Protonterapia

Así funciona la nueva ‘arma’ que combate el cáncer

Por Mercè Palau
La protonterapia es un tratamiento de radiación muy preciso que se enfoca más en el tumor y dirige menos radiación al tejido sano cercano.

La carga mundial del cáncer ha aumentado en todo el mundo en los últimos años y los nuevos casos anuales se sitúan ya en torno a los 18 millones, según apuntan algunas estimaciones. Se calcula, además, que uno de cada cinco hombres y una de cada seis mujeres desarrollarán cáncer en algún momento de su vida, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por si fuera poco, para 2040 se espera que la carga global crezca a 27,5 millones de casos nuevos aunque, tal y como apunta la Sociedad Americana del Cáncer, esta cifra podría ser mayor.

Con todos estos números por delante, parece obvio que la prevención y el tratamiento del cáncer se erigen como uno de los desafíos más importantes para la salud pública.

Un buen diagnóstico es fundamental para encontrar el tratamiento adecuado y efectivo, porque cada tipo de tumor requiere un tratamiento específico, que abarque una o más acciones en función, entre otros aspectos, de la persona. Los procedimientos más habituales para combatir el cáncer son la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia, aunque en los últimos años el arsenal terapéutico se ha completado con otros tratamientos como las terapias biológicas, la inmunoterapia y la terapia génica Y a todas estas alternativas hay que sumar un arma que no es nueva pero sí inconcebiblemente pequeña, muy pequeña: el protón. Y con él la protonterapia, una avanzada técnica que hoy ya está más cerca de los pacientes españoles.

Protones, ¿para qué sirven?

La protonterapia, o terapia de protones, es una forma de tratamiento de radiación que se usa para destruir las células tumorales. En lugar de usar rayos X (fotones y electrones), como hace la radioterapia, la protonterapia emplea protones para enviar haces (rayos) de alta energía. Aunque no existe una diferencia significativa en los efectos biológicos de los protones frente a los fotones, sí lo hay en la manera de cómo actúan. Si bien tanto la protonterapia como la radioterapiatradicional tratan los tumores de la misma manera, es decir, matando las células cancerosas o inhibiendo su crecimiento, hay una diferencia significativa.

Los haces de protones, además de tener la capacidad de “viajar” a una profundidad mayor y, por tanto, de penetrar en zonas y órganos más profundos, cuando lo consiguen, se paran en lugar de continuar a través del cuerpo, no van más allá. Esto aporta una dosis proporcionalmente más alta en el tumor (que es la parte sobre la que interesa actuar), pero relativamente menor en los tejidos cercanos sanos. En la radioterapia regular, el haz de energía entra en el cuerpo, atraviesa el tumor y continúa por el otro lado. Esta “dosis de salida” de radiación puede afectar al tejido sano más allá del tumor.

Por tanto, los protones administran una dosis de radiación de manera más limitada al tejido tumoral que los fotones, no van más allá de los límites del tumor.

Y esto es posible porque tienen un recorrido limitado, porque las partículas se detienen y se produce una rápida caída de la dosis, dando lugar a lo que se denomina pico de Bragg. Según la Sociedad Estadounidense de Oncología Médica (ASCO), se puede administrar hasta un 60% menos de radiación a los tejidos sanos con haces de protones, lo que permite una dosis más alta para el tumor y, en consecuencia, una mejora en la calidad de vida post-tratamiento.

El uso de la protonterapia, originada en EE.UU. en la década de los años 50, ha crecido de manera significativa durante los últimos diez años gracias al aumento de centros que disponen de esta tecnología. Hasta ahora, este tratamiento radioterápico está accesible en 27 centros en EE.UU. y en 20 en toda Europa (en países como Alemania, Francia o Italia, entre otros). En España, está en marcha el primer Centro de Protonterapia (CPT) de la mano del grupo Quirónsalud. Uno de los objetivos de esta importante iniciativa, en palabras de Raymond Miralbell, director médico de este centro, es “organizar una red para que oncólogos, neurocirujanos o físico-médicos de cualquier centro hospitalario público o privado de España pueda derivar pacientes potencialmente candidatos a un tratamiento de protonterapia y que no tengan que ser tratados en otros países como hasta ahora”.

Los haces de protones penetran en zonas y órganos más profundos y, cuando lo consiguen, se paran en lugar de continuar a través del cuerpo.
Una terapia con numerosas indicaciones

La terapia con protones, por tanto, reduce la exposición a la radiación y el daño potencial al tejido sano, sobre todo en tumores pequeños y en áreas sensibles. La Sociedad Americana de Oncología Radioterápica (ASTRO) justifica la aplicación de la protonterapia en los tumores de difícil acceso o que están rodeados de estructuras vitales, y enumera algunos en los que está especialmente indicada:

  • Tumores oculares, en los que se incluyen melanomas oculares. Este tipo de tumores necesitan altas dosis para curarse pero están rodeados de estructuras muy sensibles como el cristalino y la retina y, por tanto, necesitan mayor precisión de acción.
  • Tumores cercanos o en la base del cráneo, cerca del agujero occipital, que son, en la mayoría de los casos, difíciles de extirpar y también resistentes a las dosis de radioterapia convencional que no se pueden aumentar por la sensibilidad de los nervios ópticos y el tronco cerebral, así como otras partes del cerebro.
  • Tumores primarios o metastásicos en la médula espinal/columna vertebral.
  • Tumores en la población pediátrica. Los pacientes pediátricos son la población que más precisa y más puede beneficiarse de esta tecnología por su alta efectividad y su mínima toxicidad. Se considera que “una tercera parte de los pacientes pediátricos con cáncer candidatos a una radioterapia deberían ser tratados con protones”, afirma Carmen Ares, jefa de Oncología Radioterápica del Centro de Protonterapia de Quirónsalud. También es especialmente útil en estos casos porque “los órganos aún están en desarrollo y son todavía más sensibles, por lo que aún es más importante poder evitar irradiar dichos tejidos”, enfatiza Ares.
  • Pacientes con síndromes genéticos con riesgo elevado de toxicidad.
  • Reirradiación en los casos necesarios.

En todos estos casos es especialmente importante que la dosis se pueda ajustar mucho más al tumor, que se pueda administrar una dosis aún mayor mientras minimiza los efectos secundarios no deseados.

Por el momento, aún es objeto de estudio la aplicación de la protonterapia en otros tipos de cáncer, como el de mama, el de páncreas, el de pulmón o sarcomas de extremidades.

La Sociedad Americana de Oncología Radioterápica justifica la aplicación de la protonterapia en los tumores de difícil acceso o que están rodeados de estructuras vitales.
Cómo se aplica la protonterapia

El sistema Proteus One, por el que ha optado Quirónsalud, permite, a diferencia de otros sistemas de terapia de haz de protones, que toda la tecnología necesaria para el tratamiento se agrupe en una sala multifuncional en la que se ubican la sala de energía, la de protonterapia, la sala de tratamiento y la de control. El paciente se coloca en una camilla de manera que puede recibir el tratamiento de forma precisa y segura. Proteus One tiene la capacidad de girar 360 grados para dirigir el haz desde el ángulo que se necesite.

De media, una sesión suele durar unos 20 minutos (unos 40 minutos en el caso de los niños, dado que suelen necesitar anestesia). Este periodo incluye el tiempo de posicionamiento del paciente y la verificación de la geometría haz-paciente, con una “exactitud milimétrica”, matiza Miralbell. El tiempo de irradiación varía de 1 a 3 minutos, en función la dosis que tienen que administrarse y del número de campos de irradiación.

Toda la tecnología necesaria para el tratamiento se agrupa en una sala multifuncional en la que se ubican la sala de energía, la de protonterapia, la sala de tratamiento y la de control.