Viñedos de la Denominación de Origen Cariñena

Denominación de Origen

El Vino que Nace de las Piedras: esencia y tradición milenaria de la D.O. Cariñena que da vida a creaciones únicas y modernas.

El secreto de las piedras

El lema de “El vino que nace de las piedras”, que identifica a todos los vinos de la D.O., resume perfectamente una de sus principales señas de identidad: sus suelos pedregosos, que proporcionan condiciones únicas para el cultivo de la vid. Un terreno más difícil de trabajar, pero del que nacen uvas más concentradas, intensas y aromáticas.

Además, la Denominación destaca por su diversidad de terrenos y altitudes, mucho mayor que en otras zonas. Un estudio sobre la caracterización de sus terroirs diferenció seis grandes tipos de suelo, cada uno con sus propias particularidades. Esta diversidad permite sacar el máximo partido a distintos vinos, dotándolos de originalidad y de gran variedad de olores y colores.

Suelos pedregosos de Cariñena

Calidad de siglos

Los testimonios de la bondad y fama de los vinos de Cariñena se remontan al siglo III a. C., en época romana, y no dejan de sucederse a lo largo de los siglos. En uno de los más conocidos, el filósofo y escritor Voltaire agradecía así al conde de Aranda el envío de vinos de su bodega en Almonacid de la Sierra: “Si este vino es de vuestra propiedad hay que reconocer que la tierra prometida está cerca”.

Pero si el medio natural ofrece unas condiciones idóneas para el cultivo de la vid, no ha sido menor la preocupación por la calidad de los agricultores y bodegueros. Ya en 1696, los vecinos aprobaron el “Estatuto de la Vid”, que limitaba las plantaciones de viñedos en función de la calidad de la tierra. También en 1932 se constituyó como una de las primeras Denominaciones de Origen de España, y desde entonces ha estado siempre en la vanguardia.

Barricas y tradición vitivinícola de Cariñena

Cuna de uvas

Otra de las mejores pruebas de la unión entre el territorio de la Denominación de Origen Cariñena y el vino es que cuenta con dos uvas emblemáticas, ahora extendidas y apreciadas por todo el mundo, y que, evidentemente, tienen en su lugar de origen las mejores condiciones para su cultivo.

La garnacha tinta, oriunda de Aragón, es la uva más característica de la D.O. Representa un tercio de la producción actual. Es una uva óptima tanto para elaborar vinos jóvenes afrutados, como perfectos crianzas y reservas. También brilla la uva autóctona cariñena, único caso en el mundo en el que una región vinícola y una variedad comparten nombre. La cariñena despierta cada vez más interés entre los enólogos. Otras variedades destacadas son la tempranillo, la cabernet sauvignon y, en blancos, la macabeo.