Una búsqueda rápida en Google de la palabra obesidad devuelve millones de resultados y nos avisa de que lo que estamos buscando es una enfermedad. Concretamente, la Organización mundial de la salud (OMS) la presenta como “una compleja enfermedad crónica que se define por una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”. Según sus datos, en 2022, una de cada ocho personas en el mundo tenía obesidad y desde 1990 esta patología se ha duplicado entre los adultos de todo el mundo y se ha cuadruplicado entre los adolescentes. Además, el futuro se presenta complicado, el Atlas mundial de la obesidad publicado en 2023 predice que más de 4.000 millones de personas en todo el mundo, el 51% de la población global, presentarán sobrepeso u obesidad en el año 2035.
La obesidad no tiene una única causa, en ella intervienen innumerables factores —genéticos, endocrinos, ambientales, conductuales o socioculturales — y muchos de ellos se encuentran fuera del control voluntario de la persona. Estos contribuyen a que se produzca un desequilibrio en el balance energético condicionando así una acumulación progresiva del tejido adiposo. Según la OMS, la obesidad “puede provocar un aumento del riesgo de diabetes tipo 2 y cardiopatías, puede afectar la salud ósea, a la reproducción y aumenta el riesgo de que aparezcan determinados tipos de cáncer. La obesidad influye en aspectos de la calidad de vida como el sueño o el movimiento”.
No se trata de una talla, unas medidas o un canon de belleza. El manejo de la obesidad va más allá de la reducción del peso y no es una cuestión estética. Estas personas se enfrentan, además de al estigma y los juicios que a menudo les culpabilizan, a una enfermedad que condiciona su día a día debido a las numerosas complicaciones de salud asociadas. “Si me dieran un euro por cada persona que me ha dicho que mi obesidad se debe únicamente a que no sé cerrar la boca, ahora mismo podría comprarme una isla privada”, asegura Susana, de 28 años, que convive con la obesidad desde que era una niña. En ese tiempo ha probado multitud de dietas, combinadas con programas de ejercicio en gimnasio, sin éxito a largo plazo.
Por todo esto, es importante tener claro una vez más que la obesidad es una enfermedad compleja, multifactorial, crónica y con importantes riesgos de recaída y como tal necesita un abordaje multidisciplinar. Según los estudios, los cambios de estilo de vida no suelen tener éxito por sí solos en el largo plazo ya que el cuerpo posee mecanismos biológicos compensatorios que reaccionan ante la pérdida de peso, algo que puede resultar muy frustrante para las personas que viven con obesidad que, además de enfrentarse a un duro estigma social y sanitario, pueden quedar atrapadas en un ciclo continuo de pérdida y recuperación de peso lleno de culpabilidad. Es donde pone el foco la campaña El peso de lo invisible, una iniciativa de Lilly con la colaboración de la sociedad científica SEEDO (Sociedad Española de Obesidad) y de ANPO (Asociación de Pacientes con Obesidad), para ayudar a que la sociedad conozca mejor los fundamentos de esta enfermedad.
“Mi peso se ha pasado años evolucionando como un yoyó. Ahora mismo, mi alimentación es saludable gracias a la ayuda de un nutricionista, practico boxeo al menos tres días a la semana e incluso he corrido alguna carrera popular. Mi preocupación ya no se centra en mi talla, sino en mi salud y ese cambio para mí es fundamental”, explica Susana, que apunta además la importancia que ha tenido en su caso la ayuda psicológica recibida en terapia.
Susana
No hay duda de que los hábitos de vida saludables —como una buena alimentación y un estilo de vida activo que incluya el ejercicio físico— deben mantenerse siempre, tanto para personas que conviven con la obesidad como para las que no lidian con ella, pero es importante el abordaje integral que incluya herramientas como las nutricionales, de actividad física, psicológicas, terapia farmacológica y cirugía, siempre a criterio de los profesionales médicos y en atención a las situaciones individuales de cada paciente. El objetivo principal es que se ponga en marcha un tratamiento integral que aborde las múltiples causas que provocan esta enfermedad y, más allá de la reducción del peso, el foco es siempre ganar salud; es decir, disminuir el riesgo de complicaciones asociadas al exceso de peso o tratando las ya presentes para evitar su progresión.
Pero para ello también es necesario un cambio en la forma en que los profesionales sanitarios, los responsables políticos, las empresas y la sociedad en general abordan la obesidad, eliminando los prejuicios, y proporcionando un abordaje integral centrado en la salud, que parta de una educación colectiva previa que haga que el estigma pase a ser historia.
Lilly