Empecinada en mantener viva la esencia de lo rural, Castilla- La Mancha ofrece a quien llega la calidez de los pueblos y parajes naturales que envuelven y seducen; pueblos alejados del ruido y de las prisas, remansos de paz en los que conseguirás desconectar este invierno en tu viaje interior a una región que se quedará en un lugar de tu vida.
De norte a sur y de este a oeste, la provincia de Guadalajara ofrece al viajero rincones rurales por excelencia. Desde la monumental Sigüenza, con su catedral románica y su castillo del siglo VIII, hoy Parador de Turismo, hasta los Pueblos de la Arquitectura Negra, conectados por carreteras serpenteantes que dejan a la vista un espectáculo único. La ruta atraviesa literalmente la frontera del silencio y despoja al visitante del ruido y el sentido del tiempo, en plena conexión con la naturaleza, la arquitectura popular y el marcado carácter hogareño de sus gentes. Una escapada muy recomendable para olvidar las ataduras del día a día, en la que bien abrigado, disfrutarás igualmente de las bajas temperaturas.
También es visita obligada el municipio de Molina de Aragón, al nordeste de la provincia, con su impresionante casco urbano medieval, o Torija, a las puertas de la Alcarria que tan sumamente bien describió Camilo José Cela en su viaje literario; pasando por Pastrana, donde residió la princesa de Éboli y Trillo, a orillas del Tajo, municipio en el que disfrutarás de la naturaleza en estado puro y podrás relajarte en las aguas termales de su balneario.
Saltamos en el mapa a la provincia de Cuenca, de pintorescos paisajes y gran riqueza patrimonial. Empezamos la ruta por Belmonte, un tranquilo pueblecito con colegiata a los pies de su ingente castillo, uno de los más hermosos y mejor conservados de España, en la carretera nacional que une Cuenca con Alcázar de San Juan (Ciudad Real).
Tampoco puedes dejar de visitar este invierno los pueblos de la serranía conquense donde encontrarás parajes de incalculable valor, como Uña, Huélamo, Tragacete, Cañete o Huerta del Marquesado. En esta provincia de recursos ilimitados, el visitante no puede dejar de lado Uclés y su monasterio; la plaza Mayor renacentista de San Clemente o Huete, una pequeña población en plena alcarria conquense salpicada de casas señoriales. Toma buena nota de Alarcón, Iniesta y Villanueva de la Jara, en La Manchuela conquense.
Las provincias de Cuenca y Guadalajara, con la llegada del frío cobran si cabe aún más belleza en sus paisajes, bañados con los infinitos tonos de ocres y marrones que dibujan sus bosques en este momento del año.
El viaje en invierno por el mundo interior de Castilla-La Mancha continúa por una provincia de contrastes. Con uno de los territorios más extensos del país, Ciudad Real ofrece al turista verdaderas joyas a través de las que conocer el carácter manchego y el patrimonio que tan magistralmente describió Cervantes con su pluma. Empezamos por Almagro, con sus calles empedradas y palacios nobles, a escasos 24 kilómetros de Ciudad Real.
Desde Almagro y la comarca del Campo de Calatrava a la señorial e imponente Villanueva de los Infantes, en el Campo de Montiel, repleta de tesoros arquitectónicos de una cautivadora identidad. Tampoco pueden faltar en la ruta por Ciudad Real Torre de Juan Abad (patria de Quevedo), Viso del Marqués y su palacio del Marqués de Santa Cruz, o los pueblos de Campo de Criptana y Herencia, con sus gigantes de grandes aspas en lo alto de sierras desde las que contemplar la inmensidad de la llanura manchega.
De los molinos de Ciudad Real a los de la localidad toledana de Consuegra, en plena comarca de La Mancha y acompañados de su imponente castillo. La provincia de Toledo contiene enclaves rurales de ensueño, ubicados muy cerca de la capital. De Tembleque, a 56 kilómetros de Toledo, impresiona su plaza mayor del siglo XVII, declarada Bien de Interés Cultural, lugar de descanso y de alto en el camino para reponer fuerzas.
Destacan también Ocaña y su monumental plaza de corte barroco, Oropesa y Escalona, ambas con sus majestuosos castillos o El Toboso, una tranquila población de la comarca de La Mancha, conocida internacionalmente por ser cuna de Dulcinea, amada de Don Quijote. Los pueblos de las comarcas de la Jara y de la Sierra de San Vicente son también un destino rural especialmente ideal en invierno, con sus castañares en plena producción.
Por último, en la provincia de Albacete la ruta nos lleva a Alcaraz, uno de los Conjuntos Histórico Artístico más bellos de esta parte de la región. Sin pasar por alto Chinchilla de Montearagón, Hellín o Almansa y la Sierra del Segura, donde encontrarás el decisivo descanso que buscas en pequeños pueblos como Yeste, Liétor, Letur o Riópar, Ayna, Molinicos, Nerpio… justo en el entorno del nacimiento del río Mundo, o no muy lejos de él. El frío en este entorno rural hace de sus paisajes una estampa inolvidable. En el otro extremo de la provincia: Alcalá del Júcar y Jorquera, ofrecen también imágenes panorámicas que subirás directamente a tus perfiles de redes sociales.
Castilla-La Mancha es el destino por excelencia para hacer turismo rural en invierno, por sus diversos atractivos patrimoniales, oferta cultural y su rica gastronomía.