Envuelto en una toalla, en los brazos de su madre, el pequeño Mohamed mantiene su mirada perdida hacia la lona que sirve como techo del centro médico. El bebé de seis meses apenas se mueve y lleva atada una cinta métrica en la muñeca que indica 9 cm. Mohamed padece desnutrición aguda grave, una condición que puede ser mortal.
"No puedo alimentar adecuadamente a mis hijos. Están adelgazando cada día un poco más", declara Momtas Begum, con Mohamed en brazos, mientras espera su turno para ser atendida por el personal del centro de nutrición del campo de Balukhali. "No tenemos ningún ingreso y estamos sufriendo en estas condiciones. La vida es difícil cuando tienes siete hijos", declara la refugiada rohingya.
Inmediatamente después de que su hijo haya sido diagnosticado de desnutrición aguda, Momtas ya está alimentándole con sus manos, proporcionándole pequeñas raciones de la pasta de cacahuetes que el pequeño Mohamed apenas puede tragar."Cuando huimos lo perdimos todo, incluido nuestro arroz y nuestras ropas. Todos lloramos entonces", recuerda Momtas.
Mediciones realizadas a finales del 2017 mostraron como la desnutrición aguda afectaba a más del 15% de los niños en los campos de refugiados rohingya, por encima de lo que se considera el umbral de la situación de emergencia. Una condición agravada por enfermedades como la diarrea o el sarampión y la mala alimentación de los niños.
"Al principio, cuando les recibimos, el estado de salud de los niños era muy malo. Se les notaban las costillas, estaban muy delgados", declara Siddika Khatun, responsable de uno de los 23 centros del Programa de Terapia de Pacientes Ambulatorios que UNICEF ha puesto en funcionamiento a lo largo de la zona de campos de refugiados rohingya. En estos centros se trata a los niños desnutridos para que ganen peso y se ayuda a las madres con la alimentación de sus hijos. Gracias a la labor de estos trabajadores sanitarios, miles de niños rohingya desnutridos están pudiendo salir adelante.
En estos centros se asesora a las madres rohingya sobre cómo preparar comidas nutritivas con los alimentos que reciben por parte de los servicios humanitarios. También se les proporciona un espacio privado para dar el pecho a sus hijos, lo que resulta especialmente complicado en situaciones de hacinamiento como las que se viven en muchos de los campos de refugiados.
"En la fase inicial de la emergencia, nos centramos en mejorar los servicios para luchar contra la desnutrición lo más rápido posible", declara Abigael Nyukiri, el oficial de nutrición de UNICEF en Bangladesh. "Ahora estamos avanzando a una nueva fase, mejorando la calidad de los servicios y buscando soluciones a largo plazo para la desnutrición".
En esta etapa la prevención será clave. El objetivo es mejorar las prácticas alimentarias y de higiene, además de continuar con el trabajo de identificación de los niños en riesgo por desnutrición. Asimismo, se quiere introducir micronutrientes como vitaminas y minerales en polvo en la comida para aumentar su valor nutricional. Este trabajo tendrá que implementarse en el menor tiempo posible ante la inminente llegada del monzón y, para ello, será necesario movilizar todos los recursos posibles.
La cercanía de la temporada de los ciclones ha generado una situación de máxima urgencia. Las previsibles inundaciones y riadas provocarán un caldo de cultivo perfecto para brotes de enfermedades como el cólera o la diarrea acuosa que generarán un grave empeoramiento en la, ya de por sí, muy frágil salud de los miles de niños desnutridos.
Desde agosto de 2017, cerca de 15.000 niños con desnutrición aguda han sido identificados y admitidos en los centros apoyados por UNICEF y se calcula que más de 50.000 están en riesgo de desnutrición. Las consecuencias para la salud y el desarrollo de estos niños podrían ser irreversibles si no se actúa de manera rápida y efectiva. Pero los fondos recaudados aún no son los suficientes en esta carrera contra el reloj, con el monzón cada vez más cerca.
El tratamiento para estos miles de niños desnutridos es tan sencillo como una pasta enriquecida de cacahuetes comprimidas en pequeñas bolsitas llamada Plumpy Nut. Inventado en 1999 por el científico francés André Briend, el Plumpy Nut se distribuye y almacena con facilidad (no requiere ninguna preparación especial antes de ser suministrado), lo que facilita que sean las propias familias las que puedan tratar la desnutrición de los niños y niñas. De este modo, se reducen considerablemente los gastos en los servicios de alimentación terapéutica.
Cada sobre de Plumpy Nut (95 gramos) contiene mantequilla de cacahuete, aceite vegetal, leche en polvo, vitaminas y minerales esenciales y puede hacer recuperar hasta 1 kilo a la semana. Su coste es de tan solo 1,20 euros al día por niño/a.
Los niños rohingya se enfrentan a una nueva amenaza: el monzón. Ayúdanos a salvar sus vidas. Dona ahora y contribuirás a que estos niños puedan tener alimentos para combatir la desnutrición aguda en una emergencia como esta.
Conoce en detalle cuáles son los retos a los que se enfrentan los rohingya con la llegada del próximo monzón: sus vidas, sus infraestructuras y sus precarias construcciones están en peligro