Por José Garriga
En los países anglosajones, el filántropo tiene una gran tradición y goza de gran predicamento. Se considera que las iniciativas filantrópicas son una parte integral de la relación del individuo con la sociedad a la que pertenece. De hecho, según el Informe anual sobre la filantropía para 2018, de Giving USA, ciudadanos, fundaciones y corporaciones donaron 427.710 millones de dólares (unos 364.272 millones de euros) a organizaciones benéficas en el año 2018.
En cambio, las cifras europeas, y en especial las españolas, están lejos de las alcanzadas en Estados Unidos. España, que ha demostrado en distintas ocasiones su compromiso solidario —encabezó el envío de ayuda en las catástrofes del terremoto de Nepal de 2015 o el de Haití en 2010— sigue siendo uno de los países en los que falta una buena cultura de la filantropía y un ecosistema filantrópico robusto.
A este respecto, el estudio Perfiles de Filantropía Personal en España, elaborado por Cristina Cruz y Rachida Justo, y publicado por CaixaBank Banca Privada e IE University, arroja luz a través del análisis en profundidad de la filantropía personal en el país y ofrece algunas claves sobre el presente y el futuro de este tipo de actividad social.
Altruismo, solidaridad, empatía, apoyo, son conceptos que se relacionan con la filantropía. Pero si una palabra sobresale por encima de las demás, esa es sin lugar a dudas la “generosidad”. En las más de 50 horas de entrevistas con los filántropos más destacados del país, así como con gestores de fundaciones y expertos del sector, que las investigadoras realizaron para sustentar su estudio, el vocablo “generosidad” es el más utilizado. Por lo tanto, la filantropía puede entenderse como un acto de generosidad que, a partir de un proyecto concreto, tiene como objetivo un cambio positivo en la sociedad.
El filántropo se perfila como un líder emprendedor embarcado en un proyecto de transformación social. Según Marta Rey-García, profesora de la Universidad de A Coruña y experta en filantropía, “el filántropo da porque siente que tiene que dar, porque siente que no puede no hacerlo conforme a sus valores”.
Por regla general, el filántropo canaliza su actividad principal a través de una fundación. La puesta en marcha de cualquier proyecto de estas características requiere de una asignación de recursos (tanto económicos como de gestión u otra índole) a la causa en cuestión. Muchas veces, no obstante, los esfuerzos se encaminan a más de una causa y por ello se puede hablar de filantropía “multidimensional”.
Según el Informe Anual de 2018 de la Asociación Española de Fundaciones (AEF), de un total de 784 fundaciones asociadas, 206 se dedicaban principalmente a temas culturales (26 %), 122 a servicios sociales (16 %), 101 a investigación (13 %) y 71 (9 %) a educación.
Las problemáticas sociales tienen como objetivo empoderar a diversos colectivos simultáneamente. Destacan como principales receptores las poblaciones en riesgo de exclusión social, así como los niños y los jóvenes. Les siguen el público general y otros más específicos, como pueden ser los artistas. También hay aquellos proyectos que buscan empoderar a personas con discapacidad física o intelectual y organizaciones de la sociedad civil.
La creación de un ecosistema sólido se presenta como uno de los grandes retos de la filantropía en nuestro país. A juicio de Jordi Casajoana, Director de Colectivos de Valor y Filantropía en CaixaBank Banca Privada, “hay que incrementar la visibilidad social del filántropo y su profesionalización, así como la creación de sinergias que ayuden a la efectividad de los proyectos”.
El exceso de burocracia, la complejidad normativa, la falta de incentivos y una escasa colaboración público-privada son algunas deficiencias que, a juicio de los expertos, debería corregirse para conseguir una mejora de la actividad filantrópica. A este respecto, el estudio señala el modelo de la Ley de Mecenazgo francesa, con beneficios fiscales, implicación en el mecenazgo de todos los actores de la sociedad civil y ayudas a otros sectores, como el de la sanidad, la educación o el deporte.
Pese a todo, a juicio de Cristina Cruz y Rachida Justo, “la evolución es positiva”. Las nuevas generaciones están muy comprometidas y reclaman “una nueva manera de hacer filantropía” que se aleje de “esa figura estereotipada del filántropo”, explican. Los millenials abogan por una disrupción del modelo filantrópico tradicional y se inclinan por modelos empresariales que favorezcan el emprendimiento social y la medición del impacto de las acciones.
Asimismo, se pretende favorecer la transparencia en relación a los procesos de gestión, el uso de fondos y la presentación de cuentas en la práctica de la filantropía con la adopción de medidas de gobierno de las organizaciones empresariales.
Todos los indicadores señalan que la movilización solidaria y las donaciones frente a la crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus han sido mucho mayores que en emergencias pasadas, como los atentados del 11 de septiembre, el brote del Ébola en África Occidental o la crisis financiera de 2008. La gran pregunta es si esta tendencia será sostenible y se mantendrá en el tiempo o, por el contrario, solo tendrá una eficacia paliativa a corto plazo.
Muchas iniciativas filantrópicas se están viendo afectadas además por la cancelación de eventos para la recaudación de fondos, la posible reducción de presupuestos a causa de la incertidumbre económica, la supresión de subvenciones públicas o la falta de voluntariado.
Aun así, “la multiplicación de proyectos de emprendimiento social que han nacido a raíz de la pandemia, y la inversión de impactos destinada a los mismos aportan un dato esperanzador”, concluyen las autoras del estudio sobre filantropía.
Este primer estudio sobre la filantropía en España nace con vocación de continuidad. CaixaBank Banca Privada está realizando un importante esfuerzo para difundir y potenciar la filantropía entre sus clientes a través de su Proyecto Valor Social que ofrece un servicio de asesoramiento en filantropía e inversión sostenible y con este estudio abre una línea que pretende contribuir a la formación de ese ecosistema filantrópico fuerte que demandan los participantes en el estudio.