En estos días, el cielo de Beijing está extraordinariamente claro y libre de humos. Las fábricas circundantes a la ciudad han sido obligadas a cerrar, por lo que la calidad del aire ha mejorado un poco. Sin embargo, la preparación de la celebración del 70º aniversario de la fundación de la República Popular de China comenzó mucho antes del 1 de octubre, fecha en la que se conmemora tal efeméride. Desde primeros de septiembre, cada sábado y domingo, el centro de Beijing ha estado completamente bloqueado debido al ensayo de los fastos. No son pocos los que consideran que este desfile militar será el mayor jamás celebrado en Beijing.
A casi 2.000 kilómetros de distancia, en Hong Kong, la gente no está de humor para celebraciones. Han pasado casi 4 meses desde el inicio de las protestas masivas, unas manifestaciones en las que los ciudadanos reclamaban, entre otras demandas, la no entrada en vigor de la Ley de Extradición a China. La reforma permitiría, por primera vez, que los sospechosos de haber cometido un delito que residan en Hong Kong sean extraditados a China continental. Sus detractores aducen como argumento para rechazarlo que se trata de un mecanismo que, en la práctica, posibilitaría a las autoridades chinas extraditar a opositores políticos y otros enemigos para ser juzgados en China continental, donde no está garantizado que se respeten sus derechos.
Tras las protestas ciudadanas, el gobierno de Hong Kong propuso retirar la reforma de extradición en septiembre. Sin embargo, el descontento en las calles continúa y cada día siguen produciéndose detenciones masivas. ¿Qué reclaman entonces los manifestantes?
Aunque son "5 demandas, ni una menos", hay una que sobresale por encima del resto: el sufragio universal. Los manifestantes consideran que si Hong Kong puede elegir democráticamente a su consejo legislativo (Parlamento) y al jefe del ejecutivo (alcalde), las cuatro restantes surgirán de forma natural.
En las noticias hongkonesas, es frecuente ver escenas dramáticas de choques violentos entre manifestantes y policía. Un terror que traspasa la pantalla y se cuela por todos los recovecos de la vida diaria. No en vano, la mayoría de manifestantes esconden su cara detrás de una máscara, no sólo porque pueden ser acusados de generar “disturbios”, sino también porque podrían perder su trabajo.
El gobierno chino usa sus nexos económicos para presionar a las compañías hongkonesas para que despidan a cualquier empleado del que se conozca su participación en las movilizaciones. Son muchas las empresas que ya se han doblegado. Así ha ocurrido con una conocida aerolínea y el metro de Hong Kong. En el caso de la primera, la Administración de Aviación Civil de China (CAAC) ordenó recientemente a la compañía no permitir operar vuelos al país o usar su espacio aéreo a todo miembro de la tripulación que se haya unido o apoyado las protestas ‘ilegales contra el gobierno en Hong Kong’.
También fue escandaloso el despido de un piloto por anunciar que hubo una protesta pacífica en el aeropuerto y decir "¡Ánimo, Hong Kong!" a través del altavoz del avión. Al menos, otros 20 empleados han sido despedidos u obligados a renunciar, incluyendo a la presidenta del sindicato de azafatas, a quien sus superiores, al ofrecerle el finiquito, le presentaron publicaciones personales de Facebook relacionadas con protesta.
En medio de este ambiente opresivo, la nueva administración de la aerolínea ha mandado una carta abierta a los empleados en la que comunican que cualquier persona que participe en las protestas sufrirá un castigo disciplinario.
El Metro de Hong Kong, por su parte, también coopera con el gobierno y la policía. Atrás quedaron los días en los que muchos manifestantes se refugiaban en las estaciones cuando se tensaban las protestas. Ahora, el servicio de metro se acorta antes y durante una movilización, y los antidisturbios tienen pleno acceso a las estaciones, y trenes. La policía, además, frecuentemente espera a la salida del metro y busca a cualquier potencial ‘manifestante’.
Para obtener más información sobre el metro de Hong Kong y su relación con las protestas, lee este artículo de Hong Kong Free Press.
Las compañías internacionales que tienen asentada su actividad en China tampoco son inmunes a la presión política. Sin ir más lejos, una conocida cadena española de tiendas de ropa se vio obligada a publicar un mensaje en Weibo (red social similar a Facebook), en el que mostraba su apoyo al gobierno chino y a su política en Hong Kong, después de que se extendiera el falso rumor de que sus tiendas habían cerrado durante una huelga estudiantil. Todas las empresas o personas que exhiben un posicionamiento a favor del movimiento democrático en Hong Kong se enfrentan a un boicot masivo en China. En represalia, los manifestantes están pidiendo boicotear a aquellas compañías que apoyan tanto al gobierno de la región, como a China. Pero es la lucha de David contra Goliat: China tiene un mercado de 1.3 billones de habitantes y el mercado de Hong Kong es de tan solo 7 millones.
China está invirtiendo fuertemente en América Central y del Sur, a menudo en proyectos a gran escala, relacionados con infraestructuras, energía o minería. Además de en Venezuela, el gigante asiático está invirtiendo en Ecuador, Perú, Colombia, Bolivia, Brasil y Argentina. Otros países de la zona, como Chile, han recibido reprimendas públicas por, a juicio del Estado que preside Xi Jinping, apoyar al movimiento pro-democrático hongkonés. Es el caso de Chile y el político Jaime Bellolio, quien fue condenado públicamente por el embajador chino después de que el primero se reuniera con el activista Joshua Wong. Hacer negocios con China impide mantener abiertamente una postura política diferente a la suya.
Los expertos instan a los gobiernos a ser cautelosos antes de aceptar préstamos de China, pues pueden acabar siendo una trampa. Es lo que le ocurrió a Sri Lanka. Incapaz de pagar una deuda contraída con varias empresas chinas, se vio obligada a ceder el puerto estratégico de Hambantota en un contrato de arrendamiento de 99 años.
¿Es todo color de rosa en la economía china? El país oriental realiza inversiones millonarias en el extranjero, pero su economía no funciona tan bien como aparenta. Según un informe del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) de julio de 2019, el total de la deuda corporativa, familiar y gubernamental de China aumentó al 303% del PIB en el primer trimestre de 2019. En el mismo periodo del año anterior, la cifra se situaba en el 297%.
Este es el resultado de años de expansión para impulsar el crecimiento del PIB. Contrariamente a lo que algunos creen el Yuan no está infravalorado, en realidad está sobrevaluado. Es por ello que al gobierno chino potencia proyectos como Belt & Road. Gracias a iniciativas como esta, pueden deshacerse de su Yuan sobrevaluado al ofrecer grandes préstamos y recibir el pago en moneda extranjera con intereses. Si los países en desarrollo con problemas de liquidez no pueden pagar los préstamos, aún mejor. El gobierno puede hacerse cargo de sus activos.
Un artículo del Instituto Mises asegura que el mayor problema al que se enfrenta la economía china no es la guerra comercial de Estados Unidos, sino a su propia crisis bancaria.
A nivel inmobiliario, el mercado chino es una burbuja gigante. Literalmente, hay ciudades enteras completamente vacías. El gobierno interfiere fuertemente para mantener el precio de la vivienda. El resultado es que los consumidores acarrean con grandes deudas hipotecarias y, como consecuencia, el crecimiento interno se ha estancado: las personas simplemente no tienen dinero para gastar.
Oficialmente, la tasa oficial de inflación en China es del 2,8%, pero muchos expertos apuntan a que la cifra podría estar maquillada. El gobierno impone un férreo control informativo sobre sus datos económicos, por lo que desde el exterior es difícil averiguar cuál es su situación real.
Es posible que China se enfrente pronto a su mayor crisis financiera en la era moderna, un trance que, sin duda, vendrá acompañado de una enorme insatisfacción pública.
Si la economía no va bien, la única forma de mantener un gobierno autoritario es reforzar el control sobre el pueblo. Así, en Beijing, por ejemplo, están perfeccionando el uso de tecnologías modernas para monitorear a los ciudadanos.
El sistema de reconocimiento facial ya se usa en muchas ciudades chinas, donde cuentan con sistemas de CCTV (circuito cerrado de televisión) en el espacio público. La preocupación por la privacidad no existe y el gobierno puede usar libremente cualquier dato personal que recopile. Como las redes sociales y algunos medios extranjeros también son estrechamente controlados y censurados por el Estado, rara vez hay espacio para la disidencia.
Algunos países han comenzado a imitar al gigante asiático y ya han adquirido sistemas de vigilancia similares. Es el caso tanto de Bolivia como Ecuador, que recientemente se ha comprado un costoso sistema (pagado con un préstamo) a China. Bolivia, por su parte, presentó en agosto de este año un nuevo sistema de seguridad ciudadana (BOL-110). Oficialmente, se emplea para perseguir delitos o atender cualquier emergencia, incluyendo cuestiones de salud y desastres naturales. Sin embargo, el gobierno podría llegar a hacer un mal servicio de él, usándolo para perseguir o monitorear a opositores políticos.
En Hong Kong, el gobierno ha negado en repetidas ocasiones que su sistema de "farola de inteligencia artificial" esté vinculado al sistema de reconocimiento facial de China. Estos postes, además de implementar el reconocimiento facial, están diseñados para integrarse con el nuevo sistema de tarjeta de identificación que puede señalar la ubicación precisa de una persona (la tarjeta de identificación emitirá una señal que detectará el poste). Se trata de un sistema mucho más preciso que la señal del teléfono móvil.
La policía de Hong Kong suele acusar con frecuencia a los manifestantes o transeúntes de generar "disturbios", y a menudo la evidencia más importante que sostienen contra el acusado es que se encontraba en el lugar donde se desarrollaron los "disturbios". Es fácil imaginar que un sistema de vigilancia completamente implementado le será muy útil a la policía.
Mientras la guerra comercial entre China y Estados Unidos no tiene signos de apaciguarse, los manifestantes hongkoneses miran esperanzados al Congreso de EE.UU. Allí, próximamente, se debatirá un proyecto de ley que supedita el privilegiado estatus comercial de la región administrativa especial a factores como sus niveles de independencia. Llamada Ley de Derechos Humanos y Democracia de Hong Kong de 2019, la legislación obliga al presidente de EE.UU. a presentar un informe anual a los legisladores sobre la autonomía de la región y determinar si el gobierno chino actúa de alguna manera para limitarla.
A pesar de este signo esperanzador, el presente y futuro de la región se presenta desafiante y lleno de peligros. Los hongkoneses se enfrentan a una situación grave, pero los ciudadanos no se amilanarán fácilmente.
Tal y como dice la letra de uno de los himnos de protesta que cantan los manifestantes:
Este texto ha sido escrito por Freedom Hong Kong, un grupo de activistas de Hong Kong especializado en campañas publicitarias globales. Este artículo es parte de una campaña lanzada el día 1 de octubre que cubre 16 países.