El extraño caso del deportista que cree más importante aprender a perder que a ganar

En la vida de Perico Delgado no siempre hubo una bicicleta. De pequeño fue un niño enfermizo, con problemas de salud que le llevaron incluso a pasar varios meses en cama. Ya entonces había probado tímidamente la bici, pero ni siquiera tenía una propia; aprovechaba cuando José, un amigo de la barriada, se la dejaba para dar algún paseo. Hasta conseguir tener una, a medias con su hermano, tuvo que pasarse unos cuantos meses repartiendo periódicos. Consiguieron una Orbea, de las que se llamaban de chica porque no contaba con barra horizontal. Empeñado como estaba en lograr una bicicleta de competición, trabajó y ahorró durante meses para comprarse su primera bici de carreras, que por aquél entonces era de hierro. Con ella comenzó sus primeras carreras como cadete de la Escuela de Ciclismo de Segovia.

Delgado empezó a competir con su bici de hierro que pesaba muchísimo más que la de sus compañeros. Su primera victoria, con 15 años, estuvo llena de incidencias; consiguió escaparse, pero, a falta de vuelta y media, se le rompió la bici. Desilusionado se dio cuenta de que a su lado había un niño con una bicicleta, así que se la pidió y siguió, pedaleando como un loco para que no le alcanzaran. Ganó y durante 6 años compitió en diferentes categorías hasta que le ofrecieron dar el salto como profesional con 19 años, pero era el momento de la mili y sus estudios así que su aventura profesional tuvo que esperar. “Todo es un proceso, cuando tú eres ciclista no sueñas ni ser con profesional. Que luego pasas a profesional. Pues ostras qué bien. Que luego incluso puedes ir a la Vuelta a España. Mejor, pero tienes que disfrutar cada momento”, explica.

El año que debutó, Perico Delgado corrió también su primera Vuelta a España en el que su papel era el de gregario -el que ayuda a conseguir la victoria- de su compañero de equipo. Su gran rol llegó con la penúltima etapa, con cuatro grandes puertos, pero en el segundo se quedó descolgado y finalmente llegó a más de 20 minutos a meta. Pero él sigue fiel a su creencia: “El fracaso para mí no existe, son oportunidades que serán fallidas pero que siempre hay una nueva oportunidad”.

La victoria le tardó en llegar. En su segunda Vuelta, se cayó en la quinta etapa y no consiguió alcanzar el nivel de los mejores; en su tercera participación logró vestirse de amarillo, pero en la penúltima etapa una caída le relegó a la cuarta posición. No fue hasta su cuarta Vuelta, cuando de nuevo en la penúltima etapa y marchando a más de seis minutos del líder, se escapó metiéndole esa misma distancia al primero y logrando así su primera Vuelta a España. La segunda la consiguió en 1989 cuando participaba como gregario de Induráin.

Su primera experiencia en el Tour de Francia fue en 1983. “En nuestra cabeza estaba solo: “¿seremos capaces de terminar ese Tour?”. Era vivir cada día como un éxito, tratar de acabar la etapa era un triunfo para nosotros”, relata. Delgado reconoce que fue durísimo, más de lo que había imaginado, pero no le faltó la ilusión. “Fue acabar el Tour de Francia y tuve un sueño, esta carrera la tenía que ganar un año. Tuve que esperar más tiempo del que yo quería”, asegura.

El triunfo llegó a la sexta, tras romperse la clavícula, caer enfermo y enfrentarse a la muerte repentina de su madre. Fue en 1988 y asegura que tras el primer momento casi de levitación por haberlo logrado, “te das cuenta del trabajo que cuesta”.

“Estoy convencido que hoy en día, como padre, es más importante enseñar a tus hijos a aprender a perder que a ganar”, reflexiona mientras añade: “Estamos creando una sociedad que solo entiende ganar”. Para este segoviano, con tres hijos, lo importante es no perder la ilusión y disfrutar de la experiencia, olvidando esos parámetros en los que solo vale la victoria. “Yo he hecho once Vueltas a España y he ganado dos; he hecho once Tours de Francia, he ganado uno; he corrido dos Giros y no he ganado ninguno, por lo tanto, yo soy un gran fracasado, podemos decir”, argumenta.

Él, con 49 victorias a sus espaldas, reivindica el aprendizaje que se encuentra cuando se consigue aquello por lo que se lucha, aunque no se gane: “De la derrota es de donde vamos a aprender más, a disfrutar con lo que hacemos, a seguir luchando a ser humildes, a buscar colaboración con otra gente, en definitiva, te va a ayudar a conectar mejor con las personas”, sentencia.