Alí (38 años, República Centroafricana) llevaba ocho años trabajando como inspector comercial cuando su país sufrió un golpe de estado. Además de los combates por todo el territorio, comenzaron las agresiones y los asesinatos por religión, que propició que Alí, de padre musulmán y madre cristiana, se viera expuesto a un peligro real de muerte.
Una tarde, al ser advertido por un vecino de las intenciones de un grupo de combatientes de asaltar su hogar, emprendió la huida junto a su mujer y sus hijos de 5 años y seis meses. En un primer momento, se asentó en su misma ciudad, en casa de un amigo, pero la escalada de la violencia le forzó a poner rumbo a Israel. Un mes más tarde, ante la imposibilidad de solicitar asilo en dicho país, voló a España, donde reside desde entonces.
Asegura que los inicios no fueron fáciles, pero ahora cuenta con un trabajo estable en CEAR que le permite independencia económica. Pero su idea es regresar a la República Centroafricana, el día que sepa que no le espera una amenaza de muerte.
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