Qué puede hacer la industria de la celulosa
en la lucha contra el cambio climático
La industria papelera supone el 4,5% del PIB español y genera uno de cada cincuenta empleos.
Se trata de un claro exponente de economía circular, al fabricar productos procedentes de fuentes naturales renovables.

Autor
Jaime Berlanga

El deterioro del medio ambiente no es un eslogan, sino una realidad cada vez más amarga y, sobre todo, real. Los graves problemas derivados de la contaminación y el cambio climático no hacen sino reforzar la necesidad de actuar y es por ello que tanto gobiernos como empresas están dando un fuerte impulso a sus respectivas agendas medioambientales.

Bruselas se ha propuesto la descarbonización completa de la economía comunitaria para el año 2050 y tanto las energéticas como eléctricas se han puesto las pilas para poco a poco ir desprendiéndose de este combustible y apostar por las renovables. Pero este sector no es el único que lidera la lucha contra el cambio climático en nuestro país. Aunque menos conocida y mediática, la industria de la celulosa se ha convertido en uno de los ejes que más tiene que aportar en la batalla climática.

Motor de una potente cadena de valor, cuya aportación global a la economía supone el 4,5% del PIB y genera uno de cada cincuenta empleos en nuestro país, en esta bioindustria se produce una doble circularidad: la circularidad natural, al fabricar productos procedentes de fuentes naturales renovables; y la circularidad social e industrial del reciclaje, al ser productos que tras su uso se reciclan masivamente. Es, por tanto, un exponente de la economía circular, al tiempo que se consolida como un aliado imprescindible en la reducción de los gases de efecto invernadero, y la lucha contra el Cambio Climático.

Materias primas locales

La bioindustria circular de la celulosa utiliza como materia prima madera de especies arbóreas que se cultivan casi en su totalidad en plantaciones locales. Dichas plantaciones ocupan 512.481 hectáreas (el 2,8% de la superficie total de bosques en nuestro país).

Estas plantaciones de madera para papel constituyen grandes sumideros de CO2, al presentar un crecimiento rápido, por lo que su consumo de dióxido de carbono es mayor. Las 512.481 hectáreas de plantaciones donde se cultiva la madera para fabricar papel suponen 48 millones de toneladas de CO2 equivalente fijadas, contribuyendo de este modo a frenar el cambio climático.

Durante el proceso de fabricación también se busca la mayor eficiencia, tanto medioambiental como económica. “La estrategia industrial se asienta en la optimización del uso de las materias primas y agua, la gestión de los residuos del proceso, y la eficiencia energética y la descarbonización”, aseguran desde Ence, Energía y Celulosa, empresa de referencia en el sector de la celulosa a nivel europeo.

Desde la celulosa española también apuntan a otro factor beneficioso para el medioambiente: el proceso de producción de celulosa es prácticamente autosuficiente. “Las plantas generan, gracias al aprovechamiento de los subproductos forestales, energía renovable para su funcionamiento, en forma de energía eléctrica y vapor. Esto evita la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero asociados a la producción de energía para estas instalaciones, al tiempo que se garantiza un aprovechamiento integral y sostenible del árbol”, comentan fuentes de la empresa.

Papel frente a plásticos de un solo uso

Según datos de la Comisión Europea, más del 80% de la basura hallada en el mar son plásticos, algo que resulta dramático si tenemos en cuenta el lento proceso de descomposición de este material. Unos desechos que son consumidos por peces, mariscos y otros animales, y que posteriormente acaban en la cadena alimenticia humana. La producción de plástico es tal que sólo en Europa se generan anualmente unos 20,4 millones de toneladas de plásticos que se destinan a crear embalajes, un 39% del total mundial producido.

Es imperioso, por tanto, sustituir este tipo de productos procedentes de recursos fósiles no renovables por otros elaborados con materias primas sí renovables, como la celulosa y el papel, que contribuyen a la descarbonización.

“Los productos papeleros cumplen con las características que demanda una sociedad cada vez más comprometida con el cuidado del entorno: origen natural, renovables, reciclables, y biodegradables. El papel es el sustituto ideal de los productos que proceden del petróleo, como los plásticos o las fibras sintéticas de poliéster; productos que durante su transformación generan grandes cantidades de gases de efecto invernadero, y que generan un importante problema de contaminación de los espacios naturales del planeta”, afirman desde Ence.

Optimización del agua

Tradicionalmente, las fábricas papeleras se han instalado cerca de ríos o lagos porque el agua es fundamental a la hora de elaborar la celulosa. Sin embargo, y contrariamente a lo que se pueda pensar, solo se consume una pequeña parte del total de agua empleada en la producción de pasta y papel. El resto se evapora o se incorpora al producto final, mientras que el sobrante se retorna convenientemente depurada, tras ser reutilizada internamente un cierto número de veces.

El sector tiene, asimismo, una larga tradición en la optimización del uso de este recurso. Prueba de ello es el acuerdo voluntario firmado entre el Ministerio de Medio Ambiente y la Asociación de Fabricantes de Pasta, Papel y Cartón (ASPAPEL), (2000-2009), un pacto que, según datos aportados por Retama, logró en dicho periodo una reducción del 37% en el uso de agua por tonelada producida (pasando de 24,5 m3/t a 15,5 m3/t) y una reducción de un 28% en el uso de agua total (pasando de 160 hectómetros cúbicos/año a 115 hectómetros cúbicos/año), pese a un incremento de la producción del 14% en ese mismo periodo.

Un firme compromiso sectorial y la transparencia en todo el proceso fueron las claves del éxito de este acuerdo voluntario, que supuso un gran impulso a las mejoras medioambientales en la industria papelera española.

Ence Energía y Celulosa, como empresa de referencia en el sector de la celulosa a nivel europeo, contribuye a la mitigación del cambio climático a través de su propia actividad, gracias a la fijación de carbono en sus superficies forestales, a la utilización de biomasa como fuente de energía en las biofábricas de celulosa y la generación de energía renovable en las plantas independientes de energía. La actividad forestal asociada a la producción de celulosa y energía de la compañía fija, al año, 36 millones de toneladas de CO2.

A través de la generación de energía renovable y gestionable, Ence juega un papel relevante en la transición hacia un modelo energético sostenible. Ence es el mayor productor nacional de energía con biomasa; una fuente de energía renovable, gestionable y segura que cuenta con un gran potencial de desarrollo en España y que supone una importante contribución a la transición justa hacia un modelo energético bajo en carbono.