En épocas de limitaciones, especialmente a las féminas, ya había muchas damas, empezando por las victorianas, que hicieron oídos sordos del qué dirán y se fueron a explorar el mundo sin mapas, sin móvil con contactos, sin apenas dinero ni un seguro de viaje. Ya fuera a lomos de una mula, en un globo o en un barco de mercancías, por lugares exóticos como la estepa siberiana, la multitudinaria India o la jungla africana.
Y lo hacían porque tenían esa pulsión que no es patrimonio de un género, sino pura curiosidad por vivir, por descubrir, por ver, por aprender. Y se iban solas sin miedo a no poder. Lo hacían ellas y lo seguimos haciendo nosotras hoy en día, dándonos vueltas al mundo con la mochila como única compañera, trabajando de lado a lado del globo, tecleando y manteniendo reuniones en un tren, lagrimeando de emoción al ver un amanecer que pasa raudo a través de la ventana recordándonos que cada día sale el sol y, con él, nuevas oportunidades de realizar proyectos, de conocer nuevas gentes y nuevos lugares, extravagantes aventuras que contar de vuelta a casa.
La periodista Joana Bonet en la estación de Atocha en Madrid | © Renfe
Sobre todo, en los trenes, es donde podemos observar a muchas mujeres concentradas en sus dispositivos, aisladas por los auriculares, con mayor facilidad que en los aviones, donde todos vamos mirando hacia delante sin poder movernos con esa agilidad y libertad que dan los pasillos de los vagones.
Muchas veces, levanto la vista de mi tablet y me pregunto qué esconderán detrás de ese ceño fruncido, o de esa sonrisa melancólica, o de esa cara de preocupación o de ese tecleo incesante como si estuvieran elaborando un documento con el que cambiar el país.
Y ahora estoy aquí, en el AVE Barcelona-Madrid con parada en Zaragoza, y me encuentro con un vídeo de Youtube en el que resulta que la periodista Joana Bonet, con la que tuve el placer de colaborar hace unos años en Marie Claire, les ha hecho todas esas preguntas y muchas más a una docena de relevantes Mujeres y Viajeras, sentadas frente a frente en un tren de Renfe, para que cuenten sus experiencias y sus valores como colectivo, como la excelencia, el esfuerzo, la igualdad, la solidaridad y la accesibilidad en todas sus formas. Valores que la compañía quiere también compartir con sus usuarios y usuarias, apoyándolas para que realicen sus anhelos y sus proyectos, por ambiciosos que parezcan.
La primera entrevistada es, nada más y nada menos, Cristina Garmendia, bióloga y empresaria (San Sebastián, 1962), de hecho, es una de las pioneras de la industria bioquímica del país y llegó a ser ministra de Ciencia e Innovación en el primer Gobierno paritario de la historia de España en 2004.
Cristina Garmendia, bióloga y empresaria que llegó a ser ministra de Ciencia e Innovación en el primer Gobierno paritario de la historia de España en 2004 | © Renfe
Y tampoco es extraordinario que haya destacado en un mundo de hombres porque ella ya nació con una tía muy mayor que era empresaria, como lo era su padre. A lo que agrega: “Mis padres me educaron en la libertad para poder elegir y luego, ¿qué pasó? Que tuve una directora de tesis doctoral que fue Margarita Salas”.
Se refiere a esa líder con ese tipo de liderazgo que ahora vemos descrito en los libros, con esa habilidad de sacar lo mejor de cada uno, con la cultura del esfuerzo, del rigor, de hacer las cosas siempre bien. Eso le marcó para siempre y, por eso, quizá, dentro de una generación que entró en un mundo profesional que era muy masculino, puede jactarse con naturalidad: “yo no tuve la sensación de tener un techo, porque me educaron para no tenerlo”.
Lo cual no quita que reconozca claramente que la sociedad a veces no está preparada para aceptar los cambios y que sea mucho más fácil introducir una norma o una ley que cambie una cultura. Pone como ejemplo la incorporación de la mujer al mundo laboral, o que muchos no se den cuenta de que una frase suya puede ser una ofensa para una mujer o que todavía no se quieran contratar a embarazadas. Recuerda la primera vez que ficharon a una directora general que estaba embarazada de cinco meses y el consejo de administración se echó las manos a la cabeza por ello, cuando un embarazo es una circunstancia positiva para la sociedad. Y su pregunta fue, y sigue siendo: “¿de verdad que os parece que es un problema un embarazo? Que penséis que es un problema un embarazo sí que es un problema social”, responde Garmendia.
Tal vez por ello es por lo que acostumbra a incluir esa percepción de género en todos los cambios que vivimos constantemente; por poner un caso, apunta: “cuando hay un uso de la tecnología que nos tiene que ayudar a vivir mejor, es importante que sea inclusivo, que nos lleve a un puerto donde todos estemos mejor”.
Cristina Garmendia y Joana Bonet dialogan en Mujeres y Viajeras | © Renfe
No obstante, para ella, lo más grave ahora mismo es que “hay una amenaza muy grande que no va a tener vacuna, que es la crisis climática, y en esto tenemos que poner todos nuestro granito de arena”.
En su opinión, todo importa, cada cosa que hagamos, cada gesto que hagamos es importante. Y cuenta algo personal: “yo recuerdo, una vez hace 15 años o así, que me estaba lavando los dientes, estaba mi hija y me cerró el grifo. Ese gesto, que a ella le parecía mal, es el que me ha hecho pensar y que cambie la dinámica”.
Y es tan verdad que, con un poquito que aportemos cada uno, podemos cambiar muchas cosas, que durante la pandemia, desde la Fundación Cotec, dedicada a promover la innovación como motor socioeconómico, lograron fabricar y repartir respiradores cuando se agotaron en los hospitales. Quitándose méritos como presidenta, se los atribuye al equipo de Cotec, “que lo mejor que tiene es que siempre se cuestiona cómo podemos hacerlo mejor, qué podemos hacer en este momento”. Y ahí aunó experiencias y conocimientos un conjunto de cientos de personas brindando cientos de ideas que había que llevar a procesos.
Cristina Garmendia y José María Álvarez Pallete en la presentación del informe Cotec 2020 | © Casa Real / GTres
En el reconocimiento hacia sus colegas, alaba también la intervención de Chus Lamas, la subdirectora de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios, “que hizo un trabajo también muy cercano de querer contribuir, de querer decir cómo tenían que ser los procesos para que aquello pudiera utilizarse y ser útil”.
Cierto es que, a la hora de innovar y buscar soluciones creativas, la bióloga considera que es más fácil innovar en el sur de Europa que en el norte, donde todo es más cerrado, y razona: “en el sur, parte de la dinámica de las personas te lleva a procesos de innovación porque escuchas ideas, escuchas otras aproximaciones, aprendes y puedes pensar distinto”.
Y esa es la clave, dado que, a su juicio, “la magia de la innovación tiene que ver con darte la licencia de pensar distinto, de crear y luego de llevarlo a procesos”. De vez en cuando, continúa, “aparece una idea disruptiva que te hace llegar a un puerto que no estaba previsto, muchas muchas veces encuentras soluciones que no están previstas”. Milagro que, perfectamente, te puede pasar en un tren porque, argumenta, “si estás en un proceso de trabajo, te puedes concentrar a través de lo que ves en la ventana y volver a la pantalla”.
Y eso es lo que voy a hacer yo para verme los demás vídeos de la serie de Mujeres y Viajeras de Renfe. (To be continued)