La ‘cara B’ de la obesidad:

cuando la falta de aire impide el descanso nocturno
Aunque la apnea obstructiva del sueño puede afectar a cualquier persona, es más frecuente en personas con obesidad

Mercè Palau | 22·julio·2025

La obesidad se ha convertido en un verdadero problema de salud pública. En España, afecta a una de cada cincopersonas adultas, según cifras del Estudio ENE-Covid: Situación Ponderal de la población adulta en España. Los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran una realidad poco alentadora: la obesidad se ha duplicado con creces entre los adultos de todo el mundo desde el año 1990 llegando a afectar, en 2022, a 890 millones de adultos en todo el mundo, y se ha cuadruplicado entre los adolescentes.

A medida que avanza la obesidad se pueden producir también otros problemas de naturaleza respiratoria, como la disnea, la embolia pulmonar, el asma y un aumento en la prevalencia de la apnea obstructiva del sueño (AOS), lo cual se traduce en una reducción significativa del sueño reparador.

Como parte de su labor de acompañamiento para entender mejor la obesidad, Lilly apunta cuál es la relación que mantiene esta enfermedad con la AOS, dos problemas que suelen ir de la mano y que están íntimamente relacionados. Ambos son trastornos multifacéticos con una variedad de causas y factores de riesgo interconectados que cada individuo experimenta de una forma distinta.

Si bien no todas las personas con obesidad padecen necesariamente este tipo de apnea, y viceversa, conocer la relación entre ambas ayuda a encontrar el mejor tratamiento.

Qué es la apnea obstructiva del sueño

Es un trastorno en el que se producen paradas de respiración mayores de 10 segundos durante el sueño, de forma repetida durante la noche; acompañadas de una reanudación de la ventilación, generalmente ruidosa, que provoca un leve despertar o superficialización del sueño, fragmentándolo y haciendo que se convierta en poco reparador. Médicamente, se define como la presencia de, al menos, cinco o más eventos respiratorios por hora, denominados Índice de apnea-hipopnea (IAH), es decir, el número promedio de episodios de apnea y de hipopnea (colapso completo o parcial de las vías respiratorias) por hora.

Este problema afecta entre un 4 y un 30% de la población mundial según el reciente estudio Estimation of the global prevalence and burden of obstructive sleep apnoea: A literature-based analysis cuyo objetivo fue determinar la carga mundial de esta entidad afectando sobre todo a hombres adultos con sobrepeso y a mujeres que han pasado la menopausia. Los síntomas asociados, además de la somnolencia diurna durante el día, son irritabilidad, dolor de cabeza, cansancio crónico y, a largo plazo, problemas en el sistema cardiovascular y metabólico, lo que se traduce en un mayor riesgo de hipertensión arterial mal controlada, infartos y arritmias.

Algunos de estos síntomas los conoce muy bien Federico Luis Moya, presidente de la Asociación Nacional de Personas que viven con Obesidad (ANPO) y vicepresidente de ECPO (European Coalition for People living with Obesity), que afirma que, además de los ronquidos, que suele ser el síntoma más molesto, junto con asfixia o jadeo durante el sueño, una de las cosas más duras es que la falta de descanso “genera somnolencia diurna excesiva, dolor de cabeza y dificultad para concentrarse”, además de fatiga, cambios de humor e irritabilidad.

La apnea obstructiva del sueño “interfiere en todo y afecta a la calidad de vida”, matiza Moya, en forma de fatiga crónica, problemas de memoria e incluso puede aumentar el riesgo de accidentes domésticos. ¿Qué relación mantiene con la obesidad?

Este problema afecta a entre un 4 y un 30% de la población mundial

A.V. Benjafield, N.T. Ayas, P.R. Eastwood, R. Heinzer, M. Ip, M.J. Morrell, et al. Estimation of the global prevalence and burden of obstructive sleep apnoea: A literature-based analysis. Lancet Respir Med, 7 (2019), pp. 687-698

Obesidad y apnea del sueño, una relación bidireccional

Si bien se sabe desde hace tiempo que la obesidad es factor de riesgo de AOS, cada vez hay más evidencia que sugiere también que la relación es recíproca. “Las personas que viven con obesidad tenemos cinco veces más riesgo de tener apnea obstructiva del sueño, hasta el punto de que se estima que el 90% de las personas con obesidad grave tiene apnea obstructiva del sueño”, explica Moya. Los repetidos despertares y esa falta de descanso también se relacionan con un aumento de la obesidad.

¿Por qué obesidad y apnea del sueño están tan relacionadas? Según la explicación médica, la acumulación de grasa alrededor del cuello, la faringe y el abdomen puede obstruir las vías respiratorias, lo que provoca dificultades respiratorias durante el sueño.

Lo explica la doctora Irene Cano, coordinadora de la Unidad Funcional del Sueño y Epilepsia del Hospital Ramón y Cajal y codirectora Médica del Centro Integral del Sueño y Neurociencias (Clínica CISNe), según la cual, esta acumulación de grasa en la zona del cuello “reduce el espacio por donde pasa el aire, lo que facilita que la vía aérea se colapse al dormir”. Pero, además, la grasa presente en el abdomen “puede dificultar el movimiento del diafragma y empeorar la calidad de la respiración”.

Aunque hay varios factores de riesgo para desarrollar apnea obstructiva del sueño, “la obesidad es el principal factor de riesgo modificable”, reconoce la doctora Cano. A su vez, el hecho de sufrir apnea obstructiva del sueño también aumenta la disfunción metabólica y la inflamación sistémica, lo que empeora el síndrome metabólico y eleva el riesgo cardiovascular que ya tienen las personas con obesidad.

De ahí que se trate de una relación bidireccional, en la que, como admite Moya, ambos problemas “se retroalimentan”. Por un lado, la obesidad implica una inflamación generalizada y conlleva una complejidad mecánica que predispone a la AOS, mientras que la AOS altera el equilibrio de las hormonas reguladoras del apetito, lo que provoca un aumento del hambre y el aumento de peso.

Tanto es así que tanto la obesidad como la AOS comparten factores de riesgo, como el sexo, la predisposición genética, la edad y factores del estilo de vida. Se ha demostrado, por ejemplo, que un aumento de peso del 10% supone un aumento del 32% en el IAH y un aumento de hasta seis veces en el riesgo de desarrollar AOS de moderada a grave. En cambio, una reducción del 10% del peso supone una reducción del 26% en el IAH.

Uno de los mayores problemas es que no solo la apnea obstructiva del sueño puede causar problemas de memoria, irritabilidad, poco rendimiento y depresión. A largo plazo, puede provocar además hipertensión arterial, enfermedades del corazón, ictus o diabetes, síntomas que “en las personas con obesidad se potencian porque ya de por sí tienen más probabilidades de padecerlos”, advierte la Doctora Cano.

La acumulación de grasa en la zona del cuello “reduce el espacio por donde pasa el aire, lo que facilita que la vía aérea se colapse al dormir.

Irene Cano, coordinadora de la Unidad Funcional del Sueño y Epilepsia del Hospital Ramón y Cajal y codirectora Médica del Centro Integral del Sueño y Neurociencias (Clínica CISNe)

Pérdida de peso y cambio de estilo de vida

Puede ser todo un reto abordar la obesidad y la AOS y encontrar un tratamiento efectivo. Aunque la pérdida de peso y el aumento de la actividad física son claves para prevenir la AOS y mejorar su sintomatología, también es cierto que no es una tarea fácil ya que ambas acciones tienen que ir de la mano.

Y es que, según Moya, “la apnea obstructiva del sueño puede ser un obstáculo significativo para la pérdida de peso ya que la falta de descanso puede alterar las hormonas que regulan el apetito, lo que lleva a antojos de alimentos poco saludables y el cansancio disminuye las posibilidades de hacer ejercicio”.

En algunos pacientes, sobre todo si la apnea es leve o moderada, y con la pérdida de peso y práctica de ejercicio físico, “la apnea obstructiva del sueño se puede llegar a curar ya que la combinación de pérdida de peso, actividad física regular y una buena higiene del sueño puede hacer que los episodios de apnea desaparezcan o se reduzcan drásticamente”, afirma la Doctora Cano.

En todo este proceso también es fundamental “abandonar los hábitos tóxicos como beber alcohol o fumar porque tienen un impacto directo en la calidad del descanso”, explica Moya, que lo sabe muy bien porque, en su caso, además de la pérdida de peso, la postura a la hora de dormir también ha sido de gran ayuda.

Si bien el primer escalón del tratamiento es la pérdida de peso en los pacientes con sobrepeso u obesidad, hay varias opciones disponibles para tratar la AOS. En primer lugar tenemos la CPAP, una máquina que mediante la administración de aire a presión través de una mascarilla, facilita mantener la vía respiratoria abierta durante el sueño. Aunque no siempre es la única solución. También existen dispositivos de avance mandibular –férulas orales que avanzan la mandíbula respecto al maxilar superior para evitar el colapso-, dispositivos posicionales, que evitan que la persona duerma boca arriba(que es la posición en la que se produce una mayor proporción de eventos respiratorios) y, en algunos casos, cirugía bariátrica, de otorrinolaringología o de avance bimaxilar.

En cualquier circunstancia es clave un seguimiento individualizado, porque “no todos los casos evolucionan igual”, afirma Cano. ¿Qué ocurre si no se trata bien la apnea obstructiva del sueño? No hacerlo supone un impacto muy negativo por la sintomatología que lleva asociada, no solo a corto plazo, sino también en el futuro. Para la Doctora Cano, se trata de un “trastorno serio, pero con tratamiento adecuado se puede lograr un óptimo control”.

La apnea obstructiva del sueño puede ser un obstáculo significativo para la pérdida de peso ya que la falta de descanso puede alterar las hormonas que regulan el apetito.

Federico Luis Moya, presidente de la Asociación Nacional de Personas que viven con Obesidad (ANPO) y vicepresidente de ECPO (European Coalition for People living with Obesity)