Nigeria, vivir bajo el terror de Boko Haram

Mataban niños en las calles. Disparaban contra mujeres embarazadas. Todo el mundo estaba aterrorizado

Bala
Refugiado nigeriano

Cuando el Lago Chad fue descubierto por los europeos en 1823, durante la colonización del continente africano, era uno de los más grandes del mundo. De los 26.000 km² por los que se extendía en los años 60 del pasado siglo, la falta de lluvias y el uso incontrolado de sus aguas para el cultivo han hecho que mengüe hasta reducirse a una superficie de menos de 1.000 km². Donde antes había agua, ahora se extiende una amplia ciénaga, salpicada por islotes de tierra y, en algún punto, la línea fronteriza que separa Nigeria, Camerún y Chad.

Miles de personas procedentes de Nigeria han utilizado el antiguo lecho del lago como vía de escape a las masacres y ataques indiscriminados contra la población civil perpetrados por Boko Haram, que opera en el noreste del país. Bajo los juncos y el barro se encuentran los cadáveres de muchos refugiados que no lograron atravesar el antiguo lago.

En enero de 2015, Boko Haram arrasó la ciudad portuaria de Baga y una docena de aldeas circundantes. Alhaji Haoudou, que por entonces tenía solo 16 años, fue amordazado y alineado junto con el resto de varones de su aldea para recibir una ráfaga de disparos. Milagrosamente salvó su vida, después de que una bala atravesara su muñeca, y logró huir a través del lecho del lago Chad junto con otros miembros de su familia. Tras varias semanas de penurias, fueron rescatados por un bote de las autoridades de Chad y ACNUR mientras se encontraban en uno de los islotes del lago.

Nos atacaron por la mañana temprano, cuando estábamos cocinando. Aquellos hombres estaban enloquecidos, disparaban en todas direcciones”, declaraba entonces Falmata Mohamed, la abuela de Alhali. Ambos lograron alcanzar el campo de refugiados de Dar-es-Salam, “Casa de la paz”, en árabe, junto con la tía de Alhali y su bebé, que nació entre unos arbustos durante la travesía por el lago. “Mientras no nos ataquen… nos quedaremos aquí“, aseguraba Falmata.

Enterrado vivo por Boko Haram

Fundado en 2002, Boko Haram es un grupo insurgente que opera principalmente en el noreste de Nigeria. Los testimonios de quienes han huido retratan la violencia indiscriminada contra la población civil, poblados arrasados y secuestros masivos.

Ibrahim tenía 10 años cuando Boko Haram atacó su aldea en el estado de Borno. Los milicianos primero degollaron a su padre enfrente de él y después trataron de asesinarle de un machetazo en el cráneo. Creyéndole muerto, cavaron una fosa y le enterraron rudimentariamente. Dos días después, su hermana de 13 años encontró su cuerpo, aún con vida. Lo desenterró y le llevó hasta la aldea sobre sus hombros.

Estaba cansada, pero tenía que conseguirlo. Cuando la gente nos veía me preguntaban que a dónde le llevaba. ‘Le llevo a casa’, decía. ‘Pero si ya está muerto ¿por qué lo cargas?’, decían. Les respondí: ‘No está muerto, ¡está vivo!”, relata la joven Larama. Tras cuatro meses en un hospital de Camerún, Ibrahim consiguió recuperarse y ahora sobrevive como refugiado con lo que queda de su familia en el campo de Minawao, en Camerún.

La violencia desatada por Boko Haram ha provocado un desplazamiento masivo. Más de 1,7 millones de nigerianos viven desplazados dentro del país y otros cientos de miles han huido a países como Camerún, Chad y Níger. Durante este año, la situación se ha agravado y los niveles de desplazamiento han alcanzado casi las cifras del peor momento de la crisis, a finales de 2015 como se puede ver en el gráfico.

Evolución de Refugiados

El conflicto ha provocado también un grave problema alimentario que ha afectado especialmente a los niños. A finales de 2016, Naciones Unidas alertó de que 75.000 niños podrían morir en Nigeria por desnutrición. El 10% de los niños en el noroeste del país, la región afectada por la violencia de Boko Haram, padece desnutrición.

Secuestro de niños y violencia contra las mujeres

El secuestro de niños ha sido una acción habitual por parte de Boko Haram, que se ha recrudecido especialmente desde la escalada del conflicto en 2013. El dramático secuestro de 276 niñas en Chibok, en el estado de Borno, en abril de 2014, apareció en todas las portadas del mundo, aunque los secuestros de menores eran ya un grave problema desde mucho antes.

Los hermanos Paul y Adam fueron secuestrados cuando tenían 14 y 12 años respectivamente. Los milicianos de Boko Haram les condujeron a un bosque cercano a la frontera con Camerún, exigieron un cuantioso rescate a su familia y les obligaron, bajo amenaza de muerte, a convertirse al islam. “Nos arrastraron hasta un pozo y pensé que nos iban a arrojar dentro, pero solo querían asustarnos”, relata Paul desde la seguridad de un campo de refugiados en Camerún. Los dos hermanos tuvieron la fortuna de escapar a la suerte habitual de los secuestrados, que son entrenados como combatientes, y fueron liberados después de siete días, tras una negociación entre su tío y los líderes de Boko Haram.

Financiación Deseada vs. Financiación obtenida

Las mujeres han padecido especialmente la violencia de los insurgentes. Boussam Abdulahi y sus dos hijas fueron secuestradas hace tres años junto a otras cientos de chicas de su pueblo. Durante sus tres años de secuestro muchas de ellas murieron y sufrieron continuos vejámenes. “A veces irrumpían en la habitación y disparaban al aire para asustarnos”, relata la madre nigeriana. Tras ser rescatadas, Boussam y sus hijas consiguieron reunirse con su marido y huir a Níger, donde se instalaron al lado de una carretera junto con otras 150.000 personas desplazadas por Boko Haram. Desde allí Boussam solo tiene un deseo: “Quiero estar lejos de Boko Haram, todos los días rezamos para tener protección y paz”.

 

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