Agua: el oro transparente que debemos optimizar

A pesar de ser un recurso renovable, llevar al grifo agua de uso doméstico en condiciones implica una serie de procesos extremadamente complejos y caros.

por Eric Santaona

Al contrario de lo que se cree comúnmente, el agua no es infinita, sino que se trata de un recurso limitado. Lo que sucede es que dicho límite no se fija por la cantidad de agua existente en el planeta, sino por el coste de llevarla desde el punto de captación hasta el grifo de consumidor doméstico. La cantidad de agua puede parecernos enorme si tenemos en cuenta que el 70% de la superficie terrestre está cubierta por ella, incluso asumiendo que solo el 30% de esta es dulce. Pero si caemos en la cuenta de que únicamente el 0,007% es apta para el consumo doméstico, seremos capaces de visualizar la importancia de este recurso y su escasez en relación con el crecimiento de la población mundial.


Un dato revelador a este respecto es que, según la Cumbre Mundial del Clima celebrada en París en 2015 (COP21), en 2048 entre el 43% y el 50% de la población mundial no tendrá acceso al agua potable si se mantiene tanto la tendencia al aumento de la población como el ritmo de contaminación de lagos, ríos y acuíferos desde los que se capta el agua apta para el consumo. También influirá el cambio climático, que está propiciando fenómenos atmosféricos cada vez más extremos y destructivos en ciertas áreas y reduciendo dramáticamente el régimen de lluvias en otras, es decir aumentando las sequías.












El 70% de la superficie terrestre está cubierta por agua, pero solo el 30% es dulce y únicamente el 0,007% es apta para el consumo doméstico.

Un recurso escaso y en peligro

La industrialización sin control de numerosos países, con una política de vertidos y emisiones de gases de efecto invernadero que no tiene en cuenta el medio ambiente, está provocando que ese 0,007% de agua disponible para el consumo disminuya progresivamente y dificulte, de cara al futuro, lograr una distribución equitativa de este recurso tan valioso. Por ejemplo, tintes cargados de plomo, mercurio, arsénico y otros metales pesados, procedentes de las factorías textiles de Bangladesh, Pakistán, Tailandia o Vietnam, están intoxicando buena parte de las cuencas fluviales de estos países y encareciendo, cuando no impidiendo, el acceso al agua potable de sus poblaciones.

En la India, el lago Kazhimpally, en la población de Medak, a menos de una hora en coche del distrito tecnológico de Hydebarat, ha pasado de ser un lugar paradisíaco donde solo se podían bañar las mujeres de las castas superiores, a convertirse en un enclave extremadamente contaminado al que no se acercan ni los moradores más pobres de la zona. La culpa la tiene la elevada concentración de industrias farmacéuticas en sus cercanías. Estas, centradas en la fabricación de antibióticos para los mercados occidentales, vierten reiteradamente sus excedentes a las aguas del lago, con lo que han propiciado tanto la contaminación química como el afloramiento de bacterias resistentes a los antibióticos que fabrican.


Al factor industrial como vector de contaminación de las reservas, hay que añadir las prácticas agrícolas sin supervisión en las que pesticidas, herbicidas y antibióticos destinados a la ganadería van a parar al subsuelo y con la lluvia entran en el ciclo del agua. Es algo que ocurre no solo en el tercer mundo (especialmente en las zonas rurales de China) sino que también ocurre en nuestro país. España es el principal exportador de ganado porcino de la Unión Europea con 28 millones de cabezas anuales, y apenas ha comenzado su lucha contra el uso sin control de antibióticos en las granjas: en agosto de 2016 solo el 60% de los productores se habían adherido a un acuerdo para que el ministerio de Sanidad monitorizara sus actividades en este campo.


La consecuencia de todas estas actividades, que escapan a una supervisión medioambiental, es que si bien actualmente más de 700 millones de personas siguen sin poder acceder con regularidad a un suministro de agua apto para el consumo, la cifra desgraciadamente aumentará en las próximas décadas si no hay un cambio en la actitud de los principales actores implicados: industrias -pero también las multinacionales que las contratan-, ganadería, propietarios de tierras y las instituciones que deben hacer valer unas leyes cuyo incumplimiento termina por afectarnos a todos.












Actualmente, más de 700 millones de personas no pueden acceder con regularidad a un suministro de agua potable.

Derrochando agua en el primer mundo

Además de escaso, el agua es un recurso marcadamente asimétrico: la Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa en 50 litros por habitante y día la cantidad mínima recomendable para subsistir. Sin embargo, bajo la premisa de que el agua es un recurso barato e inagotable, este volumen es ampliamente superado en los países del primer mundo. Sucede en Estados Unidos, país donde sus habitantes gastan 215 litros al día, y también en España, donde el consumo medio es tres veces mayor (1).

Según el estudio, en los entornos urbanos dedicamos el 73% del consumo de agua urbana a usos domésticos, siendo menor el porcentaje cuanto mayor es la población del núcleo donde se mide el consumo. De este modo, en los pequeños núcleos de población el consumo doméstico de agua se dispara hasta el 83% y en los entornos metropolitanos baja hasta el 63%, seguramente debido tanto a una mayor concienciación como al uso de electrodomésticos más eficientes.


Tal vez uno de los factores que más influye en la falta de control sobre el uso del agua es el precio al que se paga el metro cúbico (1.000 litros), que en España se sitúa en los 1,77 euros (más IVA). Si bien es un precio medio para todo el país y en el litoral mediterráneo la tarifa es sensiblemente más cara -en Murcia alcanza los 2,40 euros (más IVA) el metro cúbico y en Palencia, en cambio, no supera los 0,69 euros (más IVA)-, se trata de precios menores que en otras zonas de Europa. En Escocia, por ejemplo, se sitúa cerca de los cinco euros el metro cúbico, en Holanda sobre los 4,5 euros y en Alemania alrededor de los cuatro euros por el mismo volumen.












Cada español consume de media 139 litros de agua al día. En Estados Unidos la cifra asciende a 215 litros.

¿Pagamos demasiado por el agua?

Para tener una referencia clara de este coste hay que pensar que un metro cúbico equivale a mil litros y, en consecuencia, pagamos 0,0021 euros por litro cuando el mismo volumen de agua embotellada se ofrece en los supermercados por aproximadamente 0,37 euros. Es decir que en los países industrializados del Primer Mundo, como es el caso de España, tenemos acceso a un uso doméstico del agua a un precio bastante asequible y mediante infraestructuras que nos garantizan no solo su calidad sino también la continuidad de su suministro.


Muchos consumidores se quejan de que la tarifa del agua cada año es más alta y este recurso se está convirtiendo en un gasto con un peso excesivo en el presupuesto familiar, pero lo cierto es que mientras el gasto medio anual de una familia en agua se sitúa alrededor de los 220 euros, el de telefonía ya supera los 880. Estaremos de acuerdo en que ambos recursos son fundamentales, pero el coste del segundo cuadruplica el del primero. La factura del agua supone el 0,9% del presupuesto familiar, según el Estudio Nacional de Suministro de Agua Potable y Saneamiento en España 2016. La ONU recomienda que dicha factura se mantenga por debajo del 3% para ser asumible.


No obstante, desde otro prisma el agua puede parecernos más cara si analizamos el camino que recorre desde que es captada, en el mar o los embalses, hasta que llega a nuestro grifo. En el proceso intervienen numerosas infraestructuras que tienen altos costes y que supusieron el año pasado una inversión de despliegue y mantenimiento de 1.376 millones de euros. Aproximadamente el 57% de esta cantidad fue destinado a nuevas infraestructuras, mientras que el otro 43% fue a parar a la renovación de alcantarillados y puntos abastecimiento.















La factura del agua supone en nuestro país el 0,9% del presupuesto familiar, según el Estudio Nacional de Suministro de Agua Potable y Saneamiento en España 2016.

La gestión del ciclo integral: el corazón que nos trae el agua

Para comprender por qué resulta tan caro que el agua llegue hasta nuestras casas, debemos fijarnos en todo el proceso desde que la misma es captada hasta que llega hasta nuestro grifo y después pasa por el desagüe para terminar finalmente en el mar. Es lo que se conoce como gestión del ciclo integral del agua e implica muchas y muy diversas infraestructuras, las cuales conforman una red que vascula la mayor parte de la superficie de nuestro país, del mismo modo que lo hace el sistema circulatorio en un cuerpo. El objetivo en ambos casos es el mismo: hacer llegar un líquido vital a su destino.


La gestión del ciclo integral del agua comprende en España 224.000 kilómetros de redes de distribución, que llevan el agua hasta nosotros desde los puntos de captación. Para hacernos una idea de lo que esto supone, baste con decir que corresponden aproximadamente a cinco metros de tubería por persona y que, unidos, los conductos darían más de cinco veces la vuelta al planeta. También debemos contabilizar 1.300 estaciones de tratamiento de agua potable repartidas por todo el territorio, a las que hay que sumar 11.794 depósitos de distribución, que guardan el agua para enviarla donde se necesite.


Añadamos al conjunto de infraestructuras 165.000 kilómetros de alcantarillado -3,6 metros por persona y cuatro veces el perímetro de la Tierra-, concentrado especialmente en zonas de alta densidad de población y con fuertes picos de estacionalidad debido al turismo, como sucede en el caso de la cuenca mediterránea. Finalmente incluyamos las 2.940 estaciones de depuración de aguas residuales existentes y que cada año son más.


Estas estructuras están sometidas, adicionalmente, a un mayor estrés en las zonas turísticas, como es el caso de Cataluña, comunidad a la que el aumento progresivo de la demanda vacacional obliga a construir nuevas estaciones cada año, hasta conseguir una cifra récord de tratamiento del 97% de las aguas residuales.








¿Cómo se coordinan todas estas infraestructuras? Del siguiente modo: el ciclo integral del agua comienza en las zonas de captación, ya sean desaladoras -en zonas cercanas al mar- o embalses en áreas montañosas y con suficiente pluviometría. Allí el agua es captada, y conducida a las plantas de tratamiento, donde se la adecuará para el consumo doméstico con la eliminación de impurezas y microorganismos. Seguidamente será almacenada en los depósitos de distribución, que permiten regular y adecuar los volúmenes de agua disponibles en función de las necesidades de cara lugar.


De ahí pasarán a los hogares y, una vez utilizada, esta agua deberá ir a través del alcantarillado a las plantas depuradoras, donde tras un desbaste de elementos sólidos, será tratada para que pueda ser derivada finalmente al mar en condiciones medioambientales aceptables.









La gestión del ciclo integral del agua comprende en España 224.000 kilómetros de redes de distribución, cinco metros de tubería por persona.

Oro transparente que debemos cuidar

Queda claro, pues, que el agua es oro para España, un país donde la mayor parte de la población -con la excepción de Madrid- se concentra en un litoral con bajo régimen de lluvias o montañoso y, por tanto, de difícil acceso a la hora de construir las redes de distribución. También somos un país de grandes planicies con baja densidad de población, pero con ciudadanas y ciudadanos con derecho a disponer de agua a su alcance y que por ello deben tenerla garantizada. Esto obliga a hacer grandes esfuerzos económicos en el despliegue de nuevas redes de distribución.


Este oro transparente, un bien escaso en los países mediterráneos, cuesta mucho de mantener y gestionar correctamente, preservando además el medio ambiente, una responsabilidad ineludible. A este respecto, los efectos del cambio climático y la sobre explotación de los acuíferos pueden ponerlo en peligro en las próximas décadas, por lo que se hace todavía más necesario preservarlo en condiciones óptimas y dentro de infraestructuras en condiciones.







(1) 139 litros por habitante y día, según los datos expuestos en el XIV Estudio Nacional de Suministro de Agua Potable y Saneamiento en España 2016, financiado por Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS) y la Asociación Española de Empresas Gestoras de los Servicios de Agua Urbana (AGA). (Volver>)