"Mi nieta tose mucho y tiene fiebre. Se le hincha el cuello", relata la abuela de Sura Kathu Taslima, de apenas dos años, mientras su nieta solloza en sus brazos. "No sabía qué era la difteria. Escuché el aviso y la traje", declara esperando su turno en el centro de vacunación habilitado por UNICEF (el Fondo de Naciones Unidas para la infancia) para tratar de prevenir la difteria o "gola jula", como es conocida en el idioma de los rohingya. Al final de la cola, un doctor sentado en una silla de plástico administra la vacuna a la pequeña Asma Bibi, de ocho años, la última de los más de 390.000 niños que han recibido el tratamiento.
Las enfermedades respiratorias y las que son transmitidas por el agua se consideraban hasta ahora los principales riesgos en los campos de refugiados rohingya, pero un nuevo brote de difteria ha afectado desproporcionadamente a niños menores de quince años y está teniendo consecuencias dramáticas. Más de 4.000 personas contrajeron esta enfermedad solo en el mes de enero, de las cuales, 32 murieron. 24 de ellas eran niños.
El 75% de los casos de difteria se dan en menores; se trata de una enfermedad mortal, aunque fácilmente prevenible, que se transmite por el aire en condiciones de poca higiene. Afecta a la piel y a la garganta y puede llegar a obstruir las vías respiratorias de los bebés y niños causando fallos cardíacos, parálisis y, en última instancia, la muerte. Una ronda básica de tres dosis de vacuna, administradas en el curso del primer año de vida, sienta las bases para adquirir inmunidad vitalicia, pero es un tratamiento que muy pocos rohingya han recibido.
"Tengo que buscarles, porque no quieren venir, algunas veces nos ven, se asustan y salen corriendo", declara Shahena, una asistente sanitaria de una ONG local en el asentamiento improvisado que los refugiados rohingya han levantado junto al campo de Kutapalong, en el lado bangladesí de la frontera con Myanmar. "Incluso creen que vamos a secuestrar a sus hijos". Desde lo alto de una colina, otro trabajador humanitario, megáfono en mano, envía un mensaje al aire del inmenso campo de refugiados: "Es una enfermedad muy peligrosa. Ve al líder de tu comunidad y vacúnate".
Pese a que la situación sanitaria es ya de por sí complicada, lo peor podría estar por llegar. No en vano, cuando los campos levantados sobre terrenos arenosos y pendientes escarpadas se vean anegados durante la próxima temporada de los ciclones, enfermedades que se propagan por medio del consumo de agua contaminada, como el cólera o la diarrea acuosa, podrían causar miles de muertes.
"Sabemos que mucha gente vive en zonas que se verán completamente inundadas, así como un gran número de servicios en esas áreas, por lo que es previsible que el acceso a la sanidad y a otros servicios se vean considerablemente mermados", declara Viviane Van Steirteghem, la jefa de la oficina de UNICEF en Cox's Bazar.
La llegada del monzón afectará gravemente a unos 100.000 refugiados rohingyas, 60.000 de los cuales son niños. Las aguas, con toda seguridad, destruirán tiendas, letrinas, baños portátiles, bombas de agua... lo que propiciará la aparición de brotes de enfermedades como las citadas anteriormente. Para rematar, las lluvias previsiblemente bloquearán muchos accesos, lo que complicará aún más los trabajos de auxilio.
Ante este previsible y grave panorama, el trabajo de prevención se torna clave, aunque desde UNICEF alertan de que los trabajadores humanitarios requieren urgentemente más medios para poder hacer frente a una más que posible catástrofe sanitaria. El monzón está cada día más cerca y los recursos para combatirlo siguen siendo insuficientes.
Los esfuerzos liderados por el Gobierno bangladesí y UNICEF para mejorar los campos han logrado causar cierto impacto positivo, pero sigue habiendo un espacio muy escaso para los recién llegados y los refugiados están en condiciones de hacinamiento en algunas zonas. Igualmente, las instalaciones sanitarias necesitan ser ampliadas a medida que crece la población refugiada. Hay cinco centros en construcción para el tratamiento de la diarrea y existen planes para seis nuevas clínicas que proporcionarán servicios de ambulatorio, camas y observación de casos de maternidad, pero los demás proyectos dependen de la obtención de fondos para su realización.
Una campaña de vacunación es una acción relativamente sencilla y barata que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas en una crisis humanitaria como esta. Sin ir más lejos, el cólera solo requiere una simple vacuna oral para combatirlo, pero, si no se trata a tiempo, puede causar la muerte de un niño en cuestión de horas.
Desde septiembre de 2017, UNICEF ha desarrollado seis campañas a gran escala para inmunizar a niños contra el cólera, el sarampión, la rubeola, el tétanos, la poliomelitis, la tos ferina, la Hepatitis B y la difteria. Muchos de estos niños habrían muerto de enfermedades fácilmente prevenibles si no hubieran recibido la vacunación. Nuevas campañas están proyectadas para los próximos meses, aunque su puesta en marcha depende de los fondos recaudados.
Andreas Hasman, el especialista regional en inmunización de UNICEF se muestra optimista con el futuro, aunque admite que más ayuda será necesaria para poder implementar los programas previstos: "Creo que estamos en una buena situación para ganar esta batalla, pero requerirá un gran esfuerzo, especialmente cuando llegue la temporada de lluvias y la respuesta se vuelva aún más necesaria".
Los niños rohingya se enfrentan a una nueva amenaza: el monzón. Ayúdanos a salvar sus vidas. Dona ahora y contribuirás a que estos niños puedan tener vacunas para combatir enfermedades en una emergencia como esta.
Conoce en detalle cuáles son los retos a los que se enfrentan los rohingya con la llegada del próximo monzón: sus vidas, sus infraestructuras y sus precarias construcciones están en peligro