La pandemia puso de relieve que la movilidad es esencial para el buen funcionamiento de cualquier economía. Contra la creencia popular de que la aviación es la mayor contribuidora de emisiones de CO2 a la atmósfera, en realidad supone menos del 2% del total mundial y, sin embargo, se trata de un elemento esencial para la economía internacional. Tomando como referencia los datos que ofrece el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana en sus Informes del transporte aéreo en España, “entre enero y agosto de 2022, el número de pasajeros en vuelos comerciales en el mercado aéreo nacional creció un 191,8% respecto a 2021, hasta los 131,9 millones”. Como es lógico tras dos años de restricciones, todos los mercados crecieron significativamente.
Los datos revelan una evidencia: no se puede prescindir de este medio de transporte, y, por ello, desde el propio sector y en el marco del Viejo Continente, se ha puesto en marcha una hoja de ruta que tiene por nombre Destination 2050. Su punto de partida es el informe A route to net zero european aviaton, cuyo objetivo es que la totalidad de los vuelos que se operen dentro o con salida de la Unión Europea, así como del Reino Unido y la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), tengan un balance de cero emisiones netas de CO2 en el año 2050.
La propuesta cuenta con el apoyo y promoción de las cinco mayores asociaciones de aviación europeas, como son Airports Council International Europe (ACI EUROPE), AeroSpace and Defense Industries Association of Europe (ASD Europe), Airlines for Europe (A4E), Civil Air Navigation Services Organization (CANSO) y European Regions Airline Association (ERA). Las cuatro grandes áreas de trabajo que ha establecido Destination 2050 para descarbonizar la atmósfera son mejorar la tecnología para aminorar la polución en un 37%, utilizar combustibles de aviación sostenibles (conocidos como SAF, por sus siglas en inglés) para acortar las emisiones en un 34%, aplicar medidas económicas estrictas que contribuyan con una disminución del 8% y, finalmente, hacer más eficiente la gestión del tráfico aéreo para contribuir con una reducción del 6%.
Precisamente, los SAF se presentan como una de las grandes soluciones para descarbonizar un sector que, de momento, no puede contar con una electrificación adecuada a corto plazo porque las baterías todavía no son capaces de mover tanto peso, tal y como detallan desde el MIT Technology Review. Concretamente, los SAF con mayor proyección son el biojet y el e-jet. De hecho, el primero ya se produce en nuestro país a partir de residuos. Hace dos años, la compañía multienergética Repsol completó con éxito la fabricación del primer lote destinado a aviación del mercado español.
La segunda opción es el e-jet, una tecnología menos desarrollada, pero quizá más eficiente si cabe. En este caso, el combustible se obtiene mediante la electrólisis del propio CO2, capturado directamente del aire. Una adecuada combinación de este proceso con fuentes de energía bajas en carbono, agua y el principal gas de efecto invernadero, da como resultado paradójicamente una materia prima con una huella mínima. En este novedoso método ya trabajan empresas como Air Company y Twelve con óptimos resultados.
Conociendo el problema, su funcionamiento y las posibles soluciones, cabe preguntarse qué están haciendo las aerolíneas y los viajeros para mitigar la cuestión mientras llegan estas alternativas viables. Iberia, por ejemplo, ha lanzado una plataforma que, desde el pasado mes de octubre, permite a sus clientes compensar las emisiones de sus vuelos. La fórmula para lograrlo consiste en ofrecer a los pasajeros la posibilidad de apoyar dos proyectos climáticos certificados, a través de la iniciativa CO2labora y del Programa de Compensación corporativo. Gracias a una precisa calculadora de huella de carbono, los clientes pueden conocer las emisiones de su viaje y establecer el equivalente de inversión monetaria para su compensación a través de dos proyectos climáticos desarrollados en Guatemala y Perú. La tecnología ha sido desarrollada en colaboración con CHOOOSE, participante en el programa Hangar 51 de IAG para la aceleración de startups.
Las cuatro variables que el programa tiene en cuenta para calcular la huella de carbono son el tipo de avión, la meteorología, la eficiencia en las operaciones y el tipo de cabina. De todos ellos, el más determinante es el primero, por ello “el Grupo Iberia está renovando su flota e incorporando los aviones más avanzados que hay en el mercado”, según apuntan desde la aerolínea.
De esta forma, a lo largo de este año Iberia añadirá a su flota 13 aviones: “Siete A350-900 para las rutas de largo radio y seis A320neo para las rutas de corto y medio radio. Los primeros son entre un 30% y un 35% más eficientes, gracias a los materiales de última generación con los que están construidos y al avanzado diseño de sus motores Rolls-Royce Trent XWB…,y los segundos son entre un 15% y un 20% más respetuosos con el medio ambiente. A la par, Iberia Express, está incorporando a su flota el modelo A321neo, que cuenta con nuevos motores que suponen una reducción del 20% de emisiones de CO2”, indican fuentes de la compañía.
Para corroborar la compensación, los usuarios pueden hacerlo a golpe de clic cuando finalicen su proceso de compra o bien cuando hayan realizado sus vuelos. Respecto a los proyectos climáticos beneficiados, el primero se sitúa en la costa caribeña de Guatemala, promueve la creación de nuevas reservas naturales, mantiene los bosques amenazados por la deforestación y tiene como objetivo evitar las actividades insostenibles en la tierra de la zona. El segundo tiene lugar en el borde de la selva amazónica peruana. Allí, siete comunidades indígenas están asentadas alrededor del río Ucayali y gestionan un área de 120.000 hectáreas de selva tropical. Con este plan se apoya el desarrollo de empresas socialmente inclusivas, se fomenta el uso adecuado de las tierras comunales y se favorece la creación de capacidades para la gestión de los recursos naturales.
Pero hay más, ya que las compañías aéreas llevan muchos años trabajando para reducir sus emisiones. Entre las medidas adoptadas, se encuentra la mencionada renovación de la flota por aviones de última generación o reducir el peso de los propios aparatos. Entre los compromisos se encuentran operar al menos un 10% de los vuelos con SAF y, continuado con esta línea, alcanzar las emanaciones netas cero en el año 2050. Para avanzar con lo primero, hace un año voló el primer vuelo con biocombustible producido en España entre los aeropuertos de Madrid y Bilbao. Este desplazamiento supuso una reducción de emisiones de 1,4 toneladas de CO2 a la atmósfera.
En esta línea, también IAG, grupo matriz de Iberia, ha sido el primer gran holding de aerolíneas del mundo en comprometerse en lograr la neutralidad y en extender este compromiso a su cadena de suministro. Al mismo tiempo, fue el primero en adquirir el compromiso de alimentar el 10% de sus operaciones con combustible de aviación sostenible para 2030 e invertir más de 800 millones de dólares en el desarrollo del SAF en los próximos 20 años. De esta forma, quizá el próximo cuarto de siglo sea el periodo en el que se materialice la transición ecológica y, si los objetivos se consiguen, los usuarios podremos continuar viajando, conociendo mundo y generando conexiones profesionales y emocionales sin límites espaciales, como lo hemos hecho desde que los hermanos Wright materializaron sus ideas hace más de cien años.