Y es que Correos ha ido haciendo, sin esperar nada, tratando de ayudar en todo lo posible con la iniciativa que lleva ese nombre. Pero ya lo hacía antes de la pandemia. Correos Market surge como respuesta, entre otras cosas, al problema demográfico que vive España.

“Apadrina un olivo”, una organización nacida en 2014, que trata de devolver al pueblo de Oliete, en Teruel, la vida que un día tuvo. “Allí habían sido abandonados 100.000 olivos por la gente que se marchaba a la ciudad”, explica José Alfredo Martín, cofundador de la iniciativa. Mediante un programa de apadrinamiento, consiguen volver a poner en marcha el olivar y repoblar Oliete.

Esther Rodríguez trabajaba, como su marido, Saúl González, para la industria minera del carbón en León. El cierre de la misma acabó, en una década, con más de 3.000 puestos de trabajo. “Nos cambió completamente la situación familiar. Vivíamos en una zona que vivía de la minería”, explica Rodríguez que asegura que, después del cierre, no quisieron renunciar a su forma de vida ni abandonar el pueblo, Naredo de Fenar, en el que residían.

Así fue como los tonos oscuros y grises del carbón dieron paso al paisaje de colores amarillos, verdes y azules que dejan los colmenares en las montañas de León. Y precisamente Montañas de León se llama la miel que fabrica este matrimonio. “Nuestro nombre se debe a que los colmenares están, en su mayoría, en zonas de alta montaña en la Reserva de la Biosfera Alto Bernesga”, cuenta Rodríguez.

Fernando Braga empezó a fabricar cerveza hace diez años como un hobby. “A raíz de las primeras elaboraciones vas cogiendo el gustillo”, admite este fabricante asturiano que no dudó en adentrarse en el mundo de la elaboración del oro líquido y decidió estudiar a fondo el proceso: “Entonces decidí cursar un máster de elaboración de cerveza en Tarragona”. Después de siete meses entre curso y prácticas, volvió a Langreo, Asturias, para empezar con su proyecto personal: “empezamos a ponerlo en marcha en 2016, pero no comercializamos hasta 2018 cuando conseguimos los permisos y licencias”.

Ernesto Galindo pertenece a la tercera generación de una familia de productores. Su abuelo tenía ganado ovino, pero fue su padre, en el año 2000, el que decidió dar el paso y fabricar queso. Así nació Quesos Galindo. “Nuestros animales se alimentan al 100% de lo que producimos en nuestro pueblo, Arandiga, en Zaragoza”, cuenta orgulloso Galindo.

Este productor explica que esta pandemia les está pasando factura: “El tema del COVID-19 nos ha afectado mucho, más del 50% de nuestra facturación iba a para hostelería”. Con los restaurantes cerrados tienen que tratar de compensar esa pérdida.