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Un especial de

Las consecuencias de la invasión rusa en Ucrania van más allá de la escasez de productos lejos de sus fronteras. La población africana, en especial las personas que viven en contextos empobrecidos, se enfrenta a un momento de incertidumbre causada por el hambre y la falta de recursos.

Andrea Menéndez Faya · 30 de junio de 2022

El mundo atraviesa épocas convulsas. La pandemia de la COVID-19 puso en jaque a la sanidad y a la sociedad durante más de un año. Cuando pensábamos que la pesadilla estaba a punto de acabar, estalló la guerra en Ucrania. La inflación, la recesión económica y la inestabilidad política han hecho mella en Europa. ¿Qué situación encontramos en África?

La guerra supone un reto para las dependientes economías africanas que podría causar desestabilidad política. En febrero el precio de la energía subió un 7,7%, empujado el del petróleo del 11,5%, y el de la comida un 5,7%. Enyonam Afi D. vive en Tsévié, al sur de Togo, con sus dos hijos y su marido: “Para una familia de cuatro personas, las compras solían ascender a 1.500 francos al día —lo que equivale a 2,30 euros—. Ahora cuesta 3.500. Es decir, más de 5,30 euros. Semanalmente, gastamos 24.500 francos (37 euros) en lugar de los 10.500 (16 euros) de antes de la crisis ucraniana”.

El problema no es solo el aumento de los precios, sino el desnivel nutricional que traen consigo. La dieta semanal está compuesta por té con leche, pan, azúcar y crema. Pasta de mijo o maíz con salsa de sésamo, ademé, okra, gboma, tomate, mostaza y caldo, arroz con salsa de tomate y especias vegetales. Elaboran gachas con sorgo, maíz y fonio a los que añaden azúcar. “Antes se garantizaban tres comidas, ahora sólo puedo garantizar dos a mi familia, incluyendo el desayuno y la cena. No está claro que consigamos comer todas las comidas”, dice Enyonam Afi.

En África Occidental, el último trimestre de 2021 el precio medio de los alimentos subió un tercio por la inflación. El trigo es el mayor afectado, con un incremento del 181% en Costa de Marfil y Ghana, que llevó la inflación a dobles dígitos. Igual que en Egipto, la guerra de Ucrania ha llevado al gobierno marfileño a aumentar el gasto público, anunciando un paquete de 88 millones de dólares para combatir la escalada de precios. Además, ambos países sufren graves problemas para exportar cacao. Entre los dos, exportan el 60% del cacao mundial, y la producción se ve afectada por la falta de fertilizantes como el cloruro de potasio, proveniente de Rusia, un producto vital para la producción.

A pesar de ser líderes en la exportación de cacao, los agricultores de ambos países no tienen un salario que les permita vivir, por lo que recurren a sus hijos. En la última década, la tasa de trabajo infantil alcanzó el 41%. En Costa de Marfil, son 1,15 millones de niños los que realizan trabajos peligrosos en el sector, mientras que en Ghana son aproximadamente 800.000.

Togo: cómo el conflicto afecta a un país neutro

Togo es uno de los países más pequeños de África y sus 8 millones de habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza, situándose en el puesto 172 en el ranking PIB per cápita de los 196 países del mundo.En cuanto al Índice de Desarrollo Humano elaborado por las Naciones Unidas para medir el progreso de un país, los togoleses son de los ciudadanos que peor calidad de vida tienen.

Para Koffi Fombo, (Atakpamé, 35 años), coordinador de la presencia de Fundación Anesvad en el país, “Togo depende de las importaciones de productos básicos y combustibles. Cualquier conflicto que conlleve una fluctuación de los precios le afecta. Togo no tiene cooperación bilateral activa con Rusia. Aunque importa productos petroleros, gas y otros productos potencialmente producidos por Rusia, pero a través de otros países, sobre todo de Europa, América y Asia. El gobierno no informa oficialmente de cómo está la situación realmente”.

La carestía de estos productos —el precio de los combustibles ha pasado de 505 Francos a 595 para la gasolina súper, de 520 a 605 para el gasoil y la mezcla está ahora a 690 y estaba a 606—, unido a la inestabilidad por la guerra con los grupos terroristas de los países vecinos, Burkina Faso y Mali entre otros, con el reciente ataque sufrido en mayo en el que 15 personas perdieron la vida según el Ministerio de Seguridad togolés, provocan una situación de incertidumbre social y política.

“Los comerciantes se enfrentan a varias dificultades para abastecerse de productos básicos. Aparte de la subida del precio de los transportes, consecuencia de la subida de los combustibles, hay que destacar el cierre de las fronteras desde abril de 2020 hasta ahora. Oficialmente, se dice que los bienes pueden circular libremente, pero los comerciantes se ven extorsionados.

El gobierno ha creado una línea de atención para denunciar el aumento ‘exagerado’ de los precios de los artículos. Este dispositivo es complicado, o incluso diría ineficaz, porque no existe una lista oficial de precios y con la escasez de productos, cuando el consumidor encuentra un artículo, su primer reflejo es comprarlo aunque lo vendan a precio de oro, y no llamar para denunciar”, continúa Koffi Fombo.

La escasez afecta ya a productos básicos como el combustible, la leche, los cereales, el aceite y los condimentos. Los vendedores aumentan el precio de los productos sin rigor y por su propia voluntad. La leche, que costaba 350 francos en marzo de 2020, se vende ahora a 600, es decir casi el doble. El bidón de 25 litros de aceite vegetal ha pasado de 22.000 Francos en diciembre de 2021 a 27.000. A mediados de febrero, el alarmismo por la previsión de combustible produjo colas en las gasolineras y el combustible adulterado que se vende a pie de carretera duplicó su precio.

Con las personas más vulnerables

En cuanto a las labores de Fundación Anesvad y cómo afecta este entorno inestable a su trabajo, Koffi Fombo aclara: “Las actividades de la Fundación Anesvad se basan esencialmente en desplazarse hacia las personas beneficiarias. Para una consulta ambulatoria, por ejemplo, un equipo de cooperantes se desplaza a las comunidades para ofrecerles atención. Como el precio del combustible ha aumentado, aunque lo que se cuenta en Togo es el kilometraje, habrá un efecto indirecto. Con el aumento del precio del dólar, se notan dificultades para respetar las líneas presupuestarias. Cada material requiere transporte, y por tanto el precio de coste se incrementa”.

En general, la carestía de la vida afecta a todos los ámbitos de la vida, y como Anesvad orienta sus intervenciones a las personas vulnerables, esto es una brecha adicional que se ha creado en la vida de las diferentes personas beneficiarias. Por ejemplo, uno de los proyectos incluye un indicador para demostrar que el 80% de las personas beneficiarias son "capaces de asegurar al menos una comida completa al día para ellas y sus hijos e hijas", una cuestión que, hoy por hoy, supone un problema delicado para las familias.

Según cuenta Enyonam Afi D., “para una familia de seis personas, antes cada uno podía comer 100 francos CFA en el desayuno —lo que equivale a 0,15 euros—, 250 en el almuerzo y 300 en la cena, pero ahora, el desayuno es de 150, el almuerzo de 350 y la cena de 400. En enero, una familia compuesta por un marido, una mujer y cuatro hijos tenía que gastar 22.800 francos a la semana (alrededor de 34 euros), mientras que hoy tienen que gastar 37.800 (unos 57 euros) francos, es decir, un aumento de 15.000 francos o 23 euros más a la semana para los gastos del hogar”.

En la consulta ambulante organizada en la escuela de Davié, un médico coge una muestra de sangre de un niño sospechoso de tener pian

En la consulta ambulante organizada en la escuela de Davié, un médico coge una muestra de sangre de un niño sospechoso de tener pian.

© Álex Iturralde – Fundación Anesvad
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                                                    La ronda de exploración permite al equipo médico desplazado al colegio de Davié diagnosticar diferentes enfermedades de la piel.

La ronda de exploración permite al equipo médico desplazado al colegio de Davié diagnosticar diferentes enfermedades de la piel.

© Álex Iturralde – Fundación Anesvad
La sensibilización es clave para detectar y tratar las Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) como la úlcera de Buruli, la lepra o el pian.

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© Álex Iturralde – Fundación Anesvad
Dominique Tchalim, responsable interino del Programa Nacional de lucha contra las ETD del Ministerio de Sanidad togolés, visita una de las consultas ambulantes financiadas por Fundación Anesvad.

Dominique Tchalim, responsable interino del Programa Nacional de lucha contra las ETD del Ministerio de Sanidad togolés, visita una de las consultas ambulantes financiadas por Fundación Anesvad.

© Álex Iturralde – Fundación Anesvad
Adultos y niños de Davié asisten a una charla de sensibilización contra las ETD.

Adultos y niños de Davié asisten a una charla de sensibilización contra las ETD.

© Álex Iturralde – Fundación Anesvad

Los conflictos armados, principal preocupación

La situación de inestabilidad derivada de la crisis económica en estos países, supone un peligro para la salud pública. Los conflictos armados son una de las causas más importantes de mortalidad y enfermedades a lo largo de la historia. Por un lado, están las muertes en combate, por el otro las heridas de guerra que, sumadas a la falta de servicios sanitarios, ayudan a la propagación de enfermedades y la falta de inmunización.

Los conflictos armados que asolaron en el pasado a países como Costa de Marfil (con dos guerras civiles ya en este siglo), provocaron un caos en la atención sanitaria: robos y ataques a hospitales que causaron brotes de cólera, sarampión, meningitis y polio, así como el aumento de la malnutrición infantil que pasó a afectar a uno de cada tres niños. En la situación actual, con la carestía del precio del trigo y las dificultades de las familias para ofrecer más de una comida al día, esas tasas podrían multiplicarse. Si la creciente sensación de desprotección terminase en otro conflicto, la consecuencias podrían dispararse.