de la Prehistoria, “el mejor bar para tomarse algo en Viñales es el 3J”, un negocio ubicado en una de las casas más antiguas del municipio. Hay varios otros en Viñales, un lugar tranquilo también por la noche, pero donde el que quiere encuentra música en directo. Y si no, una piña colada y para casa, que la historia de un guajiro y su plantación esperan pronto a la mañana siguiente.

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