Aquí me tienes, con las lágrimas resbalando por mis mejillas como una pánfila, con todo el mundo mirándome porque voy en un Cercanías de camino a mi casa, y no he podido contener la emoción con la belleza que transmite Sandra Sánchez, campeona olímpica española de kárate, en cada una de sus palabras acompañadas de sus gestos, que son como un suave kiai con la mirada franca.
A mí, de pequeña, me encantaba el kárate, pero al parecer no se me daba tan bien como a esta luchadora deportista de élite de 40 años que ha hecho de este arte su forma de vida y lo define como una forma de ser, una forma de actuar.
Sandra Sánchez a borde un tren en Mujeres y viajeras | © Renfe
Para ella, kárate es todo, y se explica: “porque me ha formado como persona, me ha enseñado ser como soy, a superar momentos de mi vida, no ya deportiva, sino de mi vida personal. O sea, todos los valores, todos los esfuerzos que aprendo cada día entrenando, me hacen ser como soy las 24 horas del día, no solo las horas que entreno”. No me digas que no escuchas eso, con tantísima humildad, y no te enamoras.
Sobre todo, cuando te enteras de que está reconocida como “la mejor karateca de la historia en la categoría de kata femenino" después de permanecer durante cinco años seguidos como líder del ránking mundial. Posee la Triple Corona (Campeona de Europa, del mundo y campeona olímpica). En noviembre de 2018, ganó el campeonato mundial de kata femenino. También ha sido campeona de Europa en seis ocasiones consecutivas (2015, 2016, 2017, 2018, 2019 y 2021), y la primera campeona olímpica de la historia de karate en su modalidad en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. En 2017, recibió el Premio Nacional del Deporte de España. Ha entrado en el libro Guinness de los récords, por su número de medallas en el circuito mundial.
Y todos esos éxitos los van a comprender cuando le escuches decir que “se trata de expresar a través de tu cuerpo, es un arte marcial. Entonces, yo intento transmitir todo mi mundo interior a través de mis movimientos y esos movimientos son los katas, de modo que, con cada cata estoy mostrando algo de mi interior”.
Sandra Sánchez recibe su medalla de oro en los últimos Juegos Olímpico de Tokio | © Vincent Thian | AP Photo
Por ejemplo, cuando le explotó el corazón con la kata Chatanyara no Kushanku que, para ella, significa un momento increíble en su vida, al hacerse con la medalla olímpica, que se cuelga como mi abuela la Virgen del Rocío, y lo argumenta así: “fueron tantos sentimientos juntos, tan intensos después de tantos años y de tantas cosas que había vivido; es que de repente sale todo y todavía sigo gestionando esos sentimientos y poco a poco permitiéndome sentirlos”.
Joana Bonet, que es una magnífica presentadora y se prepara las entrevistas de la serie Mujeres y Viajeras de Renfe con mimo, le saca a colación que ha estado muchísimos años en segunda división o tercera división, a lo que nuestra campeona responde que “ha sido una montaña rusa de emociones. Cada uno va con su mochila y carga en su mochila su experiencia de vida, las mías han sido en el ámbito deportivo con muchos altibajos”.
Ha habido muchos momentos dulces, claro, pero asegura que los momentos más duros son “esos en los que andas en una línea muy fina entre dejar de creer en ti misma o seguir intentándolo, pero, de verdad, que ese punto de dejar creer en ti misma es un abismo, porque se pierde todo, te pierdes a ti y caes como en un agujero negro del que luego es muy complicado volver a salir”.
Se agradece semejante alarde de sinceridad cuando todas las personas nos sentimos a veces así, y es muy fácil identificarse cuando dice: “a lo mejor, un año te lo tomas de una manera; al siguiente, ‘venga, pues voy a andar’; pero llega un momento que piensas: ‘a lo mejor la que se equivoca soy yo, la que está viendo cosas que no son soy yo y ellos tienen razón y ese momento es complicado”. Cuantísima verdad, por favor.
Sandra Sánchez y Joana Bonet dialogan en Mujeres y Viajeras | © Renfe
Y, como expresa Bonet, “qué lección de tenacidad para tanta gente que está a punto de abandonar un sueño por las negativas continuas”. Ahí Sánchez reconoce que ha continuado, sobre todo, “porque el objetivo no era solo el sueño, en el camino hasta conseguir ese sueño se iban haciendo realidad otros sueños que, en ese momento, a lo mejor no tenía y que me hacen feliz”. Algo tan sencillo como ir al tatami y seguir mejorando, no solo por la oportunidad de llegar al equipo nacional, “porque si el sueño es solo la medalla, entonces sí llega la desilusión”.
En todo caso, cuando recibió la medalla de oro, a flor de piel, pensaba en su familia, en sus renuncias cuando su madre enfermó y tuvo que dejar el Centro de Alto Rendimiento, lo cual le supuso tardar muchos años en volver al equipo nacional. Pero, con su sonrisa optimista, manifiesta: “eso también me hizo más fuerte y nos hizo crecer como familia”.
Afortunadamente, su madre se recuperó y pudo ver en pantalla cómo su hija se alzaba con el reconocimiento olímpico y Sandra pudo decirle: ‘Mira a dónde nos ha hecho llegar este camino’. Si ves el vídeo, ahí vas a llorar fijo.
En cuanto a la presencia femenina en el deporte, lo juzga desde dos ángulos: “como karateca, cuando yo entré a hacer karate hace tantos años, solo había otra chica y yo; pero nunca me sentí diferente, yo me ponía el karategui y todos éramos karatecas, no había karatecas chicos o karatecas chicas”.
Ahora bien, aunque, con el tiempo, el número de chicas y chicos está casi equiparado, considera que “alrededor del deporte aún queda muchísimo por conseguir y ver seleccionadoras y ver presidentas y ver directoras; pero cada vez hay más, se está consiguiendo mucho”.
Afortunadamente, con la edad, reconoce, “el amor bonito es ese amor sano que puede estar contigo apoyándote en cada momento, pero no tiene por qué estar contigo todo el rato. El amor no debería ser posesivo, el amor no duele”. Ante lo cual entrevistadora y entrevistada coinciden en que debemos redactar un nuevo contrato sexual”.
Sandra Sánchez en los Juegos Olímpicos de Tokio, donde ganó la medalla de oro | © Carl Recine | Reuters
Como viajera, recuerda un viaje muy bonito de joven, cuando marchó de Erasmus a Lisboa para un año, con sus maletas a cuestas, que era la primera vez que se separaba de su familia y pasaba tanto tiempo lejos de casa. Experiencia de la que infiere que “el intercambio cultural y todo lo que se aprende cuando salimos de nuestra burbuja nos aporta muchísimo”.
Y ahí, sentada en el AVE frente a Joana Bonet, expresa: “a mí me encanta siempre esa sensación de sentarte y mirar por la ventana o mirar a la gente y ver todas las vidas que pasan y los sueños que pasan dentro de un tren”. Se despide con un deseo: “con todo mi corazón, para todas las mujeres viajeras, para que siempre sigan soñando”.
Yo sueño con conocerla y entrevistarla personalmente un día, pero, por ahora, me quedo con las ganas de ver los siguientes capítulos de Mujeres y Viajeras, que me tengo que bajar del Cercanías.