La línea invisible, dirigida por Mariano Barroso, recrea por primera vez en la ficción española los primeros pasos de la banda terrorista que marcó la historia del País Vasco durante más de medio siglo.

Por Ángela García

Los orígenes

Fue en una casa de ejercicios espirituales de los jesuitas donde en marzo de 1967 ETA decidió matar. Allí se celebró la V Asamblea de la banda y el momento histórico que marcaría tanto su futuro ideológico y estratégico como la historia del País Vasco durante más de medio siglo. Hasta entonces habían convivido en la organización varias almas, unas defensoras del nacionalismo de Sabino Arana, otras que hablaban de lucha de clases. Aquel año, un bilbaíno de 23 años, Txabi Etxebarrieta, asumiría el liderazgo y aunaría esfuerzos con un único fin: la lucha armada para liberar al pueblo vasco.

Desde diferentes géneros y estilos, el mundo de la cultura ha comenzado a acercarse a las cicatrices del conflicto vasco. Sin embargo, nunca se había contado desde la ficción los inicios de la banda terrorista ni la transición que hizo un grupo de chavales que pasó de hablar de marxismo a empuñar un arma. Lo hace ahora La línea invisible, una producción de Movistar+ dirigida por Mariano Barroso, que se estrena el 8 de abril y recrea el tiempo transcurrido entre la fundación de ETA en 1958 y el asesinato de Melitón Manzanas una década después.

El agitado Euskadi de los sesenta

La línea invisible sigue el ascenso político del joven Etxebarrieta por el agitado Euskadi de los sesenta. No obstante, la serie propone un escenario poliédrico en el que además de abordar la genealogía de ETA, queda retratada la diversidad de la juventud del momento, el compromiso político de una sociedad que se siente herida, la agitación estudiantil y obrera, y el vínculo entre la banda y la Iglesia vasca. El paso entre colgar una pancarta y apretar el gatillo no se entiende tampoco sin la perspectiva internacional, con el IRA activo en Irlanda y otros grupos armados como Baader-Meinhof o las Brigadas Rojas en proceso embrionario. “Los años sesenta fueron una época convulsa a nivel político, Argelia y Cuba estaban en ebullición, y en España era todavía más acentuado porque había una dictadura firme y represora”, recuerda Michel Gaztambide, guionista de este proyecto que cincela desde la ficción una exhaustiva documentación histórica.

Del otro lado, el del compromiso con el régimen, se encuentra el célebre jefe de la Brigada Político-Social de Guipúzcoa Melitón Manzanas, conocido por sus métodos de tortura, al que pone cara el actor Antonio de la Torre. Y entre estos dos universos aparecen personajes que no parecen llamados a tener un gran papel en la historia, pero se ven arrastrados por ella. Es el caso de José Antonio Pardines (Xoán Fórneas), la primera de las 853 víctimas de la organización terrorista. “Pardines, que viene de Galicia, tierra de emigrantes, representa un poco al pueblo español de aquella época, que tiene las oportunidades que tiene para encontrar un trabajo”, explica Gaztambide. Guardia civil por tradición familiar, no hay teoría política detrás de la decisión de Pardines de unirse al cuerpo, solo la opción de un empleo estable y una vida sencilla.

Txabi Etxebarrieta

Encarnado por el actor Àlex Monner, este bilbaíno nacido en 1944 fue un personaje decisivo durante los primeros años de ETA. Culto, inteligente,versado en literatura y filosofía, ejemplifica las contradicciones espirituales de muchos compañeros de generación. Su convencimiento sobre la lucha armada y su capacidad argumentativa e intelectual contrastan con su escasa capacidad física y, en parte, también psicológica, para dar el paso definitivo hacia la lucha armada. “No es lo que se entiende como un héroe de acción, sino más bien una persona vulnerable, un poeta muy sensible, un universitario inquieto y adelantado a su tiempo”, completa Mariano Barroso.

José Antonio Etxebarrieta

Enric Auquer se pone en la piel del hermano mayor de Txabi y uno de los fundadores de la banda terrorista. Licenciado en Derecho en la Universidad de Deusto, ampliamente comprometido con el nacionalismo vasco, una mielitis medular le deja paralítico trunca su carrera en primera línea política. “Txabi, en una mezcla de iniciativa propia, pacto con su hermano y un cúmulo de otras razones, ocupó su lugar y pasó a ser el líder”, matiza Barroso. Sin embargo, José Antonio seguiría militando desde la retaguardia, convirtiéndose en el primer abogado especializado en defender a los presos de ETA.

Melitón Manzanas

Simpatizante de las tropas sublevadas desde el golpe de Estado de 1936, Manzanas entró a formar parte de la Policía en 1941 y terminó siendo jefe de la temida Político-Social guipuzcoana. Fue adiestrado por la Gestapo alemana, con la que colaboró activamente en la persecución de fugitivos en la frontera francoespañola. Antonio de la Torre interpreta a un Manzanas implacable y sin escrúpulos.

El Inglés

Inspirado en varios personajes reales, Asier Etxeandia ofrece uno de las figuras clave para entender la lucha de poder en la ETA de los sesenta, El Inglés. Desde el sur de Francia controla el dinero que llega desde el exilio y las relaciones con grupos terroristas internacionales y gobiernos simpatizantes. Sus enemigos le acusan de burgués y de priorizar el sentimiento identitario. Su apoyo será primordial para que la banda opte por la lucha armada, convencido de que para hacer un pueblo se necesita tiempo y sangre. Se ganó el sobrenombre de El Inglés cuando estudiaba en Londres, donde fue detenido por intentar quemar la embajada española en la navidad de 1969.

Un complejo fresco político y social

Rostros conocidos y actores noveles se dan cita en una producción en la que cada personaje aporta un matiz diferente a un complejo fresco político y social. Patrick Criado es Txema, militante temerario e incontrolable sobre el que recae el asesinato de Manzanas. En la historia real, sería acusado por este crimen el etarra Xabier Izko de la Iglesia en el Proceso de Burgos. Txema -además de Maxi, jefe militar y líder junto a Etxebarrieta de la ETA surgida en la V Asamblea, y Peru, otro inseparable- representa la vertiente euskaldun de la banda: vascoparlantes, a diferencia de Etxebarrieta, tradicionales y vinculados al Euskadi rural. “Dentro del grupo había una élite intelectual y luego está la gente del pueblo vasco, de caseríos, de la industria, con una tradición familiar que ha sido vulnerada por el franquismo, que lo que quiere es cambiar las cosas”, describe Gaztambide. “Como en todas las batallas, están los que piensan y los que ejecutan, y normalmente estos últimos son de clases más bajas”.

Entre el abanico de secundarios también destaca Txiki (Anna Castillo), que en La línea invisible se convierte en la primera mujer en formar parte de la dirección de ETA y representa el complejo y secundario papel de las mujeres en la banda. Txiki está inspirada en una militante real, pero la primera mujer con un puesto decisivo en la cúpula fue, sin embargo, María Dolores González Cataráin, Yoyes, años después de los hechos narrados en la serie. Para completar el mapa de la violencia, el proyecto de La línea invisible incluye un podcast en el que se recupera este pedazo de la historia reciente a través de entrevistas a los protagonistas reales.

La huelga de bandas de Vizcaya

Entre los hechos históricos, la serie se detiene asimismo en uno de los momentos más importantes para el movimiento obrero durante la dictadura, la huelga de bandas de Vizcaya. Más de 800 trabajadores protagonizaron el conflicto laboral más largo del franquismo, 163 días de huelga entre 1966 y 1967 que culminaron con el decreto del estado de excepción. Este conflicto y las diferentes opiniones sobre el papel que debía asumir ETA marcaron definitivamente la evolución política del movimiento abertzale. Quienes habían liderado ETA hasta la fecha, se mantuvieron en el discurso obrero. “Son marxistas y no les interesa tanto la lucha identitaria, de hecho, afirman que los de Badajoz también se están dejando la sangre en los astilleros”, apunta Gaztambide, aludiendo al aluvión de trabajadores de otras regiones que desembarcaron en Euskadi con el desarrollo industrial.

Mariano Barroso, director de la serie, en el rodaje de La Línea invisible

Mariano Barroso, director de la serie, en el rodaje de La Línea invisible - © Lisbeth Salas / Movistar+

Sin embargo, la balanza acabó decantándose, no sin ciertas artimañas, hacia la retórica identitaria. “No somos sindicalistas”, defiende el personaje de Etxebarrieta, “ni españoles”, completa El Inglés. “Somos antifascistas vascos”, coinciden ambos. Todas esas capas fue lo que atrajo el interés de Mariano Barroso: “En todas las guerras hay motivaciones pequeñas, mezquinas, perversas, ocultas, muchas veces patéticas, que generan grandes movimientos y terminan afectando a toda la población”. Aquella retórica esgrimida en la V Asamblea duró hasta marzo de 2010, cuando ETA cometió su último asesinato.

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