por Saila Marcos · 04/02/2021
Tienen un tamaño diminuto y su impacto en el medioambiente apenas está empezando a estudiarse. Los microplásticos son residuos de escasos cinco milímetros que o bien tenían ese tamaño en su origen o bien son fruto del desgaste de otros más grandes. Solo en cada lavado doméstico cientos de miles de fibras sintéticas de nuestra ropa acaban en el desagüe de la lavadora y, de ahí, al mar, pasando antes por los ríos e incluso por los organismos de muchos seres vivos.
Para averiguar qué es lo que sucede con estos residuos plásticos a lo largo de su vida y tratar de buscar soluciones, la Asociación Hombre y Territorio (HyT) ha puesto en marcha un innovador protocolo para detectar microplásticos en aguas continentales. “Hasta la fecha no existía ningún protocolo con este objetivo en zonas de interior”, cuenta Sara Güemes, responsable del Proyecto Libera en Ecoembes, que se ha servido de esta herramienta para analizar el estado de los ríos por este tipo de contaminación.
La necesidad de tomar medidas urgentes surgió en 2018: “Se estaba viendo, no solo a nivel científico, el problema que estos residuos provocaban en el mar y que la mayoría de ellos venía de los ríos”, relata David León Muez, responsable de la asociación HyT. Fue entonces cuando empezaron a construir un modelo de estudio que sirviera para investigar, educar y sensibilizar sobre los microplásticos, y que además resultase útil para diferentes sectores de la sociedad.
Durante 2019 cruzaron datos de expertos en la materia con bibliografía y entrevistas a investigadores tanto nacionales como internacionales para así evaluar todas las posibilidades con las que contaban. “De forma paralela a toda esta gran búsqueda y asesoría empezamos a hacer pruebas de campo y en el laboratorio, y ensayamos diferentes con filtros y formas de tomar agua o de muestrear los ríos”, explica el técnico de HyT. En esa fase contó también con la colaboración del Departamento de Biología Vegetal y Ecología de la Universidad de Sevilla, que colaboró en la tarea de averiguar hasta dónde podían llegar en el laboratorio con los diferentes instrumentos que existen, y del Servicio de Microanálisis del Centro de Investigación, Tecnología e Innovación de la Universidad de Sevilla (CITIUS), para el desarrollo de la metodología de análisis de los polímeros, a través de radiación infrarroja.
El resultado de la confluencia de todas estas líneas de estudio es una herramienta adaptable a diferentes necesidades para que todos los ciudadanos interesados puedan descubrir y monitorizar la presencia de microplásticos en aguas fluviales. “Está elaborado con un lenguaje que respeta la terminología científica, de manera que lo puede utilizar un técnico, pero también profesores y alumnos de instituto o técnicos de zonas o parques protegidos, es decir, se trata de un modelo muy versátil”, amplía León Muez. El modelo incluye además diferentes guías de apoyo, tanto relativas al trabajo de campo como a las fases finales en laboratorio.
A lo largo de los meses de trabajo de esta alianza entre el Proyecto LIBERA, de SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes, y la organización Hombre y Territorio, se encontraron muchos residuos que no derivaban solo del abandono de basura en entornos naturales —la basuraleza— o de la actividad industrial, sino que buena parte de los microplásticos analizados también provenían de uso doméstico. Además de las mencionadas fibras sintéticas de la ropa —aunque “las lavadoras están haciendo un gran trabajo de innovación para que los tambores filtren esas micropartículas”, comenta Sara Güemes—, localizaron restos de estropajos de lavar los platos, purpurina, toallitas o mascarillas. “Muchos derivados de los cosméticos también presentan microplásticos, desde exfoliantes hasta dentífricos, productos para el pelo o abrillantadores”, añade León Muez.
Desde el punto de vista ambiental, el efecto de este tipo de restos plásticos se está estudiando en dos ámbitos: la ingesta por parte de los seres vivos, que puede provocar incluso el colapso de organismos filtradores, y la toxicidad derivada de los aditivos químicos. “Muchos plásticos llevan químicos para darles color, flexibilidad, textura, brillo... Y esto supone un problema muy importante, ya que muchos de ellos están catalogados como cancerígenos y generan disfunciones en los sistemas endocrinos de las especies, incluida la humana”, alerta el técnico de HyT.
Así las cosas, este protocolo pionero sobre el estudio de microplásticos en ríos supone todo un avance en materia de investigación conservacionista. Averiguar cuál es el estado de las aguas y las fuentes de esa contaminación es el primer paso para prevenir y sensibilizar a la población respecto a una problemática casi desconocida. “Provoca mucha pena que todos los espacios naturales, incluso los de alto valor ecológico, contengan algún contaminante”, critica Sara Güemes esa falta de conciencia y de respeto hacia “nuestra casa verde”, antes de concluir con una llamada de atención colectiva: “Somos capaces de llegar a la luna, pero no de cuidar los ríos que tenemos al lado”.