EXPERTOS EN PROXIMIDAD
El encuentro se produjo en algún momento a comienzos del siglo XXI mientras estudiaban Biología en la Universidad Autónoma de Barcelona. Alan se fijó en aquella chica morena que entraba a clase con un loro en el hombro. Sí, no estaba soñando. Aquella estudiante era Mireia, la misma que todos los días dejaba en la puerta de la facultad a una perra llamada Noa, un animal que se portaba muy bien, que todos conocían. Alan, por su parte, era un entusiasta de las plantas, desde pequeño le había interesado el mundo natural y la huerta. Allí, sin saberlo, surgió la primera sinergia entre la flora y la fauna, entre Alan y Mireia. Hoy, estos biólogos y enólogos residentes en el Alt Penedès (Barcelona) son dos de los mayores expertos en huertos ecológicos y domésticos, sus vídeos didácticos tienen cientos de miles de visionados y su club de semillas crece sin parar.
“Cuando realmente nos conocimos fue en un casal d’estiu –campamento de verano– con niños discapacitados. Un compañero de piso comentó que conocía a una chica clown que se llamaba Mireia y entonces le propusimos que hiciese un espectáculo con globos para el casal donde todos colaborábamos”, explica Alan. Ahí empezó todo para Alan Schollmayer y Mireia Altimira, dos expertos en proximidad.
La Tanina
De la gran ciudad al campo
En la Universidad tuvieron el primer contacto con un huerto comunitario y también donde aprendieron la parte más académica y formal. En las calles de Barcelona se unieron a movimientos sociales que giraban en torno a la agricultura, la soberanía alimentaria y el consumo responsable y de cercanía. “Nos pusimos a estudiar integración social y yo encontré trabajo en un centro de primera asistencia –albergue para personas sin hogar– en Zona Franca que tenía en el huerto la principal línea de acción terapéutica. Aún recuerdo a unos pakistaníes que me enseñaron cómo sembrar grandes cantidades de cilantro, como hacían filas, las cubrían con sábanas, las pisaban y ese polvo que salían lo mezclaban con la tierra”. Alan –37 años– habla con pasión de todo lo que se encuentra bajo sus pies.
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Mireia recuerda que fue entonces cuando se integraron en una comunidad que ayudaba a proyectos que buscaban marcharse al campo desde Barcelona. “Había gente de muchas disciplinas y el primer grupo que se fue al campo fuimos nosotros, todos juntos. Éramos once personas, nos marchamos a vivir cerca de Valls, junto al río Gayá, una zona muy salvaje en el sentido natural, con saltos de agua, un bosque profundo, pozas… la casa estaba en el río, en un sitio muy bonito… y duro. Nos lanzamos a vivir al campo sin nada, sin electricidad, sin agua, a una casa que no tenía tejado”. Mireia tampoco olvida cómo se convirtieron en autosuficientes, “teníamos olivos, animales, huerta, y lo que no producíamos y necesitábamos, lo intercambiábamos con los agricultores de la zona”.
La pareja se desgajó del grupo y se fue a otra casa en la zona. Y montó otro huerto y rebaños de cabras y ovejas. “Para nosotros un huerto ha sido y es muchas cosas. Es un espacio en el que realizarnos, expresarnos, probar, jugar, experimentar… Es también hogar porque nuestras casas funcionan siempre alrededor del huerto”. Donde viven hoy junto a Abril, su pequeña bebé, en la localidad barcelonesa de Olèrdola, una zona montañosa cerca de Vilafranca del Penedès, es eso, un frondoso huerto que parece desordenado, donde todos los cultivos se entremezclan, donde los bancales comparten espacio con pasillos vegetales, con cubiertas naturales que favorecen la sombra y el frescor.
“Esto era un pedregal lleno de roca, el peor sitio que te puedas imaginar para cultivar”, admite Alan. “Queríamos demostrar que con técnicas de bancales elevados, compost (fertilizante a base de desechos orgánicos y estiércol) y materia orgánica se puede cultivar en cualquier lugar. Nos hemos formado a lo largo de estos años en muchas técnicas agrícolas y, poco a poco, hemos creado nuestro sistema, que llamamos agricultura respetuosa”, apunta Mireia.
No labrarlo ni voltearlo, ni siquiera a oxigenarlo
Mireia y Alan se refieren a no tocar el suelo, a no labrarlo ni voltearlo, ni siquiera a oxigenarlo. “El suelo solo lo trabajamos desde la superficie, aportando capas de compost o de otra materia orgánica dependiendo de lo que queramos conseguir. Sin tocarlo, el suelo se transforma muy rápido. Aplicamos la no labranza a la agricultura biointensiva, que consigue en pequeños espacios una producción altísima, mucha fertilidad y frondosidad, todo está desbordado dentro de un contexto de agricultura doméstica”, explica Alan.
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En ese jardín de las delicias que rodea su vivienda, esta pareja de Expertos en Proximidad tiene de todo, desde plantas tradicionales a variedades poco conocidas. Se han interesado incluso por conseguir semillas de variedades cultivadas en zonas en conflicto. Hay tomates de Ucrania, un tipo de yute de Palestina que no solo sirve para tejer porque sus hojas son comestibles, unas okras de Irak… “Nos interesa probar porque a veces pensamos que lo que se da bien un lugar no puede cultivarse en otros sitios. Las semillas siempre se han movido, hoy nadie cuestiona que los tomates salen muy bien en el Levante español, pero no son originarios de aquí, vinieron de América”, comenta Alan. Sin dejarlo terminar, Mireia añade otro ejemplo: “Tenemos una Trichosanthes cucumerina, una calabaza originaria de África, que cuando madura, la carne de color rojo se licua y se utiliza como sustituto de la salsa de tomate”.
En su afán por entender la relación entre culturas y plantas, la pareja tiene un nuevo desafío, encontrar variedades que se adapten al escenario del cambio climático, de las sequías extremas o la desertización. “Por aquí no suelen cultivarse las plantas tipo C4, que son muy interesantes para este contexto cambiante. Por ejemplo, el sorgo, un cereal que crece mucho en África y que llevaron los esclavos a Estados Unidos. Es un cereal fácil de cultivar en lugares con veranos cálidos, se pueden hacer hasta palomitas y del tallo se saca un sirope dulce. O la verdolaga, que aquí la vemos como una mala hierba, o el amaranto de México”.
Y un Club de la Semilla
Todos sus conocimientos los han puesto a disposición del público a través de La Tanina, su empresa para ayudar y acompañar a los proyectos de horticultura doméstica. Hacen consultoría y análisis del suelo para ofrecer los cultivos más adecuados a cada circunstancia. Dentro de La Tanina nació en 2022 El Club de la Semilla. Al principio regalaban semillas, pero todo se convirtió en una gran bola y decidieron crear unas suscripciones (seis meses o un año), para que las personas interesadas reciban periódicamente un cupo de semillas, y un canal en la red social Telegram para resolver dudas y donde colaboran un experto en plagas, otro en compostaje y gestión de residuos y otro en herramientas. “Ahora tenemos 698 socios, la mayoría españoles”.
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La agricultura doméstica la entienden como algo más que la cosecha. Les gusta el proceso de evolución de un huerto y encontrar semillas nuevas, cultivos que no han probado y por eso empezaron a buscar variedades distintas. Las primeras semillas llegaron de bancos de semillas, de ONG, de otros agricultores de la zona. “Hay un movimiento de gente como nosotros –asegura Alan– que quiere recuperar diversidad genética que se había perdido en el curso de la agricultura, recuperar semillas ancestrales, pero también mezclar cultivos y crear nuevas variedades”.
¿Y por qué La Tanina? “Surge por la fusión de nuestras dos pasiones, la huerta y el vino. Cuando nos mudamos aquí los dos estudiamos para ser enólogos y hoy Mireia trabaja como enóloga en una cooperativa y yo en unas bodegas. Los taninos son conocidos por ser compuestos químicos naturales presentes en el vino, pero todas las plantas tienen taninos, sustancias de defensa vegetal frente a adversidades y plagas. Así que feminizamos la palabra y de ahí surge La Tanina”.
Más de 220.000 suscriptores y 500.000 visualizaciones al mes
YouTube fue otra de esas palancas de crecimiento que no esperaban. Hace también dos años, en verano, compraron un micrófono y un trípode baratos y con un smartphone grabaron un primer vídeo sobre cómo montar bancales elevados. “A partir de septiembre ya empezamos a monetizar, llegamos pronto a los mil suscriptores. Ahora subimos un vídeo largo y cuatro cortos a la semana”, comenta Mireia. Tienen más de 220.000 suscriptores y 500.000 visualizaciones al mes. “El más visto tiene 1,3 millones de visualizaciones y se titula Cómo usar la orina humana en el huerto. Nuestro público nos ha ido llevando a un contenido cada vez más técnico”, añade Mireia, nacida en Cataluña, criada en el Marco de Jerez (Cádiz) y que regresó a Barcelona para acabar su carrera.
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Los perros Yago y Greta se recuestan junto a Abril, que come trozos de melón sentada en el suelo. Dos arañas muy vistosas han montado un gran telar en el jardín, una planta calabaza de Palestina cubre un pino hasta su copa y una asclepia con sus flores sirve de reservorio del pulgón amarillo. Como el pulgón solo come de esta planta, no afecta al resto del huerto pero sirve para atraer a depredadores de plagas como avispas, mosquitos, crisopas y mariquitas. “Es nuestra particular técnica para no usar plaguicidas químicos y hacer un control biológico de las plagas. Vamos, que usamos las relaciones propias entre la fauna del huerto en nuestro beneficio”, dice Alan.
Toda la casa respira huerto. De hecho, una bañera está repleta de calabazas anaranjadas alargadas. “Este tipo de calabaza ha estado perdida durante más de 800 años. Una universidad de Estados Unidos encontró una vasija con semillas durante una excavación arqueológica. Se las enviaron a la organización Seed Savers Exchange, que las germinó, reprodujo y compartió. Y aquí están las que hemos cultivado. Las calabazas son de un pueblo indígena norteamericano que vivió en la actual Indiana, es genética precolombina. Aún no la hemos probado”, concluye Mireia.
Ser transparente y cercano son algunos de los valores más importantes de las personas. Valores que comparten todos los expertos que forman parte de esta serie y que, de igual manera, forman parte del ADN de empresas como Banco Sabadell, que entiende así su manera de relacionarse con las personas. La proximidad y la cercanía son las grandes cualidades que ponen en práctica cada día. Y lo que les hace únicos. Descubre a las personas que están detrás de esta manera de entender el mundo.