por Saila Marcos · 01/02/2021
Una colilla en contacto con agua dulce puede llegar a contaminar hasta 50 litros. Solo ese pequeño residuo de un cigarrillo alberga cientos de sustancias tóxicas y se calcula que cada año se arrojan a entornos naturales alrededor de 4,5 billones de colillas en todo el mundo. Las colillas, junto a las toallitas, envoltorios y otros pequeños restos, constituyen lo que podría denominarse contaminación invisible, un fenómeno imperceptible al ojo humano en una rápida barrida, pero que provoca un alarmante daño ambiental apenas estudiado.
Para arrojar luz sobre el problema surgió a mediados de 2017 el Proyecto LIBERA, que puso en marcha SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes, y que además ha bautizado un fenómeno que ni siquiera tenía nombre en español, ‘basuraleza’, el denominado ‘littering’ en inglés. Y para profundizar en el conocimiento de la basuraleza nace Ciencia LIBERA, una iniciativa pionera y singular por su extensión y por la cantidad y variedad de residuos caracterizados. “Se trata del primer gran proyecto en número de muestras y extensión de territorio que se hace en Europa para conocer el estado del abandono de residuos en espacios naturales”, explica Miguel Muñoz, responsable del LIBERA en SEO/BirdLife.
La mayoría de los estudios y protocolos hasta la fecha que usaron como punto de partida se centraban en los residuos en aguas marinas, “pero no se estaba estudiando su impacto en montes o en ríos en esa misma magnitud”, completa Muñoz, pese a que un 80% de la basura que desemboca en el océano proviene de la tierra. “Nos dimos cuenta de que había una gran laguna de desconocimiento en el impacto de la basuraleza en espacios naturales de interior”, relata Miguel Muñoz.
En ese marco de actuación, SEO/BirdLife puso en marcha la iniciativa Ciencia LIBERA para conocer el estado de salud de las Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA). De las 469 IBA que hay identificadas en España, la ONG conservacionista seleccionó las 140 más representativas de los hábitats peninsulares en las que se tomaron muestras de suelo, agua, sedimentos y heces de zorro. El resultado fueron 2.500 muestras que acabaron en los laboratorios del CSIC, donde se han analizado para extraer datos de sustancias contaminantes presentes en estos espacios. Además se realizaron caracterizaciones de basuraleza mediante la metodología e-Litter y de microplásticos usando la recién presentada metodología de análisis de este tipo de residuos por la entidad Hombre y Territorio.
Mapa de las Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA) donde SEO/Birdlife estudia el impacto de la basuraleza
El objetivo es trazar la relación entre estas sustancias tóxicas detectadas en el laboratorio y la basura abandonada en estos entornos naturales. De esta manera, Ciencia LIBERA consigue generar conocimiento científico sobre la basuraleza, además de mapear y evaluar el estado de la basuraleza en España, con datos estandarizados, rigurosos y científicos en zonas de alto valor ecológico como son las IBA. Esta información es esencial para poder alertar sobre este desconocido desafío medioambiental.
Cada vez son más las evidencias científicas que identifican a la basuraleza como un agente más del cambio global al que estamos sometiendo al planeta. “Cientos de miles de aves y cetáceos marinos mueren cada año por ingesta directa o enredo con residuos plásticos”, explica el técnico de SEO/BirdLife. La basuraleza, además de afectar directamente a las especies, también lo hace contaminando sus hábitats. Un primer paso es estudiar el estado de salud de nuestros espacios naturales para poder establecer relaciones de causa efecto con la fauna y flora que habita en estos lugares. “Cuantos más estudios se hagan entorno a estos datos, más resultados vamos a ver sobre cómo diferentes sustancias afectan a diferentes especies”.
En cuanto a los residuos plásticos, prácticamente ningún ser vivo es capaz de metabolizar este material, de manera que estos residuos permanecen en los entornos naturales durante mucho tiempo hasta que se van degradando en trozos más pequeños. Cuando estos residuos son menores a cinco milímetros se denominan microplásticos. Estos diminutos residuos son especialmente peligrosos para especies filtradoras como ballenas o aves acuáticas. Los materiales más blandos pueden llegar a obstruir las vías respiratorias de muchos mientras que los plásticos duros pueden provocar cortes en el aparato digestivo de los animales o la muerte por inanición si los tragan pensando que se trata de comida.