Lola Creagh seguía llamando cada noche a su establecimiento, Los Gatos, para ver cómo había ido el cierre. Descolgaba el teléfono y se daba cuenta de que estaba cerrado por el estado de alarma. Creagh, dueña de este bar emblemático del Barrio de las Letras, en pleno centro de Madrid, lleva 35 años trabajando con la familia Mahou San Miguel, “desde que abrió el establecimiento”. “Los productos de Mahou San Miguel son lo más importante de nuestro negocio”, explica Creagh mientras describe la especialidad de su bar: “Una buena cerveza bien tirada. El vermut de grifo, las tostas, los encurtidos y los aperitivos”.

“Es muy difícil imaginar Los Gatos con otra marca de cerveza”, cuenta Creagh que asegura que la compañía no ha perdido el contacto con ella en ningún momento durante la pandemia. Y es que para Beatríz Jiménez, la comercial de la zona que trabajaba también con Creagh, lo más importante durante esta pandemia ha sido poder estar cerca de las personas: “Para mí lo más emotivo de toda esta situación ha sido el vivirla con ellos, el compartir todo el ambiente con ellos, visitar sus bares y conocer aún más a las personas que están detrás”.

Jiménez lleva tres años trabajando directamente con Mahou San Miguel y sabe bien la importancia de la cerveza Mahou para la ciudad: “Mahou es Mahoudrid, la cerveza de los madrileños, yo que soy madrileña la considero mi cerveza. Una familia que apoya muchísimo a Madrid y a toda su hostelería”.

José Enrique Oliver es dueño de un restaurante que lleva su nombre, el Oliver, en Granada. Uno de los establecimientos que ha recibido este apoyo de Mahou San Miguel. “Hemos sido los primeros en abrir en Granada con nuestro valor y la ayuda de Alhambra”, cuenta este hostelero que afirma que la reapertura fue complicada de controlar debida a la afluencia de clientes: “Los primeros días vendimos 14 barriles de cerveza, poco a poco las cosas han ido volviendo a su cauce”.

Oliver es la tercera generación de un negocio con más de 100 años de historia, el XX. Su abuelo abrió, en el centro de Granada, la primera tienda de comestibles. “Innovó y puso cajeras” cuenta Oliver orgulloso. “No es como ahora que hay 30 cajeros, él tenía dos, yo tenía 5 años y lo aún lo recuerdo”, explica este hostelero granadino para quien la crisis ha supuesto un duro golpe. Su padre ya convirtió el establecimiento en un pequeño bar que daba de comer a los propietarios de comercios en el centro de la ciudad. Hace 27 años que él regenta este negocio ya consolidado como bar restaurante.

Y es que nadie se esperaba este apoyo tan generalizado, explica David Matas García, que trabaja como comercial de la compañía desde 2007. Matas se alegra de que, en Granada, se hayan inaugurado tres restaurantes pese a la complicada situación que vive la hostelería. Como Oliver, coincide en la identidad de la cerveza para la ciudad: “Cualquier granadino que ve la marca se siente identificado con ella. Ver terrazas enteras en otros lugares es un orgullo, una seña de identidad de Granada”. “Siento que trabajo en la mejor empresa de España y una de las mejores del mundo”, cuenta orgulloso este comercial.

Después de tres generaciones y más de 20 años sirviendo la cerveza de la ciudad, el dueño de Restaurante Oliver lo tiene claro: “Alhambra es nuestra cerveza, nuestra Alhambra y la familia Mahou San Miguel siempre está ahí para lo que haga falta”.

Pero la identidad de una región no pasa solo por la cerveza. El manantial de Solán de Cabras lleva desde el siglo XVIII cuidando a quienes acudían a él. Ahora, integrado en Mahou San Miguel se encarga de que el agua mineral natural Solán de Cabras llegue a todos los rincones de España. La ayuda de la familia también llegó a Cuenca. “Es un buen aliciente y está bien ayudar a la gente cuando lo necesita”, cuenta Ángel Millán, hostelero de Cuenca.

“Llevo toda la vida con Solán de Cabras, en mi establecimiento no hay otro agua”, explica Millán, propietario de La Ponderosa, un establecimiento que abrió con su hermano en 1973. Para él, Solán de Cabras es “el mejor agua del mundo”. Millán recuerda que hay historias que, ya desde el siglo XV, relatan las cualidades de esta agua. Y es que, según la leyenda, los pastores se dieron cuenta de que sus cabras sanaban al beber del manantial y fue el doctor e hidrólogo Pedro Gómez de Bedoya quien en 1764 declara a Solán de Cabras, aguas minero-mediciales.

Hasta hoy, Solán de Cabras no ha cambiado su composición. Cada gota se ha filtrado durante 3600 años por las diferentes capas de las rocas, donde va adquiriendo su composición mineral única. Después, un acuífero subterráneo hace de bodega natural y de allí, llega directamente a la botella, para ver la luz por primera vez cuando ésta se abre.

“El manantial está en Beteta, en la serranía, explica Jesús Felipe García, comercial de Mahou San Miguel que habla de Solán de Cabras como una marca ligada a la provincia de Cuenca: “Salimos en televisión, en entrevistas y nos identificamos mucho con ella”. García cuenta aliviado lo que ha supuesto la ayuda para sus clientes: “Se han recibido llamadas, tanto a comerciales como a distribuidores para agradecer el tipo de acción que hemos hecho, eso ha sido importante para nosotros”.