Por Andrea Menéndez Faya | 08·julio·2022
Nada malo puede salir de juntar a seis creadores de contenido que hablan tan claro como Henar Álvarez, Topacio Fresh, Andrés Borque, Virgo Martínez, Alex de la Croix y Felipe Olaya, aunque el tema sea tan complicado como analizar lo que significa Chueca para el colectivo LGTBIQA+ y, sobre todo, cómo lo percibimos los que estamos fuera de la muralla de un barrio inclusivo.
Chueca —por si alguien acaba de aterrizar en este país y no lo sabe— es un barrio madrileño donde se empezaron a abrir locales LGTBfriendly en la década de los 80, como la librería Berkana o el café Figueroa, consiguiendo una transformación progresiva de barrio marginal a Meca cultural para el colectivo. Es, así mismo, el kilómetro 0 de la festividad del Orgullo en nuestro país, y también el punto de debate y reivindicación de nuestros derechos.
“Chueca tiene algo que fue muy importante durante mi adolescencia” —dice la guionista y cómica Henar Álvarez (Madrid, 37 años)— “Cuando estábamos en la universidad y la gente empezaba a salir del armario, si salíamos por otros barrios se corría peligro. Si ibas a una discoteca de ambiente hetero y tus amigos o amigas se besaban, se generaban corros alrededor como si fuese un espectáculo. Y nos íbamos a Chueca, porque allí estábamos en paz”.
Madrid fue para nuestras generaciones un oasis al que mirar de reojo desde provincias, como recuerda Alex de la Croix (Cádiz, 29 años), activista y artista queer, cuando recuerda su infancia y su deseo de mudarse a Madrid para dejar de ser la rara del pueblo y vivir esa seguridad, inclusividad y mariconeo madrileños, o el director Felipe Olaya al recordar su primera visita a Madrid y la curiosidad por asomar la cabeza en el metro de Chueca y ver qué era aquello que le prohibían en su colegio religioso. Y es que no todos los queer tuvimos la suerte de tener un lugar seguro tan cerca.
Para alguien que se ha criado en un pueblo de 50 habitantes, ser la marimacho no es una experiencia agradable. Nací en 1985 en una aldea de la cuenca minera asturiana, y me tocó combatir con mi sexualidad desde muy temprano, aunque el riesgo real no era mi propia lucha sino la que mis compañeros y vecinos tenían contra mi. Hasta que cumplí los 20 no pisé un local gay, la Santa Sebe en Oviedo, que es lo más cercano a Chueca que tuvimos por aquí. Aun rodeada y arropada por el colectivo al son de música dance y las luces, sentía el mismo shock del que habla Felipe Olaya en el debate: ¿era ese mi sitio?
Cuando Chueca nació como espacio seguro para el colectivo, nosotros también acabábamos de nacer. En los 90 y 2000, no era más que una leyenda para quienes no habíamos pisado Madrid. No teníamos referentes, los que salían en televisión eran una caricatura que nos ridiculizaba y apenas encontrábamos literatura u otros elementos culturales sobre los que formar nuestra personalidad y no rechazarnos. Por si fuera poco, nuestro entorno nos atacaba y señalaba. Es inevitable envidiar —desde la más profunda envidia sana— a quienes podían escaparse a un barrio donde ser libres o decidieron saltar al vacío y mudarse a Madrid.
Tenemos una deuda histórica con Chueca y con quienes arrancaron las malas hierbas del barrio para convertirlo en el espacio que hoy es, y extenderlo además a otros barrios y otras ciudades. Chueca es el ejemplo de perseverancia en la consecución de derechos y en la conquista de espacios, el espejo en el que países de todo el mundo deben mirarse para que sus ciudadanos crezcan en tolerancia y respeto, sean del colectivo o no. Chueca es educación, civismo y sí: también es celebración.
El pasado mes de mayo, sentada en una terraza de mi pueblo, vi pasar a un par de chavales de la mano. Uno de ellos llevaba el pelo teñido de azul, el otro de amarillo chillón. Camisas hawaianas, piercings, y un aura de “me da todo igual” que me hizo pensar que no podían ser de aquí. Me pasó como al cantante Andrés Borque al volver a Barcelona: “¿Que hay gente del mismo sexo cogida de la mano en mi ciudad, de la que yo he salido porque no iba a encontrar a nadie así?”. Pero sí, eran de aquí, de mi pueblo, del mismo pueblo del que yo también me fui porque no era un espacio seguro.
Y es que esa conquista del espacio que tiembla a veces por el aumento de los discursos de odio, no se negocia. Nos llevó décadas poder salir a la calle sin miedo, como refleja la galerista de arte y activista Topacio Fresh (48 años, Rosario, Argentina) al poner su ejemplo frente al de Alex de la Croix en una narrativa perfecta: Alex de la Croix caminando en minifalda, con la cabeza erguida y segura de sí misma, frente a la imagen de la propia Topacio Fresh en la misma calle 20 años atrás, tapada y escondida para que nadie supiera que era una mujer trans y la atacara.
Ese mismo choque cultural lo viví con veintiséis años, cuando empecé a trabajar con el fútbol femenino, ese del que la influencer Virgo Martinez (Madrid, 25 años) habla como un espacio seguro para las mujeres, al igual que el resto de deportes femeninos. Cuando vienes de un armario cerrado y te estrellas de golpe contra la libertad, da vértigo. Ver a adolescentes vivir su sexualidad, comentarla y pasearla sin miedo, es un viaje al futuro para quienes sentimos que nos han robado una etapa de nuestras vidas de la que los cisheterosexuales presumen y a la que dedican películas, series, novelas y poemarios. Todo lo que nos faltó y que aún ahora quieren negarnos, intentando eliminar las referencias a nuestra existencia.
Cuando nuestra generación se tropieza con las que vienen detrás y ve cómo lo que para nosotros era riesgo se ha convertido en algo cotidiano a lo que no prestan más atención que la necesaria, nos damos cuenta de la victoria. El peligro sigue estando ahí, pero comienza a ser marginal, y es gracias a una lucha que nunca termina, que empezó por conquistar un barrio y que terminará con la normalidad en una sociedad que cada vez está más concienciada para dejarnos ser y amar en libertad, por mucho que a algunos les pese.
Andrea Menéndez Faya, se dio a conocer en redes a través de un hilo de Twitter que se hizo viral. Hoy por hoy, acumula varios hilos de diversas temáticas: social, cultural, relato corto, política y fútbol femenino, y está considerada un referente de la «tuiteratura» y de la defensa de los derechos LGTBI