Hay muchas veces en la que los papeles hablan para contar una historia que otros quieren acallar. Eso es lo que empezaron haciendo un grupo de antropólogos, historiadores e investigadores que, bajo la iniciativa del Centro Internacional de Estudios de Memoria y Derechos Humanos de la UNED (CIEMEDH) y con la ayuda de la Diputación de Ciudad Real que aporta una financiación de 100.000 euros, pusieron en marcha el espacio de investigación Mapas de memoria donde localizan y señalizan 53 fosas comunes en la provincia y casi 4.000 represaliados.
“Lo que hacemos constantemente es poner en diálogo los papeles de los archivos, esa parte de documentación con el desplazamiento de los antropólogos al campo, es decir, a las casas a la búsqueda de las familias”, explica Jorge Moreno, director del proyecto, mientras cuenta como han tenido que bucear en la documentación, la mayoría de las veces escrita por los perpetradores, para encontrar casos que, por ejemplo, el Régimen calificó de suicidios cuando en realidad, tras hablar con la familia, se descubría que se trataba de represaliados del Régimen. “Todo el proceso de búsqueda de los familiares, de entrar en las casas, de que nos cuenten o que nos muestren objetos o pequeñas cosas es todo lo que caracteriza a ‘Mapas de memoria’; el esfuerzo por la búsqueda del recuerdo”, concluye.
Lucrecio de Pradas y su padre sujetan la foto de su abuelo, Lucrecio de Pradas Martín, uno de los asesinados | © Jorge Moreno Andrés
“En Almagro había 70 personas asesinadas, unas en el interior del cementerio y otras en el exterior. La diferencia de estar dentro o fuera es si te confiesas o no te confiesas”. Los que sí lo hicieron fueron enterrados en el interior y los que no, en una especie de “cuartillo de los desgraciados” que han sido los que han localizado. Allí se encuentra el abuelo de Lucrecio de Pradas que fue represaliado cuando contaba con un bebé de apenas 9 meses, el padre de Lucrecio. “Ya me llamo como mi abuelo y la que me contó su historia realmente fue una tía mía”, rememora De Pradas que acude cada año a llevar siete rosas, una por cada uno de los nietos que su abuelo no conoció, aunque no sepa exactamente dónde está enterrado. “Yo las dejaba en el medio del patio”, explica. Ahora, solo quiere que su padre, que a su vez no pudo conocer a su progenitor, sí pueda darle sepultura en La Carolina (Jaén) junto a la que fue su mujer.
Quien no podrá ver cómo dan un entierro digno a su padre es Faustina, que murió recientemente. “Intentamos acelerarlo cuando nos dijeron que Faustina estaba en el hospital”, se lamenta Moreno. Según sus hijas, la mujer no hablaba, pero sí escuchaba así que, cuando la primera prueba de ADN confirmó que los restos de su padre estaban en la fosa, Moreno avisó rápidamente a las hijas, aunque aún quedaba una segunda prueba. “Decirle al oído aunque sea que tenemos los restos de su padre”, avisó el antropólogo. Faustina conocía la historia de su padre represaliado por sus hermanas y sus tías.
El camino de la memoria es caprichoso y estos antropólogos lo saben porque ellos no buscan cuerpos, buscan hilos de recuerdos que van tejiendo la madeja que cuenta una historia. “Nosotros tenemos la certeza de que alguien en la familia recuerda eso y tiene mucho interés”, asegura Moreno que relata cómo, según su investigación, “la memoria se transmite principalmente por mujeres” como fue el caso de Almagro, donde la historia vino de una sobrina nieta que vivía en Sevilla. “Hay que encontrar cuáles son los cauces por los que se transmite la memoria para entender dónde está ese interés que no encuentra en cualquier parte”, sentencia.
Faustina Moraga | © Jorge Moreno Andrés
Escuchar esas historias es fundamental a la hora de investigar y hacer una señalización de las fosas, el paso previo a la exhumación que se lleva a cabo en caso de que lo solicite un familiar y con no pocas trabas. “Para poder hacer exhumaciones es preciso y necesario un buen mapa de fosas. Nosotros lo hicimos y previamente hicimos una investigación de muchos años intentando saber a cuánta gente asesinaron. Todo eso está por hacer en muchas provincias”, argumenta Moreno. Aquí ha sido posible en gran parte gracias a un compromiso personal y político de José Manuel Caballero, presidente de la Diputación Provincial.
Boni, hija de Juan Francisco Bermejo Montero | © Jorge Moreno Andrés
En Ciudad Real ellos ya han localizado 53 fosas que, a través de este proyecto pionero en la administración local, pueden visitarse virtualmente y leer quienes eran los represaliados. También cuentan con una exposición itinerante que emplea objetos cotidianos como cartas, billetes de lotería, fotos o cajetillas de tabaco que ayudan a acercar la historia de aquellos que yacen en las fosas. A recordarles y construir un espacio en el que la memoria continúe. “No tiene que haber represalias, pero gracias a ellos tenemos lo que tenemos porque ellos murieron por tener la libertad de la que disfrutamos hoy”, sentencia Faustino De Pradas.
Mapa de Fosas de la provincia de Ciudad Real | © Mapas de la Memoria